
Muchos de los jefazos del Fondo Monetario Internacional (FMI) siempre tuvieron dudas sobre los planes de rescate de Grecia, cuando no la certeza de que no iban a funcionar. Eso está claro desde al menos el 9 de mayo de 2010, cuando los 24 directores del FMI se reunieron en Washington para firmar la participación del fondo en el primer rescate.
Así se refleja en las actas de esa reunión, hasta ahora desconocidas y a las que ha tenido acceso Reuters, que muestra que casi la mayoría de miembros del consejo del fondo pensaban que el programa no iba a funcionar.
"Tenemos serias dudas sobre el enfoque", dijo entonces Paulo Nogueira Batista, representante de Brasil en el consejo en aquella reunión, y que advirtió de que las previsiones eran excesivamente optimistas. Otro ejemplo fue el del indio Arvind Virmani, quien dijo que el programa era una "carga gigantesca" que la economía griega "apenas podría soportar".
Sin plan B
Sin embargo, todas las advertencias cayeron en saco roto ante la fortaleza del entonces director gerente, el francés Dominique Strauss-Kahn, y su entorno, que temían por la amenaza que suponía Grecia para el conjunto de la Eurozona. Habían decidido meterse de lleno en la crisis, y aquellos que levantaron la voz se llevaron una contenstación muy dura, según las actas.
"Vamos a dejar claras un par de cosas. No hay plan B, hay un plan A y la determinación de hacer que el plan A funciona. Y eso es todo", respondió tajantemente John Lipsky, subdirector gerente del FMI entonces y que presidía la reunión. Cinco años después, y tras el mayor rescate de la historia, Grecia impagó al propio FMI, siendo la primera economía desarrollada en hacer default. Y lo peor es que el país sigue sin recuperarse y ha necesitado un nuevo rescate para seguir adelante.
La agencia Reuters ha realizado nuevas entrevistas e investigado los archivos del FMI para tratar de sacar a la luz las divisiones y los problemas dentro del fondo, tanto entonces como ahora. La conclusión que se desprende de su investigación es que Strauss-Kahn dirigió al fondo por un camino que se sabía erróneo, y que los no-europeos dudaban de que fuera a funcionar.
En primer lugar, el FMI manipuló sus propias normas. No hizo caso de la prohibición de prestar dinero a países (como Grecia) que no fueran capaces de pagar sus deudas. Además, permitió que los políticos europeos marcaran las condiciones del rescate, evitando en un principio una reestructuración de la deuda y amoldando las previsiones económicas a objetivos políticos.
El fracaso en Grecia todavía pesa en el seno de la institución ahora dirigida por otra francesa, Christine Lagarde. Por ello, el FMI se niega a participar en un nuevo programa de ayuda menos que se permita una reestructuración de la deuda a una escala a la que Europa no está dispuesta. Strauss-Kahn dejó el cargo en 2011 y los defensores de su actuación aseguran que no tenían otra opción, que el fondo se saltó sus políticas anteriores para evitar que Grecia causara un caos financiero. De hecho, en un principio el rescate sí que evitó el contagio, se evitaron pérdidas potenciales desastrosas y otros países europeos siguieran adelante con sus propios programas de reforma.
Grecia nunca iba a devolver su deuda
Pero Grecia ha pagado un precio enorme. Un economista senior del FMI, aunque está de acuerdo en que la institución debía intervenir, dice que el rescate "objetivamente hizo que Grecia fuera a peor. Estás prestando dinero a un país que ya no puede devolver su deuda, y eso no está en nuestro mandato".
Otra razón por la que la participación fue problemática fue porque en un principio Europa no quería que entrara el FMI, cuyos 'clientes' suelen ser pequeños países emergentes que necesitan préstamos mientras realizan cambios estructurales. Pero Grecia era diferente: una economía avanzada dentro del euro, y parecía impensable que un país de esas características necesitara un rescate del fondo.
En lugar de ello, los europeos querían resolver el problema de Grecia en casa, especialmente París y su entonces presidente Nicolas Sarkozy. George Papaconstantinou, ministro de finanzas griego entre 2009 y 2011, recuerda que Sarkozy dijo que "nunca dejaré que entre el FMI en Europa".
Precisamente Lagarde era entonces la ministra de Finanzas de Sarkozy, y estaba de acuerdo con Sarkozy. En declaraciones a Reuters asegura hoy que "hablaba con la esperanza de que Europa pudiera reunir un paquete suficiente para demostrar que podía arreglar sus propios asuntos". Jean Claude Trichet, entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE) deja claro también que quería que Europa liderara el asunto. "No era hostil en un principio a una intervención del FMI. Pero si que estaba totalmente opuesto, públicamente y de manera clara, a la idea de que el FMI fuera solo", explica hoy en sus propias palabras a Reuters.
"Todo el mundo ignoró el problema"
El debate sobre la participación del FMI fue nocivo. "En los libros de historia se mirará atrás y se dirá que fue un aprendizaje valioso", explica un ex alto cargo del FMI sobre los esfuerzos europeos de ir solo. "Desde otro punto de vista, todo el mundo ignoró el verdadero problema". Pronto quedó claro que los esfuerzos iniciales europeos para calmar a los mercados financieros iban a fracasar, y la crisis de confianza en la Eurozona amenazaba con infectar a otros países.
Entonces, según asesores de la canciller Angela Merkel, la propia Merkel comenzó a insistir en que el FMI se uniera al rescate, calificando al BCE y a la Comisión Europea como blandos y vulnerables a las influencias políticas. "Se llamó al FMI por una razón muy simple. Merkel llegó a la conclusión de que la Comisión no era creíble y que lo único que convencería al mercado sería el FMI", mantiene Papaconstantinou.
Pero la idea tenía dificultades obvias. Grecia no tenía una moneda que devaluar para ayudar a las exportaciones y al turismo, ni un banco central para acomodar la política monetaria a sus propios intereses, dos herramientas que el FMI suele utilizar en sus programas de ayuda habituales.
Además, este tipo de programa iba contra sus propias normas: solo puede prestar a países si hay "una probabilidad alta" de que su deuda total sea sostenible, básicamente, que el país sea solvente. Pero nadie en el FMI creía que Grecia lo fuera: su enorme déficit y su deuda disparada apuntaban a un más que probable default.
Llegados a ese punto, Strauss-Kahn y su equipo reescribieron las normas. Con la nueva formulación, los países que se juzgaran como de importancia "sistémica" podrían recibir ayuda aunque no encajaran en los criterios de solvencia. Y Grecia, como parte de la Eurozona, podría encajar en esa definición.
De este modo, Strauss-Kahn embarcó al FMI como parte de la troika, algo insólito ya que ir de la mano de la Comisión y el BCE limitaba mucho la capacidad de una institución acostumbrada a lidiar directamente con los gobiernos. Por si fuera poco, Europa quería mantener el control del rescate e imponer sus propias condiciones, atando todavía más de manos a la institución.
Y esta situación preocupaba dentro del fondo. James Boughton, ex economista del FMI e historiador del fondo, recuerda que parecía que a Europa no le importaba lo que le pasara a Grecia mientras el sistema financiero europeo estuviera protegido. Boughton, que ahora trabaja en el Center for International Governance Innovation en Canadá, cree que el FMI debería haber presionado más y que Strauss Kahn "cometió un error táctico al dejar al FMI atrapado en la troika". Y, como se ha visto después, el principal problema era la ausencia de una reestructuración de deuda. "Estaba absolutamente claro, no para todos, pero sí para una gran mayoría, que se necesitaba una reestructuración", añade.
Europa negó cualquier opción
Pero en Europa no se dio la opción: se opusieron frontalmente a la reestructuración, ya que temían que los bancos, hasta arriba de deuda griega, colapsaran y que otros países con problemas también pidieran también sus propias reestructuraciones.
Por ello, el FMI presentó un programa sin esa reestructuración o quita, no porque pensaran que Grecia iba a devolver hasta el último euro, sino porque los europeos no consintieron otra cosa. "Las autoridades descartaron la opción por adelantado y no se dieron alternativas", dijo Paul Thomsen, jefe del FMI para el programa griego, de acuerdo con las actas de la reunión de 2010. "Nuestro escenario es que podemos poner a Grecia en un camino fiscal creíble", añadió en dicha reunión. Así que el FMI tragó y dejó la quita para más adelante.
El problema es que el rescate fracasó, como muchos en el fondo habían previsto. Según Papaconstinou, llegados a ese punto Strauss-Kahn finalmente se plantó ante Merkel y un año después, en mayo de 2011, retomó la idea una reestructuración de deuda para Grecia. Entonces, cuando se preparaba para ir a ver a la canciller, fue arrestado en Nueva York acusado de violación de una empleada de un hotel. El escándalo se desató y Strauss-Kahn tuvo que dimitir, aunque finalmente no fue condenado tras llegar a un acuerdo con la demandante.
El encuentro entre Merkel y Strauss-Kahn no se produjo, los cambios en el fondo retrasaron las negociaciones sobre una hipotética quita para Grecia, lo que según algunos fue clave. "No digo que hubiera convencido a Merkel, pero las discusiones (sobre la reestructuración de la deuda" hubieran empezado mucho antes", añade el ex ministro de Finanzas griego.
Fracaso, quita y vuelta a empezar
A ojos de los funcionarios griegos, tanto el FMI como la troika no entendían las limitaciones de la economía griega, y los enviados de la entidad en Atenas trataban de explicar las particularidades de Grecia a sus colegas en Washington. Una política fracturada, los intereses creados y poder de los oligarcas hacían muy difícil que las reformas se implementaran. Pero el mensaje no caló. "No eramos conscientes que los griegos no tuvieran ni el sistema, ni los controles ni la burocracia necesaria para cumplir", asegura un funcionario del fondo.
Al final, Grecia conseguiría su quita, y los acreedores privados asumieron unas pérdidas de alrededor del 50% sobre los 200.000 millones de euros de bonos griegos que tenían. Pero al mismo tiempo, Grecia tenía que pedir otros 130.000 millones para un segundo rescate, y en el FMI seguían las dudas sobre la viabilidad del nuevo programa que debían implementar las autoridades helenas.
Una vez cerrado el acuerdo en febrero de 2012, la propia Lagarde comenzó a expresar su escepticismo sobre el acierdo. Gikas Hardouvelis, asesor del entonces primer ministro Lucas Papademos, asegura que la directora gerente no creía que fuera el acuerdo definitivo y les avisó: "No celebréis, en tres años volveréis a pedir más dinero".
El tiempo ha dado la razón a Lagarde. En el FMI la mayoría sigue culpando a los políticos griegos, mientras que desde el país heleno se apunta algunas medidas propuestas por la troika, como las rebajas de salarios. El fondo ha reconocido que se equivocó en sus previsiones, especialmente en el daño que supondrían los recortes en un país que dependía tanto del gasto público.
Tensiones dentro del FMI
Una vez superado el segundo rescate, que ni siquiera se llegó a desembolsar por completo, el FMI no ha decidido si participará en el tercer rescate de Grecia. Se espera que sí, pero no antes de que Europa dé algunas concesiones a Grecia sobre su deuda. Dado la mayor parte de la deuda es con otros gobiernos, nadie cree en una solución rápida. Mientras, las tensiones dentro de la institución continúan. Algunos miembros quieren eliminar la reformulación, a medida de Grecia, que introdujo Strauss-Kahn, pero EEUU se opone y cree que la regla que permite excepciones se debe mantener.
Otro efecto secundario ha sido el cuestionamiento del dominio que tiene EEUU y Europa sobre la institución. Aunque se espera que Lagarde renueve su mandato, China, India, Brasil y otros países no occidentales quieren tener más peso en la organización. Tras el papelón en Grecia, argumentan, algo tiene que cambiar.
De cara al futuro, parece que Lagarde no está dispuesta a repetir los errores del pasado. Por eso ha sido muy crítica con la Eurozona y ha pedido claramente un alivio para la deuda de Grecia. Algunos informes del FMI fueron debidamente filtrados, algo que no parece desde luego un accidente: el fracaso de los rescates anteriores a provocado un intenso debate interno en el seno de la institución multilateral.
Boughton, el historiador y ex economista del FMI, concluye: "El FMI, cinco años después del hecho, dice públicamente que no se puede resolver el problema sin una gran reestructuración de la deuda. Está muy bien que lo digan ahora, pero lo deberían haber hecho en 2010".