Se va acercando el momento del reconocimiento. Las autoridades europeas ya hablan abiertamente de la salida de Grecia del euro. Si primero fueron los gobiernos de Alemania y Austria los que abrieron la puerta a que sucediera, hoy el turno ha sido para el guardián del euro, el Banco Central Europeo (BCE).
En unas palabras al diario británico Financial Times, el gobernador del Banco Central de Bélgica y miembro del consejo del BCE, Luc Coene, reconocó que una salida de Grecia "sería posible", mostrando como empieza a perderse completamente la paciencia ante la incapacidad de Grecia de formar gobierno y las dudas sobre su compromiso para llevar a cabo los recortes y reformas exigidos a cambio de su rescate.
"El ideal sería que todos los miembros permanecieran en el club, eso sería los mejor para todos, incluido para los griegos. Pero, por supuesto, si un miembro decidiera que no sigue teniendo interés en serlo, debes permitir que salga, es parte del sistema democrático".
En el pasado, desde el BCE se ha advertido de las desastrosas consecuencias de una salida de Grecia del euro mucho más allá de las fronteras del país, pero va cambiando su discurso. "El divorcio nunca es suave. Pero imagino que un divorcio amistoso, si alguna vez fuera necesario, sería posible, pero yo seguiría arrepintiéndome", añadió Coene.
Eso sí, Coene sugirió que las consecuencias ya no serían tan catastróficas como antaño, ya que se han construido cortafuegos para evitar el contafio, como el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, que "sería suficiente por el momento y tengo confianza en que si las circunstancias muestran que será necesario más, habrá más".
Sobre las peticiones de que el BCE haga algo más, especialmente sonoras las de Citi la semana pasada pidiendo imaginación y sacar el helicóptero, Coene se refugió en el lenguaje habitual de banquero central, insistiendo en que no se comprometen de antemano con nada, pero dio a entender que mayores intervenciones quedan todavía lejos.
Eso sí, reconoció que las nuevas previsiones del BCE, que se publicarán el mes que viene, podrían mostrar un leve deterioro del crecimiento (en comparación con las previsiones de marzo, "pero nada dramático o fundamental". Así, dejó claro que el BCE "no puede resolver los problemas fundamentales. Solo podemos comprar tiempo, y hay un límite de tiempo que podemos comprar. Una de las lecciones que hemos aprendido es que los tipos de interés bajos duante demasiado tiempo crean nuevos problemas".
Asimismo, reconoció que las megainyecciones de liquidez a 3 años a la banca tienen efectos similares a las compras de activos llevadas a cabo por la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra. "No veo diferencia entre lo que estamos haciendo ya y el quantitative easing".
Preguntado sobre si habría alguna posibilidad de nuevas inyecciones de liquidez a 3 años, Coene advirtió de que "se pueden hacer muchas cosas, pero si no tienen efectos, ¿cuál es su utilidad? Esto es básicamente una crisis de confianza. La política monetaria no puede cambiar fundamentalmente la percepción sobre la confianza. Las cuestiones son sobre perspectivas de crecimiento, perspectivas de crecimiento, la solidez del sistema bancario... no podemos estimular la economía como tal".
A pesar de las peticiones de François Hollande de compras de bonos soberanos, Coene insistió que el programa del BCE debe permanecer inactivo, y recordó que cuando en agosto se reactivó para ayudar a Italia, Berlusconi se retractó de algunas medidas de reforma a las que se había comprometido.
Sin embargo, queda la posibilidad de alguna medida más. "En mi opinión no hemos alcanzado el límite cero (respecto a los tipos de interés), pero desde el lado de las medidas no convencionales existe claramente potencial para dar más pasos si fuera necesario, dependiendo de las circunstancias que se mediante medidas nuevas o antiguas. No creo que hayamos agotado nuestros instrumentos al respecto".