Aunque las autoridades europeas se han esforzado en lanzar el mensaje de que la quita de Grecia es un caso único, el mercado apuesta por que la economía portuguesa también necesitará más ayuda porque es incapaz de pagar lo que debe. Los recortes no son suficientes y, en muchos casos, son perjudiciales para las arcas del Estado.
Las largas y complicadas negociaciones sobre la quita de Grecia podrían repetirse con Portugal porque el mercado comienza a dar por hecho que no hay alternartiva: el país no podrá atender sus pagos y, por tanto, o recibe un segundo rescate o deberá negociar una quita para aligerar el peso de la deuda pública -o una mezcla de ambas-.
"El mercado ya ha comenzado a valorar la posibilidad de que otros países del euro, como Portugal, precisen de nuevas ayudas financieras", confirma José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España.
Estos augurios se tradujeron ayer en un castigo mayúsculo para los bonos portugueses. El rendimiento de los títulos a 10 años se disparó más de dos puntos porcentuales, del 15,22 al 17,39%. No sólo se trata del nivel más alto de la historia, sino que es más del doble que la cota a la que estaba a comienzos de abril de 2011, que fue cuando Lisboa pidió el rescate a las autoridades europeas.
Además, es la rentabilidad que mostraban los bonos griegos en septiembre de 2011, cuando el mercado daba por hecho su impago.
Siguiendo la estela de ese rendimiento, la prima de riesgo de Portugal, medida por la diferencia entre la rentabilidad de los bonos lusos y alemanes a 10 años, escaló de los 1.336 a los 1.560 puntos básicos, una brecha sin precedentes.
Hoy parece que los ánimos se han relajado y el riesgo país de Portugal cae un 4% respecto al cierre de ayer, por debajo de los 1.500puntos básicos, con la rentabilidad de los bonos a diez años bajando hasta el 15,3%.
Ajustes sin resultado
Portugal recibió ya una ayuda de la Unión Europea de 78.000 millones de euros, pero como ha ocurrido en el país heleno, este cheque y los duros ajustes que se exigieron por él no han sido la solución para su economía y su solvencia.
Las medidas fiscales y económicas que ha llevado a cabo el gobierno portugués han sido duras. Hay que recordar, por ejemplo, la eliminación de festivos para aumentar la productividad, la reforma laboral con la instauración de un despido de diez días por año trabajo, la implantación de un impuesto especial a la paga extra de Navidad de los funcionarios o el establecimiento de un sistema de prepago de peajes para extranjeros en sus autopistas.
Con este panorama, cada vez surgen más voces en el mercado y entre economistas que consideran que la austeridad y los ajustes no son la solución para las economías periféricas de la zona euro.
La UE exige más y más austeridad, lo que está provocando que las economías se frenen y entren en una importante recesión, lo que hace más difícil corregir los déficit porque cae la recaudación vía impuestos. Es un círculo vicioso en el que ya se encuentra Portugal, que puede reventar el euro.
En la misma línea, Wolfgang Münchau, columnista de referencia del diario Financial Times, avisa de que una política de excesiva austeridad con el fin de cumplir los objetivos de déficit establecidos puede resultar "tóxica" para las economía. Y en este caso se refiere a España, cuando dice que puede seguir el mismo camino que Grecia.