
Irlanda pasa de la magia del apalancamiento al dolor del rescate financiero de carácter supranacional.
Desde su ingreso en Europa en el año 1973, cuando se convirtió en territorio legal europeo, y la adopción del euro en 1999 (entonces una moneda fuerte y estable, que eliminaba el riesgo cambiario y los costes de transacción de la libra irlandesa), la República de Irlanda se transformó en el Tigre Celta. En este periodo la isla fue capaz de desarrollar una de las economías más dinámicas de Occidente, con índices de crecimiento muy superiores a la media de la Unión Europea.
Por población (5 millones de habitantes aproximadamente), superficie (70.000 Km2) y tamaño del PIB (150.000 millones de euros) no se trata de uno de los "grandes" de la UE, comparada con Alemania, Francia, Reino Unido, Italia o incluso España. Sin embargo, la tasa de crecimiento de su economía en la ultima década del siglo pasado, así como en los primeros años del actual, le permitieron alcanzar una renta per cápita de 27.000 euros, muy superior a la de Portugal o Grecia e incluso más elevada que la de España (24.000 euros), y que la sitúa en el primer tercio de los países de la Unión Europea.
Referencia en servicios
De ser una economía agraria ha pasado a ser una referencia de las "economías de servicios", habiendo aprovechado muy bien en su momento todas las ayudas de los Fondos de cohesión y Fondos estructurales que tan generosamente concedió la entonces Comunidad Económica Europea. De hecho, es posible que, junto con Italia y España, sea el Estado miembro que mejor rendimiento ha sacado de dichas ayudas, destinadas a la mejora de infraestructuras y el desarrollo regional.
Irlanda ha tenido una importantísima inversión directa extranjera, especialmente de las multinacionales occidentales en el sector servicios, pues tiene el impuesto de sociedadesmásbajodeEuropa, un12,5 por ciento, además de una cualificadamanode obra, en particular en lo referido al sector financiero.
Grandes desequilibrios
Al examinar su cuadro macroeconómico, se observa que las finanzas públicas muestran importantes desequilibrios: por un lado, un ratio Deuda/PIB del 65 por ciento, que si bien compara peor que España (62,8 por ciento) es más bajo que el de Alemania, Francia o Reino Unido y desde luego mucho mejor que el de Grecia (126 por ciento); y por otro un ratio déficit público/PIB que actualmente se estima en un 32 por ciento, cifra sin comparación posible con la de cualquier otro país (España el 9,3 por ciento y Grecia el 14 por ciento).
Mientras que en la mayoría de los Estados con problemas de déficit público se trata un problema estructural de ingresos y pagos (el Estado gasta mucho más que ingresa), en Irlanda responde en gran medida a la sobredimensión de su sistema financiero (equivalente 7 veces al tamaño del PIB, mientras que el de España es de aproximadamente 3 veces, e Islandia se trata de un caso extremo, con un ratio de casi 10 veces y finalizó en el colapso), al apalancamiento desproporcionado, así como a la mala gestión del riesgo por parte de los bancos, que han incurrido en pérdidas por valor de 80.000 mil millones (más de la mitad del PIB).
Irlanda, al igual que Estados Unidos, Reino Unido o España, fue incubando en los últimos años una inmensa burbuja inmobiliaria (tipos bajos durante mucho tiempo y apalancamiento bancario, familiar y empresarial fuera de control). Con el estallido de la burbuja afloran esas gigantescas pérdidas bancarias, que podrían incluso ser superiores si el precio de los activos inmobiliarios sigue cayendo.
De hecho, el Estado ha nacionalizado la banca, al dar su garantía a toda la deuda, y desde hace tiempo ha empezado a cubrir sus pérdidas. Sin embargo, la magnitud de éstas constituyen una carga insoportable y no manejable por el Tigre Celta, pues ha elevado el déficit a esa asombrosa cifra del 32 por ciento. Por ese motivo se contempla como única solución un rescate "supranacional" y no soberano.
No hay que olvidar que fue Irlanda quien, en octubre del 2008, mediante una resolución unilateral, elevó su Fondo de Garantía de Depósitos sin ningún límite. Esa medida obligó en su momento a la Unión Europea a armonizar los importes a cubrir, estableciendo un mínimo de 50.000 euros por titular y banco, aunque luego casi toda Europa lo ha elevado a 100.000 euros (España incluida). El objetivo de la medida era evitar una situación de pánico y fuga de ahorro hacia Irlanda, y es posible que esta decisión fuese un primer aviso de la magnitud del problema.
Extendida a todos los bancos
En Irlanda esta garantía sin límite se extiende a todos los bancos (residentes o no), con una importancia sistémica para la economía de la isla. La necesidad de mantenerla obliga a su revisión cada seis meses en función de las condiciones de mercado, y de hecho se prorrogará hasta bien entrado 2011.
En la actualidad, la dependencia en términos de liquidez de Irlanda respecto al Banco Central Europeo es elevadísima (130.000 millones de los bancos y 35.000 millones del propio BCE). La banca española, por el contrario, ha logrado reducir esa dependencia a menos de 70.000 millones. En este sentido, la dimensión del PIB y de los sistemas bancarios no tienen comparación entre los dos países.
El riesgo de default del sistema bancario, y en definitiva del riesgo soberano irlandés, ha atenazado a los mercados por las consecuencias que puede acarrear y por el pernicioso efecto que tendría en la deuda de otros países con problemas de déficit, ya que incrementaría la prima de riesgo y, por consiguiente, el coste de financiación hasta niveles no asumibles.
El gobierno irlandés afirma que tiene cubiertos sus vencimientos de deuda a corto plazo hasta abril del 2011, e inicialmente negaba la necesidad de un rescate, ya que con las elecciones parlamentarias el próximo día 25 de octubre, teme que un rescate "ortodoxo" suponga el fin de su soberanía fiscal con aumento de impuestos (especialmente el impuesto de sociedades, situado en el 12,5 por ciento, banderín de enganche para atraer a las multinacionales extranjeras). Es verdad que el país anuncio un durísimo plan de ajuste fiscal para reducir el déficit al 3 por ciento en el 2014, pero el rescate bancario se escapa del alcance del Estado, dadas las magnitudes de las pérdidas: sólo en el tercer trimestre, Bank of Ireland anunció pérdidas por valor de 10.000 millones, y se estima que Anglo Irish bank necesitará unos 15.000 millones (10 por ciento del PIB). Además, hay que refinanciar 110.000 millones de vencimientos bancarios en los próximos tres años.
El Gobierno ha accedido finalmente a dialogar con la Comisión Europea, el BCE y el FMI, cuyos expertos están tratando de cuantificar el importe del rescate, que podría cifrarse entre 50.000 y 100.000 millones de euros según se intente cubrir todo el déficit o sólo las pérdidas bancarias.
La pretensión del Gobierno de Brian Cowen es obtener un préstamo del BCE a muy bajo tipo de interés, y sobre todo evitando la intervención de los organismos internacionales en la elaboración de su presupuesto, con la consiguiente pérdida de soberanía fiscal. Sin embargo, el BCE, con su política antiinflacionista y su deseo de retirar las medidas excepcionales de ayuda de liquidez, no aceptará.
Está claro que, a pesar de haber dedicado unos 45.000 millones a cubrir las pérdidas bancarias, el Ejecutivo irlandés no puede seguir aumentando ese déficit, por lo que va a aceptar el rescate conjunto con las condiciones que los organismos internaciones le impongan:Fondo contingente con disponibilidad amedida que surjan las necesidades, aumento de impuestos (incluyendo el de sociedades) y total control de la ayuda, sea para el saneamiento de la banca o para reajustar el desequilibrio de gastos e ingresos públicos. Lea aquí el resto de la noticia en la edición impresa de elEconomista.