
Cuando hace unos meses comenzamos a planificar el décimo aniversario de elEconomista, nos planteamos hacer una pausa en la frenética actividad que vivimos los profesionales de la comunicación para volver la mirada sobre aquellos aspectos que mejoran nuestra calidad de vida o la de nuestros usuarios y lectores. Enseguida surgieron actividades como la promoción de la lectura, del deporte, de la buena gastronomía y, por supuesto, del cuidado del medioambiente.
El calentamiento global avanza a pasos agigantados. Todos quedamos preocupados después de haber visto documentales sobre la pérdida de miles de kilómetros helados en los polos del planeta, que actúan como los reguladores del clima. La temperatura media se incrementó en el último año más que en toda la década anterior.
Urge una rápida actuación por parte de empresas, instituciones y ciudadanos ante la desesperante lentitud en la aplicación de los tratados internacionales, como el reciente Acuerdo de París. El apoyo a las energías limpias es imprescindible si queremos dejar un mundo mejor a las futuras generaciones. Ni siquiera Donald Trump va a lograr cambiar esta inquietud, cada vez más arraigada entre los ciudadanos de todos los rincones del planeta. Flaco favor hará el nuevo presidente de Estados Unidos al mundo si reniega de los compromisos de su país.
Pero, además de recoger en un amplio suplemento, como el que tiene en sus manos, las iniciativas por el medioambiente que impulsan las grandes empresas españolas, nos planteamos poner nuestro granito de arena.
Los periodistas solemos ser muy críticos con la realidad que nos rodea, pero rara vez nos preguntamos qué hacemos nosotros mismos para mejorarla. La típica cuestión sobre "¿qué hace usted por su país?" puede trasladarse a otros muchos ámbitos de la vida.
Las empresas editoras de periódicos estamos entre las más contaminantes debido al proceso de fabricación del papel, que llega cada día a los quioscos, y a la tinta empleada en la elaboración de las ediciones diarias.
Es verdad que la industria papelera cumple a rajatabla su compromiso de repoblar cada año todos los árboles que tala para la producción de pasta de papel. Pero los medios de comunicación también tenemos una responsabilidad con el medioambiente.
En este punto, tengo que agradecer la colaboración de la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, quien me sugirió la idea de medir nuestra huella de carbono y puso a mi disposición el asesoramiento de los funcionarios de la dirección general de Medio Ambiente. En paralelo, los técnicos de Aenor también certificaron las emisiones de Ecoprensa, editora de elEconomista.
Con este tremendo respaldo y la ilusionante tarea de volver a ser pioneros, como lo fuimos desde nuestro nacimiento en Internet, nos pusimos manos a la obra. Hace ya varias semanas que el Ministerio de Agricultura nos otorgó la acreditación, que nos convierte en el primer medio de comunicación español en conocer sus emisiones.
La investigación no ha logrado crear una industria dedicada a capturar el CO2, que sería la solución aportada por muchos expertos para eliminar los elementos tóxicos de la atmósfera. La única manera es mediante la extensión de masas arbóreas que contrarresten la contaminación.
El segundo paso, y el más importante, se producirá a partir de ahora. En el próximo año, plantaremos la superficie forestal necesaria para compensar nuestra actividad contaminante y nos encargaremos de conservarla durante toda la vida. Un grano no hace el granero, pero ayuda. elEconomista entra así a formar parte del club de empresas que cuidan el medioambiente, cuyas actividades describimos en este número, y animamos a los demás a seguir el ejemplo.