Motor

¿Nos pondrán en peligro los vehículos autónomos? Algunas consecuencias del coche de Google

El futuro de la movilidad parece estar definido por los coches sin conductor: la mayor parte de los grandes fabricantes de automóviles están ya desarrollando su propia tecnología de vehículos autónomos e, incluso, Google ya ha presentado su primer prototipo. Pero ¿qué pasará cuando ya no sea preciso que alguien pilote el coche en el que viajemos?

Las consecuencias de una eventual implantación masiva de estos coches inteligentes, aún teóricas, serían múltiples y afectarían diferentes vertientes de nuestra vida cotidiana:

Consecuencias legales

Tomando como referencia el primer coche fabricado por Google, que ni tan siquiera dispone de volante o pedales de acelerador y freno, ya no será necesario carné de conducir para 'manejar' (habrá un único botón de arranque y detención de emergencia) el vehículo en el que viajemos. Así pues, ¿qué ocurrirá si un coche de este tipo comete una infracción? ¿Quién deberá responder a la consecuente sanción? En principio, nunca violarían ninguna de las normas vigentes en cada momento y lugar y, de hecho, Google presume de no haber recibido una sola multa en los cientos de miles de kilómetros que acumula.

En cualquier caso, ¿y si cometiera una infracción o provocara un accidente? En ese caso, surge la duda de quién debería pagar por ello. En principio, el responsable del coche sería su propietario pero ¿es lícito atribuir dicha responsabilidad a alguien que no manejaba el vehículo en lugar de a quien diseñó el software en cuestión?

Ron Medford, responsable del proyecto de coches autónomos de Google, es claro al respecto: "Pensamos que la multa debe ir a la empresa, ya que las decisiones no las toma el el individuo", afirma en declaraciones recogidas por The Atlantic. Medford, antiguo director de la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA), defiende que la legislación debe adaptarse cuanto antes a este nuevo paisaje de movilidad llamada, según él, a protagonizar la actividad vial en el futuro.

Consecuencias éticas

Como seres autónomos que son, coches como el de Google pueden desencadenar muchas de las implicaciones morales propias de la robótica que han protagonizado un debate ético durante décadas. Un caso paradigmático que ejemplifica el dilema es el siguiente: si hubiera un accidente inevitable, ¿debería tu propio coche ponerte en peligro con el fin de salvar un mayor número de vidas?

Los ejemplos posibles son múltiples y plantean todo tipo de debates morales, tal y como reflexionaba Xataka hace unas semanas citando al científico Noah Goodall: una familia cruza imprudentemente la calle y para evitar el atropello el coche debe impactar contra un objeto (o incluso contra otra persona) poniendo en riesgo nuestra vida; o, inevitablemente hay que colisionar bien contra un motorista con casco o con uno sin casco... ¿A quién se penaliza: al responsable con menos riesgo de lesiones o al irresponsable con más riesgo?

El problema, como la mayor parte de conflictos éticos, no tiene fácil solución, aunque destacan las opiniones que reivindican, en esos casos, decisiones aleatorias que simulen el comportamiento humano en tales circunstancias.

Consecuencias económicas

A pocos se les escapa ya que con la implementación de los coches autónomos serán muchos los negocios que pueden verse afectados. Para empezar, el mismo sector de la automoción, que comienza a ver una amenaza en los gigantes tecnológicos que en los últimos años han centrado parte de su actividad en el terreno de la movilidad. Si los grandes fabricantes se quedan atrás en la carrera por el desarrollo de los vehículos inteligentes podrían perder una parte de su liderazgo innovador para pasar a depender más de los productos de las compañías tecnológicas.

También podrían afectar al sector del transporte, tanto público como privado: ya no será necesario carné de conducir para movernos en coche y, muy probablemente, ni siquiera será preciso poseer uno; si se constituye una red de este tipo de vehículos compartidos bajo el modelo del carsharing, el taxi, tal y como hoy lo conocemos, dejará de tener sentido. Es más, gracias al uso de las tecnologías de geolocalización y los datos personales registrados en redes sociales, los usuarios podrían recibir descuentos y recomendaciones personalizadas.

Otro de los sectores que podría verse afectado por los coches autónomos es el de las aseguradoras: si éstos minimizan la probabilidad de accidente hasta prácticamente cero, ¿hasta qué punto no se vería amenazado el negocio de las empresas de seguros de vehículos? La integridad de los ocupantes dejaría entonces de correr el riesgo que sufren en la actualidad, por lo que sería lógico que, aun cuando hubiera que asegurar el vehículo ante el daño de terceros, el precio de las primas cayera notablemente. De hecho, estando lejos todavía ese momento, ya existen algunas empresas en Reino Unido que han empezado a aplicar descuentos a los clientes que tienen coches con distintos sistemas y asistentes de seguridad.

Y así un sinfín más de consecuencias que irán surgiendo conforme vaya evolucionando la tecnología de los coches autónomos, así como su implantación real en el mercado, y que demuestran que los legisladores deben estar ágiles para adaptar las normas actuales a los desafíos que la movilidad del futuro plantea. De momento, las presiones de los lobbys consiguen frenarlo pero ¿por cuánto tiempo?

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