
El Gobierno de Carles Puigdemont cumple hoy cien días de mandato sin ningún cambio sustancial en la tan proclamada hoja de ruta independentista. El plazo que se autofijaron Junts pel Sí y la CUP para proclamar la república catalana y celebrar unas elecciones constituyentes fue de 18 meses. Un término que está cada vez más cerca a pesar de que los debates siguen enquistados en cuestiones estériles como si hay que hacer una declaración "unilateral o no", o si hay que "desobedecer o desoír al Constitucional". Hoy, Puigdemont presenta su plan de gobierno.
Por ahora la realidad empresarial sigue ahí, y el Gobierno de Convergència i Unió que se autodenominaba Business Friendly en 2010, ha pasado con JxSí al otro extremo e incluso llega a plantear expropiaciones de concesiones a empresas por errores, en muchos casos, de la propia administración.
La alta presión fiscal y la inseguridad jurídica ante una hipotética independencia hacen que cada vez más empresarios decidan hacer las maletas e irse a Madrid. Lo cierto es que los datos de idas y llegadas de empresas son negativas para Cataluña. Desde enero de 2016, cuando Puigdemont accedió al cargo, más de 200 empresas se han fugado de tierras catalanas, mientras que el número de las que desembarca es menor y las diferencias son relevantes al comparar los movimientos entre Madrid y Barcelona. En febrero y marzo se fueron a la capital española 30 y 48 compañías y, en comparación, se instalaron en la Ciudad Condal 7 y 18. En abril, el saldo es de 34 a 7.
Por el momento, ninguna de las iniciativas de Puigdemont han estado enfocadas a mejorar el contexto impositivo y la seguridad jurídica. El president se ha limitado a impulsar cinco proyectos de ley. Ninguno de ellos anticipa una rebaja fiscal, sino todo lo contrario.
Además, el trampolín para poder impulsar acciones de gobierno reales y que permite vislumbrar si el Govern va en serio con su "desconexión" independentista no tiene ni un simple esbozo y la nueva propuesta de presupuestos no se presentará hasta junio.
Revolución sin sonrisas
Aunque el problema que tiene Puigdemont no es sólo económico, también político. El independentismo se autoadjudicó el apelativo de la revolució dels somriures (la revolución de las sonrisas). Pero lo cierto, es que en la práctica y tras las elecciones de septiembre, en el seno del independentismo ha habido de todo menos sonrisas.
El resquemor de Convergència con la CUP por negarse a investir a Artur Mas sigue latente. La CUP quiere probar en todo momento la implicación independentista del Govern. Demostraciones que no gustan en CDC y que se interpretan como "reválidas" que no creen que tengan que hacer.
En cualquier caso, la tan ansiada "desconexión y desobediencia" que se proclamó con una resolución en noviembre; y una moción en abril, no ha sucedido en la práctica y se ha limitado a una mera gesticulación. Pero el problema no es sólo con la CUP. JxSí es un polvorín interno, donde CDC y ERC chocan en cuestiones como BCN World o los plazos para lograr la independencia. En este escenario surge otro protagonista, un viejo conocido de la política como Artur Mas, que ha frenado el discurso de la nueva CDC llevándola al "soberanismo", más que al independentismo.
Tensiones internas en el secesionismo
CUP, un compañero incómodo
La relación entre 'JxSí' y la CUP fue accidentada desde el minuto cero. Los antisistema se negaron a investir a Mas "enviándolo a la papelera de la historia". Ahora pretenden fiscalizar minuciosamente la acción del Govern para vigilar si van en serio con la independencia.
ERC, un socio bajo sospecha
CDC y ERC nunca se han llevado bien. Y la prueba más concluyente es que la situación de acoso que vivió la CUP fue un déja-vu de la que pasó Junqueras un año antes. No están de acuerdo en muchas cuestiones como BCN World o sobre los plazos para proclamar la independencia.
Artur Mas, a la espera de hechos
El mismo líder nacionalista que había etiquetado el independentismo de "anticuado" se convirtió al independentismo en plena crisis de su partido. Ahora, lidera la refundación de su partido y apuesta por una CDC "soberanista" más que independentistas. Una conversión extraña.