Cinco ideas sobre la felicidad (4/5): felicidad en el trabajo

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Teniendo en cuenta que pasamos, al menos, un tercio de nuestra vida trabajando, y que es un deseo legítimo que todo ese tiempo sea lo más feliz posible, resulta interesante reflexionar sobre la manera en que el bienestar y el trabajo se relacionan. Como en muchas otras parcelas de nuestra vida, tendemos a pensar que si tuviéramos un trabajo mejor seríamos más felices, y sin embargo es posible que la relación sea la contraria.

Las personas que se sienten bien hacen mejores entrevistas de trabajo, son evaluadas más positivamente por sus supervisores, muestran mejor rendimiento y productividad, y desempeñan mejor tareas de gestión. También muestran menor probabilidad de mostrar conductas contraproducentes y burnout. Quizá sea porque las personas felices establecen mejores relaciones con otras personas y por tanto les es más sencillo el trabajo en equipo, o tal vez simplemente porque se sienten bien y disfrutan con lo que hacen.

Como quiera que sea, lo cierto es que de nuevo la felicidad en el trabajo parece seguir los mismos patrones que la relación entre felicidad y otros aspectos importantes de la vida. Según parecen mostrar los estudios longitudinales que se han hecho en este campo, no es que tener un buen trabajo sea la causa de la felicidad, sino que la felicidad precede a un mejor desempeño laboral.

Si somos felices todo es más fácil, incluso trabajar.

Cinco ideas sobre la felicidad (3/5): felicidad y éxito

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La relación entre felicidad y éxito es una de las complejas cuestiones que la investigación está comenzando a esclarecer. A primera vista, daría la impresión de que cuando las personas tienen éxito, se sienten más felices. Y por tanto, en muchos casos, esperamos a que los acontecimientos se pongan de nuestra parte o a que las cosas nos salgan bien para sentirnos felices. Sin embargo, puede que el enfoque correcto sea justo el contrario.

La felicidad está relacionada con el éxito en numerosas parcelas de la vida. Vemos a esas personas que han triunfado en la vida, y no nos extraña nada que parezcan y sean felices. Por tanto, todos esperamos tener éxito en esas facetas de la vida, puesto que suponemos que ello nos dará la felicidad.

Sin embargo, uno de los estudios más recientes y extensos que hasta la fecha se ha realizado parece concluir que la relación es justo la contraria: es la felicidad la que causa el éxito, y no al revés. En concreto, lo que los investigadores proponen  es que las personas más felices muestran conductas que provocan el éxito, tales como una percepción positiva de si mismos y de los otros, sociabilidad, cooperación, conducta prosocial, bienestar físico, solución de problemas o creatividad. En línea con esta idea, numerosos estudios han mostrado ya que la felicidad precede al éxito en el trabajo, las relaciones y la salud.

No se trata de tener éxito para ser felices, sino de ser felices para tener éxito.

Cinco ideas sobre la felicidad (2/5): felicidad efímera

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La felicidad puede parecer un concepto difícil de abordar, pero no por ello es menos interesante. Tanto la felicidad en el trabajo como en la vida personal, parece ser el objetivo último a conseguir puesto que intuimos que, si somos felices, todo lo demás es secundario. Uno de los conceptos científicos que conviene conocer en relación con la felicidad es del de “adaptación hedónica”, que más o menos quiere decir que, a no ser que tomemos medidas, ningún incremento de la felicidad es duradero.

Esto es lo que pasa con todas aquellas cosas buenas que nos ocurren: por ejemplo, un premio de la lotería, haber superado una enfermedad o mudarnos a una casa más amplia. Al comienzo nos sentimos más felices, pero con el paso del tiempo el efecto del cambio disminuye y poco a poco nos vamos adaptando a la nueva situación. Dice la investigación que para cada persona existe un nivel basal de felicidad y que tendemos a retornar a ella con relativa independencia de lo que nos pase.

Por ejemplo, lo cierto es que mientras que todos suspiramos por unos mayores ingresos, lo cierto es que la relación entre el dinero y la felicidad dista mucho de ser causal. Así, en el caso concreto de la felicidad laboral y el salario habría que retornar a Herzberg para recordar, por ejemplo, que este es uno de los factores que, si está ausente o es menor del esperado, produce insatisfacción, pero su presencia en sí misma no produce satisfacción o motivación. Por eso, en general, y tras un momento de euforia inicial, todos tendemos a retornar a nuestro nivel basal de felicidad tras un aumento de salario.

La legendaria capacidad de adaptación del ser humano, un soberbio recurso que también de manera inversa nos ayuda a volver a nuestro nivel basal de felicidad tras un acontecimiento adverso, y a acostumbrarnos a realizar tareas poco apetecibles que nos ayudan a lograr nuestros objetivos, también nos juega malas pasadas al hacer que la felicidad lograda por algo bueno que nos ha pasado en nuestras vidas sea momentánea.

Hay que luchar para no olvidar lo bueno que nos pasa.

Cinco ideas sobre la felicidad (1/5): una definición

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Ser feliz es una aspiración clara y legítima de la totalidad de la población, salvo quizá alguna rara excepción y, sin embargo, siendo un concepto tan extendido, se hace complejo intentar desenmarañar sus claves. Afortunadamente, cada vez hay más investigación seria sobre este tema, ayudándonos a una búsqueda de la felicidad eficiente y operativa, por mucho que parezca que estos términos no son de aplicación al concepto de felicidad.

Lo primero que deberíamos plantearnos es qué es la felicidad. Evidentemente cada persona tendrá su propia definición, aunque en general la mayoría de las personas identifican con la felicidad términos como prosperidad, dicha, despreocupación o gozo. Pensamos en ser felices y tal vez nos imaginamos momentos de suma satisfacción y deleite, en los que nuestro disfrute es intenso. Sin embargo, según muestra la investigación, la felicidad está más relacionada con la frecuencia en los sentimientos positivos que con su intensidad. Es decir, las personas que son más felices lo son porque a lo largo del día tienen muchos momentos en los que viven emociones positivas, con independencia de su intensidad. Por tanto la felicidad no se parece tanto a una explosión de gozo como a la suma de una serie de emociones positivas, como si estos sentimientos fueran un síntoma, y ese síntoma fuera crónico.

La felicidad auténtica es la felicidad crónica.

El músculo de la fuerza de voluntad

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Una de las ideas que conocemos acerca de la fuerza de voluntad es que nuestra reserva de esta capacidad es el mismo para todas aquellas tareas en las que la necesitamos, que fundamentalmente tienen que ver con la toma de decisiones o el control de los impulsos. Así que podríamos decir que la fuerza de voluntad es como un fluido que opera según el principio de los vasos comunicantes. Esto es interesante, entre otras cosas, porque también da pistas acerca de la manera de rellenar nuestras reservas.

Efectivamente, cuando ejercitamos nuestra fuerza de voluntad para una tarea, como por ejemplo concentrarnos en un informe de proyecto complicado, nuestro autocontrol disminuye también para otras tareas, como por ejemplo hacer ejercicio físico. Por este motivo es normal que después de una dura jornada de trabajo, a pesar de no habernos movido apenas, nos apetezca poco la actividad física. No es exactamente por el gasto energético en sí, sino porque nuestras reservas de fuerza de voluntad se han agotado.

La buena noticia, sin embargo, es que al ejercitar la fuerza de voluntad en un área de nuestra vida el resto de ellas también se benefician. Así pues si, por ejemplo, nos entrenamos en madrugar, seguramente será más sencillo que más adelante podamos encontrar la fuerza de voluntad necesaria para dedicar un tiempo a aprender idiomas, y a continuación encontremos más fácil disciplinarnos para ahorrar. Y así sucesivamente. Hay personas que realimentan constantemente el círculo virtuoso de la fuerza de voluntad y cada vez ganan más autocontrol, con los consiguientes beneficios que ello tiene para su productividad y para su vida personal.

Gran noticia: la fuerza de voluntad se entrena.

Cómo ahorrar fuerza de voluntad

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Todos quisiéramos tener más fuerza de voluntad, pues está claro que muchos de los aspectos de nuestra vida cotidiana se nos escapan por falta de ella. Trabajar en proyectos poco motivantes, realizar tareas monótonas, leer más, aprender idiomas, hacer ejercicio y otras actividades similares son a menudo pospuestos en esa maniobra tan humana y cotidiana, pero tan dañina para la productividad, que es la procrastinación.

Es muy curioso que, sin embargo, lo que sabemos acerca de las personas que tienen más fuerza de voluntad es que son quienes menos la ejercitan. Esto evidentemente es una buena noticia para todo el mundo, puesto que viene a indicar que en realidad no es necesario poseer grandes dosis de autocontrol para ser productivo, sino más bien utilizar la fuerza de voluntad que tengamos, mucha o poca, para establecer hábitos que hagan que las tareas se realicen de forma más o menos automática. Así que la fuerza de voluntad, en muchos casos, no es una capacidad requerida en sí misma para la productividad, sino más bien la chispa que pone en marcha un gran aliado del alto rendimiento, que es la constancia.

Los hábitos y rutinas ahorran fuerza de voluntad.

Glucosa y fuerza de voluntad

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En un experimento hoy ya clásico, en una sala se dispusieron recipientes con galletas de chocolate y otros con rábanos. Un grupo de estudiantes fue invitado a comerse las galletas, mientras que a otros les pidieron que comieran únicamente rábanos, resistiendo por tanto la tentación de las galletas. Lo sorprendente vino cuando ambos grupos de estudiantes tuvieron que solucionar una serie de puzles que, aunque ellos no lo sabían, eran irresolubles.

Lo que ocurrió fue que el grupo de las galletas de chocolate pudo aguantar veinte minutos trabajando, mientras que el otro grupo se rindió a los ocho. Una diferencia suficientemente significativa como para afirmar que la comida, concretamente la glucosa, ejerce un poderoso influjo sobre la fuerza de voluntad.

Esto no es en modo alguno una invitación al consumo excesivo de dulces, puesto que son obvios los efectos nocivos de la ingesta excesiva de azúcar, sino más bien una invitación a revisar la forma en que nos alimentamos a lo largo del día, pues una correcta alimentación no solo es una de las vías hacia una vida más saludable, sino también un poderoso aliado de la fuerza de voluntad.

Comer mejor es también ganar en autocontrol.

La vieja y olvidada fuerza de voluntad

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Desterrada como ha estado durante mucho tiempo por una sociedad del bienestar que tiende únicamente a pensar en lo sencillo y lo gratificante, la fuerza de voluntad es una capacidad que va poco a poco retomando su lugar en la cultura y en la investigación. Hoy día sabemos que es una de las cualidades ineludibles del éxito, y por eso es necesario reflexionar sobre tan potente recurso, porque oculta hechos sorprendentes.

Baumeister nos ha enseñado dos ideas básicas sobre la fuerza de voluntad. La primera, que esta capacidad es como un depósito limitado que se va consumiendo a lo largo del día conforme la ejercitamos. Por tanto, la teoría dice que a primera hora de la mañana tendremos más fuerza de voluntad que al anochecer. La segunda, que ese depósito de fuerza de voluntad es el mismo para todas aquellas situaciones en las que es necesaria, fundamentalmente tareas relacionadas con la toma de decisiones o el control de los impulsos.

Así pues, cada vez que llevamos a cabo una tarea que requiera de nuestra fuerza de voluntad, nuestro depósito particular se va agotando. No hace falta recurrir a la investigación para darnos cuenta de que tras un día complicado es mucho más difícil controlarse en todos los sentidos. Por tanto es una buena idea conocer los procedimientos por los cuales la fuerza de voluntad se desarrolla y se regenera, pues es difícil ser productivos y tener éxito sin ella.

Recuperemos la fe en la vieja y olvidada fuerza de voluntad.

Atractivo físico irracional

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Tendemos a pensar que el juicio del ser humano responde a criterios racionales y, aunque estemos dispuestos a admitir que en algunos casos no pensamos de la mejor manera posible, hay ciertos aspectos en los cuales nos resulta difícil creer que nuestro juicio pueda ser equivocado o, quizá más importante, verse alterado por el contexto. Uno de esos casos es el del atractivo físico.

Cualquier persona tendería a pensar que los mecanismos que rigen el atractivo físico en los seres humanos son estables e inalterables, es decir, que las personas encontramos atractivas a unas personas y a otras no, y que ese tipo de elección, quizá porque corresponde a nuestra parte menos evolucionada o más animal, tiende a ser estable. Pues bien, ni siquiera en esas circunstancias el juicio del ser humano parece seguir las leyes de la lógica.

En un curioso experimento se crearon dos rostros utilizando un ordenador, y luego se modificó cada uno de ellos para crear una versión menos atractiva. Posteriormente se crearon dos tarjetas: una con el sujeto A y su versión menos favorecida, acompañados los dos del sujeto B, y otra con el sujeto B y su versión menos atractiva acompañados ambos por el sujeto A. Cuando mostraron estas tarjetas a varias personas para ver a quien preferían, encontraron que cuando el sujeto A era acompañado de su versión menos atractiva, era el preferido frente al B. Sin embargo, cuando era el sujeto B el que se hacía acompañar de su versión menos favorecida, resultaba el favorito frente al A.

Ni siquiera el atractivo físico se rige por las leyes de la racionalidad.

Mejor no pensarlo mucho y lanzarse

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Las personas indecisas deberían quizá tomar en consideración los estudios que se están haciendo sobre la racionalidad en el ser humano. Estamos acostumbrados, por ejemplo, a ver en las películas a personas que tienen que tomar decisiones haciendo interminables listas de pros y contras. Y muchos de nosotros hemos utilizado esa misma técnica para tomar nuestras propias decisiones. Puede que, sin embargo, sea mejor tirar esas listas y dejarnos guiar por nuestro instinto.

En un sorprendente estudio se pidió a un grupo de personas que tomara decisiones de compra, en cuatro condiciones diferentes: por un lado, artículos simples (como tostadoras o toallas) y por otro bienes complejos (como coches o casas). Respectivamente en ambos casos dejaban tiempo a las personas para meditar sus decisiones, o bien les pedían que las tomaran sin haberlo pensado mucho. De manera sorprendente, en los artículos sencillos las personas tomaban mejores decisiones sin haberlo pensado mucho. Pero lo que fue simplemente inesperado y asombroso es que en las decisiones más complejas los sujetos del experimento también decidían mejor si no se les había dejado meditarlo en profundidad.

A veces es mejor dejar de pensar y lanzarse.