Ser feliz es una aspiración clara y legítima de la totalidad de la población, salvo quizá alguna rara excepción y, sin embargo, siendo un concepto tan extendido, se hace complejo intentar desenmarañar sus claves. Afortunadamente, cada vez hay más investigación seria sobre este tema, ayudándonos a una búsqueda de la felicidad eficiente y operativa, por mucho que parezca que estos términos no son de aplicación al concepto de felicidad.
Lo primero que deberíamos plantearnos es qué es la felicidad. Evidentemente cada persona tendrá su propia definición, aunque en general la mayoría de las personas identifican con la felicidad términos como prosperidad, dicha, despreocupación o gozo. Pensamos en ser felices y tal vez nos imaginamos momentos de suma satisfacción y deleite, en los que nuestro disfrute es intenso. Sin embargo, según muestra la investigación, la felicidad está más relacionada con la frecuencia en los sentimientos positivos que con su intensidad. Es decir, las personas que son más felices lo son porque a lo largo del día tienen muchos momentos en los que viven emociones positivas, con independencia de su intensidad. Por tanto la felicidad no se parece tanto a una explosión de gozo como a la suma de una serie de emociones positivas, como si estos sentimientos fueran un síntoma, y ese síntoma fuera crónico.
La felicidad auténtica es la felicidad crónica.