Las personas indecisas deberían quizá tomar en consideración los estudios que se están haciendo sobre la racionalidad en el ser humano. Estamos acostumbrados, por ejemplo, a ver en las películas a personas que tienen que tomar decisiones haciendo interminables listas de pros y contras. Y muchos de nosotros hemos utilizado esa misma técnica para tomar nuestras propias decisiones. Puede que, sin embargo, sea mejor tirar esas listas y dejarnos guiar por nuestro instinto.
En un sorprendente estudio se pidió a un grupo de personas que tomara decisiones de compra, en cuatro condiciones diferentes: por un lado, artículos simples (como tostadoras o toallas) y por otro bienes complejos (como coches o casas). Respectivamente en ambos casos dejaban tiempo a las personas para meditar sus decisiones, o bien les pedían que las tomaran sin haberlo pensado mucho. De manera sorprendente, en los artículos sencillos las personas tomaban mejores decisiones sin haberlo pensado mucho. Pero lo que fue simplemente inesperado y asombroso es que en las decisiones más complejas los sujetos del experimento también decidían mejor si no se les había dejado meditarlo en profundidad.
A veces es mejor dejar de pensar y lanzarse.