
La dificultad para empujar los ingresos con los tipos hundidos a cero, la pérdida de aportaciones recurrentes con la retirada de las cláusulas suelo hipotecarias y las complicaciones para generar comisiones deja otro ejercicio de ajustes en estructuras de la banca para economizar gastos. Las seis mayores entidades echaron el cierre a casi una de cada diez sucursales y prescindieron en paralelo del 4,08% de sus empleados en España.
En conjunto se extinguen 5.447 puestos de empleo y 1.681 oficinas, quedando reducidas sus plantillas en el mercado nacional a 127.935 efectivos y a 16.900 las sucursales desplegadas por estas entidades (no incluye la red fuera de España). Para tener una idea del ajuste baste señalar que la supresión de red se aproxima a los 1.710 locales a los que echaron la persianilla en 2014, ya no los seis grandes bancos, si no el conjunto del sector: bancos, antiguas cajas de ahorros y rurales censadas en el país.
Gran parte se explica por el Popular. La entidad metió tijera con decisión a la capacidad instalada, sacrificando casi el 18% de la red y dando salida a 2.809 empleados (20,83% de la plantilla), vía prejubilaciones, salidas incentivadas y temporales en un expediente de regulación de empleo abierto a contrareloj para dar la vuelta a una cuenta destrozada por el pesado lastre inmobiliario.
El ajuste decisivo del Popular
Pero por vez primera desde que estalló la crisis, la dieta de adelgazamiento para tratar de mejorar la rentabilidad economizando costes ya que no contribuyen como se desea los ingresos se ha generalizado a la gran banca. El Santander y BBVA ocupan, en proporción de ajustes, el siguiente escalón, con reducciones del 4,9-4,4% en empleados y del 16-13% en sucursales. Ambos centraron los cierres en oficinas más pequeñas y lo justifican en el cambio de realidad frente a la transformación digital, donde el cliente demanda una relación cada vez más intensa en remoto y con menos visitas a la sucursal, sin ocultar la necesidad de aliviar la factura mientras los ingresos no tiren. En el grupo cántabro coincide además con una reorganización de los servicios centrales en su Ciudad Financiera y la transferencia de ciertas funciones a las filiales para darles autonomía.
En CaixaBank, Sabadell y Bankia el recorte oscila entre el 3,98 y 2,35% de oficinas, mientras las plantillas se mantienen casi estables. La excepción en la tendencia es CaixaBank, ya que reforzó plantilla en 161 empleados o el 0,5% en contracorriente de lo que se espera en la mayoría de entidades, grandes y pequeñas.
El primer impacto de una reestructuración es, sin embargo, gravoso. El Popular empeora su ratio de eficencia o porcentaje de los ingresos ordinarios absorbidos por los gastos de explotación desde el 46,7 al 66,7% en el año, lastrado por los más de 370 millones aplicados a indemnizaciones por salidas. Solo Sabadell y CaixaBank mejoran la tasa -pasa del 44,59 al 42,66% y del 54,9 al 52,6%, respectivamente-. En Santander repunta, en cambio, del 56,5 al 58,8%; en Bankia, del 43,6 al 48,9, y en BBVA alcanza el 55,8%, frente al 50,6% anterior. Influyen igualmente otros costes, como inversiones para la transformación digital o instalaciones de dispositivos.
En paralelo con el adelgazamiento de red las entidades están surtiendo los locales con equipos para facilitar el autoservicio a los clientes. Según datos del Banco de España, el sector tenía en septiembre 51.142 cajeros automáticos instalados, el censo más alto desde 2013 y un 2,56% superior al existente en 2015 -suma 1.278 terminales en nueve meses-.
La banca española es la que ha abordado la reconversión con mayor profundidad en Europa. Entre 2008 y 2015 se localizaba aquí el 35% de los despidos de la eurozona y más de la mitad de cierres de sucursales. Las oficinas existentes en septiembre -29.684- es el menor número desde 1982 y para encontrar una plantilla reducida de los 197.825 censados en 2015 hay que remontarse a épocas previas a la expansión de las cajas, en los años 70, según estadísticas oficiales.