Banca y finanzas

Cómo hacer el ridículo más espantoso

La Autoridad Bancaria Europea (EBA) resaltaba el martes que los datos del ejercicio de transparencia a la banca europea eran los primeros que recopilaba directamente de las entidades. Ese orgullo de no tener que pasar por el supervisor nacional para confeccionar la foto fija del sector le duró sólo unas horas, justo hasta que se dio cuenta no sólo de que las cifras contenían errores de bulto, sino de que éstos habían provocado un peligroso recelo en los mercados.

Entidades financieras españolas, señaladas el día anterior como las más rezagadas en la principal medida de solvencia que valoran los inversores (CET1 fully loaded) sufrían a primera hora de la mañana descalabros en bolsa superiores al 4 por ciento. Y es que las meteduras de pata no son inocuas, al menos cuando se piensa que el organismo que da los números es creíble.

Como hasta ayer se descartaba que el regulador pudiera cometer semejante error, las señales que ya había enviado el martes, en la presentación del ejercicio, se despreciaron. El streaming se cortó, dejando incompleta a los 25 minutos de forma abrupta una explicación que debía alcanzar la hora. En alguna transparencia se presentaban las cifras de dos ratios de capital intercambiadas. Se establecía una muy dudosa correlación entre dos variables para contradecir a la banca y sostener que cuanto más capitalizada está una entidad, más fácil le resulta dar crédito. Detalles sin demasiada importancia si los datos finalmente difundidos hubieran sido impecables.

El tiempo dirá si el desaguisado de la EBA se queda en una anécdota, o le cuesta que los mercados se pregunten qué credibilidad tienen los próximos resultados del test de estrés. Por lo pronto, el ejercicio de transparencia, ese que se hace para mostrar sin tapujos las miserias y las fortalezas de cada entidad financiera, ha servido para sobresaltar a los grupos afectados, que no salían de su asombro, para confundir a los mercados, y para poner las primeras dudas sobre la eficacia y el sentido de la existencia misma de la EBA, cuando ya se cuenta con el BCE.

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