Tras no sostenerse la economía pese a la Ley de Sostenibilidad, ahora otra de apoyo fomentar el espíritu emprendedor en la escuela: ¿de dónde saldrán entonces los políticos del futuro?
Tenía yo un maestro al que le oí alguna vez decir en broma que el Derecho no era más que una combinación de gramática e ideología. Lógicamente, quería decir que una de las mayores dificultades de la ciencia jurídica está en averiguar la voluntad de la ley a través de las palabras con que se expresa el legislador.
Como sabe todo el mundo, el legislador se expresa con mucha largueza, a pesar de que ha intentado poner límites a su propia expresividad diciendo, por ejemplo, en la ley de Economía Sostenible de 2011 que "los poderes públicos procurarán el mantenimiento de un marco normativo estable, transparente y lo más simplificado posible". Su aportación a este compromiso sólo pudo conseguirse en aquel momento mediante la promulgación de una sencilla ley que modificó medio ordenamiento y logró simplificarse en algo más de doscientas páginas del BOE.
Claro que aquella ley estaba ya en la lucha contra la crisis económica y se proponía objetivos tan ciclópeos como el de"acelerar la renovación del modelo productivo que se puso en marcha en 2004", aunque no está tan claro si lo que se puso en marcha en 2004 fue la renovación del modelo o el propio modelo productivo. Ya estamos: apenas una docena de palabras y ya se ha creado un problema interpretativo de gran calado ideológico.
Pero la economía no se sostuvo, hasta el punto de que ahora ha habido que promulgar otra ley para favorecer el conveniente crecimiento económico.
Esta ley no es de sostén, sino de apoyo, concretamente, de apoyo a los emprendedores y su internacionalización. Entre las razones que recoge su preámbulo para promulgarla, se dice que "teniendo únicamente en cuenta a los jóvenes empresarios, la situación de España se vuelve especialmente dramática durante la crisis, habiendo el número de empresarios de 15 a 39 años registrado una caída de más del 30 por ciento desde 2007 a 2012".
Según se ve, la ley de apoyo a los emprendedores se ha hecho con menos proporción de gramática que de ideología, pero como el legislador está en su derecho, daremos por buena la mezcla de ingredientes que ha utilizado en sólo 96 páginas. Algo más chocante resulta su alusión a los jóvenes empresarios de 15 a 39 años, donde llama la atención la amplitud del margen con que nuestro licurgo observa el fenómeno, especialmente, en la parte donde hay mayor precocidad.
Para quien ha hecho la ley, el asunto no tiene nada de extraño. Por eso, ha ordenado que los estudios, desde los de primaria a los universitarios, "incorporarán objetivos, competencias, contenidos y criterios de evaluación de la formación orientados al desarrollo y afianzamiento del espíritu emprendedor".
La cosa no puede quedar así de sosa por falta de previsión, de manera que los docentes deberán "adquirir las competencias y habilidades relativas al emprendimiento, la iniciativa empresarial, la igualdad de oportunidades en el entorno empresarial, y la creación y desarrollo de empresas, a través de la formación inicial o de la formación permanente del profesorado".
Nos vamos a quedar sin maestros. Aunque mayor preocupación suscita el efecto y los traumas que estas medidas puedan originar en nuestros niños y adolescentes. Al pobrecito infante al que se le ocurra decir que de mayor quiere ser torero -ay-, médico o futbolista, mirada algo más que displicente, y el caramelo de fresa para el que, aun con su media lengua, ya diga que quiere ser "emprenddor".
Insuficiente para el treceañero que haga la fácil redacción sobre el verano pasado en la playa, aunque logre revivir con sus palabras una marina en lubricán; sobresaliente para la compañera que redacte sobre como titulizó los créditos que tenía contra sus hermanos, le vendió bajo par los títulos a un primo de ocho años que quería ser bombero de mayor y luego la joven consiguió también cobrar a sus hermanos buena parte de sus deudas mediante suaves amenazas en twitter. Ya se ve que yo no tengo esos estudios, pero esto puede ser una revolución y, sobre todo, ¿de dónde vamos a sacar a nuestros políticos del futuro?
Lo más tranquilizador es que, gracias a medidas como esta, ya vemos el final de la crisis. Magistral.