Tenis

David Ferrer se supera a sí mismo y habrá final española en Roland Garros

Ferrer celebra su pase a la final. Foto: EFE.

Apenas unos minutos antes, Rafael Nadal acababa de hacer historia en la Philippe Chatrier, y en ese mismo escenario, David Ferrer comenzaba su partido con el estigma de no haber disputado aún ninguna final de Grand Slam. Y tras dos horas de partido, el alicantino se superaba a sí mismo para vencer a Tsonga, al público francés y a sus propios miedos para llegar a la final en Roland Garros (6-1, 7-6 y 6-2) y formar, junto a su amigo Nadal, la cuarta final española de la historia en el mejor torneo de tierra batida del mundo.

El partido fue del alicantino de principio a fin, como si supiese que la final del domingo le perteneciera. Así, desde el primer juego ofreció un tenis 'made in David Ferrer', con mucha garra, incómodo al resto y sólido al saque, dando el todo por el todo en el aspecto físico y eclipsando a un Tsonga que acabó hasta abandonado por su público, que se fue de la central sin acabar el partido.

El primer set fue sólo de Ferrer, que comenzó haciendo dos breaks y cinco juegos consecutivos. Pudo conseguir el rosco, y tuvo tres oportunidades para ello, pero finalmente Tsonga hizo el 5-1. En su saque, Ferru no perdonó y se hizo con la primera manga. Tsonga aún no había aparecido.

Tsonga despertó

En la segunda manga, la historia fue diferente. Tsonga parecía haber despertado de su ensueño, y rompió el saque del español. Con 0-3 a favor, Tsonga hizo lo que le aleja del top 5: desconectar. Y Ferrer, que siempre está esperando, no lo desaprovechó: cuatro juegos seguidos y un 4-3 a favor.

En ese estado de locura, Tsonga volvió a romper a Ferrer y en un set lleno de preciosos golpes y subidas a la red, se llegó al tiebreak. Y ahí el alicantino volvió a ser imperial: llegó a obtener una renta de 6-1, para finalmente llevarse el segundo set por 7-3 en el tiebreak. Tsonga resoplaba, Ferrer veía la final más cerca.

Sin embargo, el tercer set se pareció más al primero. Ferrer rompió el servicio de Tsonga y se puso 4-1 en el marcador. El francés, viendo que el final estaba cerca, se arriesgó cada vez más en los golpes y tuvo algún apuro para hacer el 4-2. Pero Ferrer, cuyas piernas parecen no cansarse nunca, apretó y apretó hasta ganar su juego y romper el servicio al de Le Mans para ganar por la vía rápida.

Tsonga, abatido, abandonó la central casi sin saludar. Ferrer, con la espalda llena de arcilla, miraba a su entrenador y levantaba el puño, con rabia. Porque tras muchos sufrimiento, estaba en la preciada final de Grand Slam. Porque, por fin, se había superado a sí mismo.

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