El tenista escocés Andy Murray se convirtió en la imagen triste de la final de Wimbledon. Su derrota ante Roger Federer esfumó el sueño del Reino Unido de volver a tener un campeón 'local' más de setenta años después de la victoria de Fred Perry en 1936. Él, abatido ante tanta presión, incapaz de hacer realidad este deseo, no pudo más y rompió a llorar desconsolado en el momento de los agradecimientos.
Nada más coger el micrófono con el que se dirigiría a la pista central del All England Club, el escocés empezó a hablar, pero sus balbuceos aparecieron rápidamente. El público rompió a aplaudir y le dio tiempo suficiente para coger fuerzas y continuar con un discurso sentido en el que afirmó sentirse afortunado por contar con el público inglés.
También alabó a su rival, un tenista, Roger Federer, que ha logrado el séptimo Wimbledon de su carrera y que vuelve a ser tiempo después, número uno del ranking ATP.