
Bajo una de las decenas de pasarelas que comunican todo el distrito financiero de Hong Kong, cada domingo se reúnen miles de filipinas (son sobre todo mujeres) que, sentadas en el asfalto, aprovechan juntas el único día libre que tienen a la semana.
Trabajan como internas en casa de hongkoneses, cuyo PIB per cápita es de los más altos del mundo. Multiplica por cinco el de China -8.200 euros frente a 41.000 euros-, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), dentro de una lista que lideran Catar y Macao, capital mundial de los casinos y la otra región administrativa especial de China, cuya autonomía expira también en 2047, aunque las protestas se hayan adelantado un par de décadas y se hayan llevado por delante durante este verano ventas milmillonarias para la industria del lujo.
Para diez de las marcas más prestigiosas a nivel mundial, Asia es ya su primer mercado. La primera compañía de moda, la francesa LVMH (con firmas como Fendi, Christian Dior o Bulgari) percibe de esta región el 29 por ciento de sus ingresos, según Bloomberg; y, aunque la firma no disgrega los datos, sí habla de que el 6 por ciento de sus ventas totales se pagan en dólares hongkoneses. A comienzos del mes de octubre, Louis Vuitton ya rebajó sus estimaciones para el tercer trimestre del año al calor de las protestas. Adelantó al mercado que, entre julio y septiembre, meses en los que se ha recrudecido la protesta en la calle a favor de mantener la independencia de Pekín, las ventas habrían caído un 25 por ciento en Hong Kong.
Y lo mismo podría suceder con otros como Kering -dueño de Gucci-, Hermes o Salvatore Ferragamo, para quienes Asia es su primer mercado con entre el 32 por ciento y el 37 por ciento de sus ingresos; para la británica Burberry representa el 41 por ciento –y ha anunciado una caída de las ventas este año de 100 millones de libras-; mientras que Swatch, el relojero suizo, vende allí 6 de cada 10 euros, de los que 3,6 euros corresponden a Greater China (Gran China, en inglés); calificativo con el que todas las cotizadas se refieren a Pekín y que en el caso del sector del lujo es de lo más acertado, considerando que es allí de donde vendrá buena parte del crecimiento futuro, gracias al aumento (por miles de millones) de la clase media. De ahí que la mismísima Donatella Versace, Givenchy o Coach se plegaran este verano ante el régimen de Xi Jinping, después de haber creado camisetas en las que se atribuía a Hong Kong y a Macao la condición de estado independiente.
L a traslación hacia los mercados de la tensión que se vive en las calles es que las firmas de lujo están sufriendo caídas mucho más abultadas que, por ejemplo, la propia Bolsa de Hong Kong. El índice Hang Seng pierde un 3,1 por ciento desde que el pasado 9 de junio se recrudeciera la violencia contra los manifestantes; firmas como Salvatore Ferragamo pierden un 20 por ciento en ese mismo periodo; o un 5 por ciento en el caso de Moncler o la suiza Richemont.
Desde el mes de junio, la previsión de beneficio para las grandes del lujo a nivel mundial ha caído un 4 por ciento este año y casi un 5 por ciento de cara a 2020. Kering, Swatch y Richemont son las más afectadas. Y la explicación puede estar en la venta de complementos para los más exquisitos. El Gobierno hongkonés cifra en un desplome del 24 y del 47 por ciento para los meses de julio y agosto la caída interanual en la venta de joyería, relojes y otros complementos de lujo en la región. No solo por el cierre de las tiendas que provocaron las manifestaciones masivas, sino también por la pérdida de momentum de Hong Kong como destino internacional. Según datos oficiales del Gobierno, la llegada de turistas a la región fue la menor para un mes de agosto desde 2012. Este dato es relevante, teniendo en cuenta que son los extranjeros los verdaderos consumidores del lujo en Asia, beneficiándose también del tax free. Lo que está claro es que, a falta de cerrar el año, 2019 no será un buen ejercicio para el lujo asiático y la solución pinta negra para Hong Kong. El sector de la moda no está dispuesto a dar la espalda a China, el que está ha llamado a ser el gran consumidor del siglo XXI.
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