
De nuevo, es tiempo de elecciones y, por suerte, solo una semana de campaña. Durante los próximos días, los candidatos a presidente del Gobierno se prodigarán en medios de comunicación, mítines y debates; con sus propuestas electorales, ideología y soluciones para España. Mensajes que están pensados para identificar al posible votante y ganarse su confianza. En ese trabajo, la moda, a juicio de Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor internacional en comunicación política, institucional y empresarial, tiene un papel importante. "La imagen de los políticos sirve para que los electores se identifiquen y se vean bien representados".
Pablo Iglesias es el que más diferente viste al resto de candidatos, está abonado a lo claro y con renuncia a la americana y la corbata. Este hecho diferenciador, a juicio del experto, no significa que el candidato de Unidas Podemos utilice su imagen más que el resto. Sin embargo, al final es el que más desentona, incluso cuando va correcto: en el debate de las elecciones del 28A, Iglesias fue más elegante, gracias a un jersey azul marino. Una apuesta por el saber estar, pero que no olvidó el mensaje político: era un suéter de la marca 198, firma de moda madrileña de izquierdas.

Santiago Abascal, al igual que Iglesias, no suele vestir de traje. Él acostumbra a llevar americana con pantalón chino de color claro. Con esa indumentaria, más cercana y campechana, se aleja de la imagen del político clásico, que tanto critica. Un estilo que, además, acompaña con una barba más redondeada y menos picuda, como contó a Susanna Griso el barbero del político.
La barba de Pablo Casado también es una de las novedades respecto al 28-A. Con un mensaje más centrado que la campaña anterior (quizá más marianista), el habitual lampiño Casado consigue con el vello una imagen más madura y seria, que funciona mejor al PP. Lo que no se ha visto para este 10-N es el chaleco acolchado de las anteriores. Una prenda de ropa que los empresarios de medio mundo suelen utilizar bajo la americana, pero que en España ha recibido el apodo de fachaleco. Apelativo desconsiderado, pues este plumífero ultraligero es de gran utilidad para mantener la elegancia de un traje, pero sin pasar frío.

Albert Rivera y Pedro Sánchez son los más correctos a la hora de vestir, aunque suelen pecar de medidas slim fit. Ambos están abonados al traje, para las ocasiones importantes, o al vaquero y chupa de cuero, en quehaceres informales. Sin embargo, los dos son un ejemplo de cómo la moda puede jugar un mal rato, incluso, que se convierta en arma política. El primer ejemplo es el de las muy apeladas gafas de sol que el presidente del Gobierno llevó en un vuelo en el Falcon. La mayoría de las críticas se basaban en la utilización de este avión de la Fuerza Aérea Española. Sin embargo, y más allá del asunto base, lo que consiguió Sánchez con las gafas es dar una imagen distante y engreída. ¿Las gafas eran feas? No, pero la cuestión es: ¿quién las lleva en un avión mientras conversa con alguien?
Respecto a Rivera, los errores de estilo per se no son tantos. Sus fallos navegan por el exceso de marketing. La camiseta con las tres banderas -catalana, europea y española-o la más reciente de liberales ibéricos, son acciones y prendas de ropa que le hacen perder su imagen presidenciable y le hacen caminar entre el mensaje con éxito y lo ridículo.