Es el nuevo imprescindible para los meses de verano, y no solo por su condición de fresca compañía en las calurosas tardes de sombra y siesta estivales. Es un prodigio de diseño y sabiduría popular que encaja como un guante en un estilo de vida sostenible.
Pero también es un objeto de culto que arrasa en las principales casas de subastas del mundo de la mano de las piezas cerámicas de Pablo Picasso. Su Pichet à glace (1952), del centenar de piezas numeradas y con la firma Edition Picasso y Madoura, ronda los 40.000 euros y se convierte una y otra vez en protagonista en las subastas. La última, celebrada en Christie's en junio, consiguió colocar el lote completo de cerámicas de Picasso -casi 500 piezas- en dos días, por más de diez millones de euros, cuadruplicando el precio estimado de salida. Un valor seguro.
Diseños muy españoles, de toda la vida, empiezan a valorarse fuera. Se buscan en brocantes y anticuarios, más allá de su dimensión utilitaria, como auténtica pieza de museo.
Con nombre propio
También ha contribuido el proceso de revisión y rediseño al que han sometido algunos de los principales diseñadores y artesanos de nuestro país en los últimos años a este icono cultural tan nuestro. Adaptado al siglo XXI, es pura tendencia. Como el botijo La Siesta, una de las primeras creaciones de la firma Diabla, diseñado en 2002 por Alberto Martínez -que más tarde fundaría el famoso estudio CuldeSac-, Héctor Serrano y Raky Martínez, realizado a mano siguiendo técnicas de fabricación artesanal en terracota blanca mediterránea, y reeditado por Gandía Blasco. O el Rebotijo (1999) diseñado por Martín Azúa y rediseñado recientemente, con producciones numeradas y limitada a 250 unidades. Más ejemplos: el botijo Wow de Mariana Lerma y Mónica Thurne, por el que fueron premiadas en el Salone Satellite, dentro del Salón de Milán. El botijo Càntimplora, diseñado por los arquitectos Joan Cruanyes y Carles Bassó, con la colaboración de Pol Cruanyes. Junto a ellos, el botijo de líneas escandinavas de Carlos Jiménez, diseñado durante su periodo en prácticas en Normann Copenhagen. El Càntir 2020 de André Ricard, diseñado para el Museo del Botijo de Argentona; el "botijo de autor" de este 2021 para el museo ha sido diseñada por Óscar Tusquets. El Càntir (2018) de Carles Bassó y Joan Cruanyes. El Càntir 2019 de Miguel Milá...
Así, un elemento humilde de la vida cotidiana, ancestral, que ha estado en peligro de extinción, se ha convertido en tendencia en los interiores más sofisticados como pieza escultórica.
También hay excelentes piezas tradicionales, como las de ciudades alfareras como La Rambla (Córdoba), Las Barreras de Órgiva, en la Alpujarra granadina, y Agost (Alicante), especialmente las de Severino Boix.
Y algunas tiendas míticas, como La Casa de los Botijos, en la Plaça Redona de Valencia, y Alfarería Tito, en Úbeda. Entre las más actuales, arrasan las piezas de Bootijo e Iuka -solo de venta online-, tradicionales con un punto de modernidad; las de la Real Fábrica Española, diseño renovado a cargo del artesano José Ángel Boix en barro blanco levantino; el botijo Sancho, del taller cerámico madrileño Tánata; las piezas de la firma valenciana Sklum, de venta de objetos de diseño y decoración online; y la tienda madrileña Cocol Madrid, templo de la artesanía con alma.
Mucha ciencia
Pero hay otro poderoso motivo para quererlo: es el método de refrigeración más ecológico y barato que existe. Porque, a pesar de la leyenda, su mecanismo es de todo menos simple. Al contrario, pura ciencia y ejemplo de eficiencia. Responde a una fórmula matemática que encierra el secreto de su asombrosa capacidad de bajar la temperatura del agua entre ocho y diez grados sin consumir energía. El agua del botijo se refrigera de forma natural a través de sus poros, un mecanismo que reproduce el de la sudoración para bajar la temperatura corporal. Una mezcla perfecta de sabiduría popular e ingeniería artesanal de vanguardia.