Sociedad

'No es pecado pero': ¿necesita la Iglesia cambiar su doctrina o simplificar sus mensajes sobre la homosexualidad?

"La particular inclinación de la persona homosexual, aunque no sea en sí un pecado, constituye una tendencia hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada". La Carta Homosexualitatis problema no deja lugar a dudas sobre la posición de la Iglesia Católica ante la homosexualidad. "No puede recibir aprobación en ningún caso", sentencia la curia, firme en su postura de negarle carta de naturaleza.

La polémica suscitada por el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, ha azuzado de nuevo el problema. En su homilía de Viernes Santo, el prelado usó su púlpito para advertir a las personas "confundidas" sexualmente de que si se acercan a la prostitución gay y a los clubes nocturnos se encontrarán con el mismo infierno en sus actos. La misa, que estaba siendo televisada por La 2, indignó a los colectivos de gays y lesbianas, que este mismo martes le han demandado ante la Fiscalía de Madrid.

"No quiero ofender a nadie, pero no renuncio a anunciar la verdad en la caridad", trató de excusarse Reig Plá el lunes, aunque volvió a espolear a sus críticos afirmando que los casos homosexuales "pueden ser resueltos positivamente con terapia".

Inmovilismo episcopal

Pero, ¿cuál es la versión de la Iglesia sobre la querella y sobre esta orientación sexual? La Conferencia Episcopal Española "nunca hace comentarios sobre los obispos" y tampoco quiere hacer una valoración sobre la homosexualidad en si misma, según fuentes de la institución.

La Comisión Permanente de este órgano presidido por Antonio María Rouco Varela sí dejó clara su postura en 1994, al censurar una resolución del Parlamento Europeo sobre la igualdad de derechos de los homosexuales: la tolerancia "no podrá extenderse a los comportamientos que atentan contra los derechos fundamentales de las personas", esgrimían los obispos en su nota Matrimonio, familia y uniones homosexuales.

En el otro extremo, las voces críticas se alzan para pedir un cambio de preceptos. "La admisión en un número creciente de países, unido al hecho de que las investigaciones bíblicas no encuentran motivo para este rechazo, debería hacer reflexionar a la jerarquía eclesiástica sobre la grave injusticia histórica que se está cometiendo", según Raquel Mallavibarrena, de la corrientes heterodoxa Somos Iglesia.

"Problema" o "variante legítima"

El silencio oficial remite obligatoriamente a los textos vaticanos. Según una instrucción de la Congregación para la Educación Católica, "la Sagrada Escritura presenta [estos "actos"] como pecados graves. La Tradición los ha considerado siempre intrínsecamente inmorales y contrarios a la ley natural. Por tanto, no pueden aprobarse en ningún caso". Las "tendencias" son también "objetivamente desordenadas y con frecuencia constituyen, también para ellos, una prueba", sentencia.

Desde 1975, fecha de la declaración Persona humana de la Congregación para la Doctrina, la Iglesia establece una dicotomía entre tendencias y actos, condenando los segundos y obviando los primeros. "Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza", se justifica. De esta forma, niega esta condición sexual, para luego prescribir recetas para afrontar el problema, como el celibato.

Así, en la Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales (escrita en 1995, bajo el pontificado del papa Juan Carlos II), el entonces cardenal Joseph Ratzinger analiza que el "problema de la homosexualidad" y lo vincula a la crisis de la familia y el matrimonio.

En concreto, la doctrina del catolicismo considera "la actividad homosexual como contraria a la esencia de la sexualidad humana".

A favor y en contra

Aunque la mayoría de los grupos religiosos, sobre todo los ligados a la nueva teología (kikos, legionarios de Cristo, miembros del Opus Dei, etcétera), laceran la homosexualidad, católicos de base y teólogos heterodoxos intentan "modernizar las estructuras de la Iglesia".

Como muestra un botón: Benjamin Forcano, claretiano expulsado por Roma en 1993, asegura en El País que "la orientación homosexual no afecta a la sanidad mental ni al recto comportamiento en el grupo social". "Ya no se la puede calificar de enfermedad, anomalía o perversión, sino que puede ser considerada una variante legítima, aunque minoritaria, de la sexualidad humana", sentencia.

Este teólogo díscolo afirma que "todavía hoy, dentro de la Iglesia católica, se da un firme rechazo a admitir la homosexualidad como un hecho natural de validez ética. Existe, sin embargo, en ella una postura abierta y crítica que muestra disentimiento y exige cambios hacia el futuro. Pues esta norma, como otras, es deudora de unos presupuestos del pasado que no concuerdan con los nuevos avances de las ciencias".

"Es urgente que la Iglesia cambie su planteamiento y acepte lo que ya la sociedad civil va reconociendo. Se evitaría así mucho sufrimiento y se acabaría también con situaciones de hipocresía y doble moral que esconden la homosexualidad de personas católicas (tanto clérigos como seglares) que aparentan no serlo", sentencia Mallavibarrena, la también portavoz de Redes Cristianas.

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