Política

Un debate presupuestario cargado de incógnitas

Rajoy subió ayer a la tribuna del Congreso seriamente tocado por la estrategia de Zapatero, quien, como es conocido, ha dado instrucciones a los representantes socialistas en las instituciones autonómicas y locales para que, dada la magnitud de la crisis, no voten en ningún caso en contra de los presupuestos públicos de cada una de ellas.

Es sin duda una decisión populista pero que la opinión pública ha sabido entender: en estos tiempos de cruda adversidad y de franca escasez no tiene sentido hacer demagogia con las cuentas públicas, que tampoco ofrecen demasiado margen para el debate.

Críticas políticas

El principal argumento de Rajoy, cada vez más observado por los suyos (un sector significativo de su partido piensa que no está encarando bien la crisis, que deja inidemne a la mayoría y desgasta al PP), ha sido que el Gobierno no ha buscado consenso con los restantes grupos. También ha criticado que "antes fuese antipatriótico decir la verdad" y ahora "es irresponsable supervisar las cuentas".

No se le puede negar su parte de razón al líder de la oposición en ambos asuntos (sobre todo en el segundo), pero también es evidente que si, de un lado, resultaba imposible hace apenas unos meses presagiar la magnitud de la crisis, de otro lado es claro que tanto CiU como el propio PP se han opuesto a las cuentas públicas por razones predominantemente políticas. El principal partido de la oposición, porque así funcionan las democracias, si bien la distancia entre sus propuestas y las socialistas son poco más que simbólicas.

CiU, porque ha querido dar visibilidad a su enojo por el hecho de que el Gobierno no haya hecho más para pactar e implementar la nueva financiación autonómica, por más que con toda evidencia éste no sea momento para convenir modelos que requieren grandes cantidades adicionales de recursos.

Gasto social

Las cuentas de Solbes son ortodoxas pero tímidas. Dan preferencia al aumento del 3,3% del gasto para las pensiones, desempleo, dependencia y vivienda al tiempo que centran la inversión en I+D+I e infraestructuras, todo ello con un aumento del déficit del 1,9% tras cerrar 2008 con unos números rojos del 1,5%.

Y con un crecimiento previsto del 1% del PIB, que probablemente será exagerado pero que nadie en su sano juicio se atrevería a enmendar en este momento (lo más probable es que ronde el cero o unas décimas negativas, pero tampoco la proyección gubernamental es disparatada).

En definitiva, el presupuesto es cualquier cosa menos expansivo, cuando algunos teóricos economistas de prestigio explican que lo que procede ahora es regresar a Keynes (el recentísimo premio Nobel de Economía Paul Krugman así lo postula) sin preocuparse demasiado del déficit. Y menos un país como España que ha hecho los deberes en la última década y tiene uno de los déficit más bajos de la UE. Tiempo habrá, si la tempestad arrecia, para explorar es posibilidad.

Realidad cambiante

Rajoy ha intentado asimismo avanzar por el proceloso camino de afirmar frente al Gobierno que "reconoce la crisis pero no hace nada por atajarla". Parece claro que el asunto no es tan sencillo y que, una vez adoptadas las medidas excepcionales de rescate que permiten respirar al sistema financiero, el campo de operaciones queda fuertemente limitado. De hecho, y como ha manifestado Solbes, siguen abiertos dos problemas preocupantes: la imposibilidad (todavía) de nuestros bancos de conseguir recursos en los mercados internacionales de capitales y el incremento galopante de la morosidad.

Todos somos en definitiva conscientes que, aunque el Presupuesto ha de ser en teoría el guión de la política gubernamental durante el próximo ejercicio, el Ejecutivo tendrá que amoldarse a la realidad cambiante que se abra ante nuestros ojos, y de la que ignoramos casi todo.

Estas cuentas en cierto modo planas abren la posibilidad de maniobrar relativamente frente a la crisis, aunque si la caída de la actividad arrecia no habrá probablemente más remedio que revisar las pautas de la ortodoxia y salir en socorro de los más desfavorecidos, tanto por filantropía social cuanto para que la demanda interna no caiga todavía más.

Ayer mismo, un portavoz de la CEOE aseguraba que en 2009 traspasaremos la barrera de los tres millones de parados. Si esto sucede, habrá que buscar consensos ?entonces sí- para las debidas medidas de emergencia. En el entretanto, sólo nos resta esperar y ver con los dedos cruzados.

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