"En Cataluña no estamos seguros de nada. Y, ¿si habrá elecciones?, eso no lo sabe ni el president". Estas palabras de un relevante empresario catalán, vienen a resumir las opiniones que durante estos días me transmitían algunos destacados dirigentes empresariales de esa comunidad autónoma que tienen fundadas dudas razonables de que finalmente Artur Mas saque las urnas en septiembre.
No hay certeza, ni tampoco se descartan los comicios, pero indicios, haylos. De hecho las elecciones de septiembre han sido anunciadas pero no convocadas, y del dicho al hecho ya se sabe lo que dice el refranero.
Pero, además, en las últimas semanas se están produciendo una serie de desencuentros en el escenario político catalán que también alientan las sospechas. El primero se deriva del giro que ha dado ERC apoyando la comparecencia de Mas en el Parlament por sus conexiones con el caso Pujol, cuando en principio la formación de Oriol Junqueras se alistaba junto a Convergencia en la guardia pretoriana del president. El retraso de Artur en convocar y anunciar el día "D", parece que está detrás del cambio y el mosqueo de la formación independentista.
Y a ello se une el "globo" que han cogido Durán i LLeida y Unió tras la espantada de sus socios de Convergencia que se abstuvieron en la votación del pacto contra el terrorismo en el Congreso, en contra del acuerdo inicial y de las directrices de su portavoz.
¿Es un mero ataque de celos subsanable o el primer paso hacia el divorcio? En los cenáculos empresariales y políticos de Barcelona se tiene el convencimiento de que "Durán sigue siendo un activo para la unidad de España" y que si finalmente Mas llama a las plebiscitarias Unió se plantará y no formará parte de ningún frente independentista.
Una convicción tan asumida como la fe que tienen en la irresistible ascensión de Albert Rivera y Ciudadanos y en que en su momento los todopoderosos Fainé y Oliu, es decir La Caixa y el Sabadell liderarán el coro empresarial contra la independencia. El globo se desinfla, dicen, y es que, al final, la pela sigue siendo la pela.
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