
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quiso ayer que se escuchara en el Congreso de los Diputados algo más que el portazo que la Cámara baja dio a los tres representantes del Parlament catalán, enviados para que se les autorice a convocar un referéndum independendista.
El jefe del Ejecutivo, y posteriormente también el líder socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, les señaló a los tres emisarios (Jordi Turull, Marta Rovira y Joan Herrera) que, después de un rechazo más que esperado, todavía les queda "una puerta abierta de par en par" para sus reivindicaciones: proponer una reforma de la Constitución y, por tanto, pactar con los dos grandes partidos.
No es la primera vez que PSOE y PP dejan entrever la posibilidad de modificar la Constitución como respuesta a la escalada de tensión con la Generalitat. Ambas formaciones tiene la llave para hacerlo (se necesita una mayoría de dos tercios en el Congreso) y, de hecho, sus mensajes volvieron a coincidir en este sentido a finales del pasado mes de febrero, en el Debate sobre el Estado de la Nación.
Con todo, ayer, la ocasión fue más propicia para que Rajoy retomara ese mensaje, en el contexto de una sesión parlamentaria que ya tenía ganada de antemano y de un discurso bien medido para no hacer sangre de quienes habían viajado a Madrid para encontrarse con un no rotundo.
Como 'robinsones'
Así, el presidente del Gobierno se cuidó de dejar para el final de su intervención, sin hacer mucho hincapié en ellas, sus palabras más combativas, aquéllas en las que reiteró que la celebración de la consulta soberanista y, sobre todo, una posible separación de Cataluña equivaldría a convertir a esa región "en la isla de Robinson Crusoe, fuera de la Unión Europea, del euro, de la ONU..."
Más que mostrarse como el supuesto salvador ante una posible catástrofe, el presidente quiso representar el papel de quien no está a dispuesto a cometer una ilegalidad "por mucho que la revistan de apoyo popular". "No es un problema de flexibilidad; la Constitución niega la potestad de delegar competencias que son exclusivas del Estado", como es la convocatoria de consultas relacionadas "con cuestiones que afectan a todos los españoles".
Rajoy supo zafarse de la identificación sin matices de la democracia con las urnas a la que se aferraron los tres representantes del Parlament en sus intervenciones previas al discurso del presidente del Gobierno. Así, argumentó que no toda votación es legítima per se, sino sólo aquéllas que se ajustan a la ley. Es más, en Cataluña, "la más auténtica autodeterminación se produjo en un sufragio legal como fue el referéndum sobre la Constitución de 1978, en el que esa región le brindó a la Carta Magna "un apoyo del 90 por ciento".
Y así lo han vuelto a hacer en "40 ocasiones" en las que los catalanes han vuelto a acudir a las urnas, y nunca con la intención "de privar al resto de los españoles del derecho a decidir" tal y como el Parlamento catalán pretende hacer ahora.
Esa intención puede ser escuchada, "y de hecho lo hago yo, lo hace la UE, el Constitucional o el Congreso, subrayó Rajoy, para luego remachar que lo que "no es razonable es darles la razón".