
La sentencia por unanimidad del Tribunal Constitucional ciega definitivamente la vía referendaria abierta por Artur Mas y en cambio deja abiertos todos los cauces reivindicativos siempre que se exploren dentro del marco constitucional que constituye para el nacionalismo moderado una invitación a cambiar de caballo.
De hecho, esta posibilidad está abierta desde que el presidente de la Generalitat emprendió la peligrosa vía de la unilateralidad, en la que el líder catalán avanza impertérrito en dirección a un sólido muro contra el que acabará estrellándose antes o después. Con la particularidad de que ha hablado con demasiada contundencia para que ahora sea posible una rectificación. Muy probablemente, el cambio de modelo de avance deberá representar el cambio de jinete.
De hecho, se advierte que Esquerra Republicana ha dejado de jugar ya a la única baraja de la apuesta parlamentaria por el soberanismo.
Oriol Juqueras, buen orador, declina acudir a Madrid el día 8, a defender la propuesta catalana de que el Estado transfiera a Cataluña la potestad de convocar referéndums por aplicación del artículo 150.2 de la Constitución.
Y es cada vez mayor el protagonismo que está adquiriendo en el proceso la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), que recientemente filtró una propuesta de hoja de ruta que ha producido gran escándalo democrático porque en realidad constituye un programa revolucionario, el dibujo de un verdadero golpe de mano que persigue la independencia a través de hechos consumados basados en la desobediencia civil.
El desmarque del nacionalismo moderado y de la propia Generalitat fue tibio ante las críticas de las grandes fuerzas estatales, y en todo caso el 5 de abril se conocerá en qué queda este proyecto de futuro, ya aprobado internamente por la ANC.
El liderazgo de Carme Forcadell
La lideresa de esta organización asamblearia ultranacionalista es Carme Forcadell, lingüista, radical, diseñadora de las dos últimas manifestaciones multitudinarias del 11 de septiembre de 2012 y 2013 que pusieron en órbita la aspiración independentista al contar con una masiva participación popular. Su nombre comienza a sonar como cara visible del independentismo, en el supuesto de que Mas se eclipse.
En todo caso, el día 8 asistiremos a otro episodio de bloqueo de la vía referendaria, puesto que la solicitud de la cámara catalana encontrará enfrente al 80% de los diputados de la Cámara Baja.
Mas intentará entonces sacar adelante la ley autonómica de Consultas, que previsiblemente será de inmediato recurrida ante el TC por el Gobierno, y suspendida automáticamente porque así lo determina la legislación vigente.
En estas circunstancias, si no se consigue sacar adelante una opción negociadora entre el Estado y la Generalitat justo después de las elecciones europeas del 25 de mayo -hay quien afirma, desde las estancias del PP, que la negociación con CiU estaría ya preparada, e incluiría una propuesta de pacto fiscal-, Mas ya no tendrá más remedio que avanzar hacia las llamadas "elecciones plebiscitarias", que en realidad serían unas elecciones autonómicas con un programe electoral limitado a un solo punto: la independencia.
Una aventura compleja y dudosa que mezclaría demasiadas sensibilidades y que tampoco clarificaría gran cosa. Tales elecciones podrían tener lugar al término de la legislatura autonómica, en 2016, o antes, incluso este mismo año, por ejemplo el 9 de noviembre, fecha en que Mas ha convocado el imposible referéndum, o incluso inmediatamente antes del referéndum escocés, que se celebra el 18 de septiembre.
La declaración unilateral
La otra posibilidad es una declaración unilateral de independencia, que podría hacerse coincidir con la movilización del 11 de septiembre. Pero es dudoso que CiU consintiera este dislate, que ya tiene dramático precedente histórico y que de inmediato supondría la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que podría implicar la toma imperativa del control de la comunidad por el Gobierno.
Éste es el panorama, muy fluido, y en el que se detectan movimientos que indican que se busca una salida conciliadora. Y es que, de hecho, o se avanza por la vía de la negociación y el pacto con amplitud de miras, o las demás salidas conducen directamente hacia el abismo.