
El PSN no ha actuado con habilidad frente a los indicios de corrupción de UPN, que se sustanciaron en una comisión de investigación que obtuvo resultados en apariencia rotundos pero no concluyentes: sólo la acción decidida de la Fiscalía podría arrojar luz sobre unas tinieblas que, de momento, no parecen suficientemente densas para justificar la moción de censura que el PSN había anunciado y que el PSOE le ha prohibido plantear con el argumento de que tal moción tan sólo saldría adelante si Bildu inclinara la balanza con sus siete diputados forales.
Rubalcaba no ha querido tener que enfrentarse a la campaña en contra que le hubiera reportado pactar con "los amigos de ETA", como dice el PP, aunque los Estatutos de Bildu condenen expresamente la violencia de ETA como es bien notorio.
Las matemáticas confirman, desde luego, que los votos de Bildu son decisivos ya que UPN tiene 19 escaños y aunque PSN, Nafarroa Bai e Izquierda Unida suman 20, el PP, con sus cuatro escaños, se inclinaría con toda seguridad hacia Barcina para evitar sui caída.
Las consecuencias
El PSN no sale indemne de esta historia: el líder, Roberto Jiménez, queda achicharrado y ya se escuchan voces internas que reclaman su dimisión. Es la tercera vez que los socialistas navarros decaen en una profunda crisis (la primera fue en 1996, cuando el PSOE impuso una gestora tras los mandatos de Javier Otano y Gabriel Urralburu; la segunda ocurrió en 2007 cuando José Blanco frenó el intento de Fernando Puras de formar gobierno con Nafarroa Bai e IU), y es de suponer que lo ocurrido tendrá un alto coste electoral (de momento, hubo anoche una resonante cacerolada a las puertas de la sede del PSN, en Pamplona).
UPN sale también muy tocada de la aventura. El partido de Barcina, que gobierna en minoría tras su ruptura con el PSN que lo apoyó en la investidura, no ha sido capaz de resolver la ingobernabilidad a que le ha conducido su posición minoritaria. Y si se mantiene durante los quince meses que aún faltan hasta las elecciones autonómicas, el desgaste puede ser irrecuperable. No es, pues, difícil intuir que UPN convocará elecciones antes de que concluya dicho plazo, en el momento que más le convenga.
Así las cosas, la ciudadanía navarra, que debe estar sumida en la perplejidad, habrá podido constatar que la clase política de la región relativiza la corrupción pero es intransigente en su beligerancia contra Bildu, dos años después de que ETA haya dejado de matar y cuando Bildu ha pasado todos los filtros de legalidad y de constitucionalidad. Ésta es la situación, cargada de paradojas.