Política

El análisis| Rajoy bloquea cualquier tipo de diálogo con la Cataluña de Mas

Rajoy, en el debate del estado de la Nación. Imagen: Archivo

La negativa explícita y solemne de Rajoy a cualquier diálogo público con Cataluña, con el argumento del agravio -se convocó el referéndum a sus espaldas- y de la imposibilidad constitucional de negociar la soberanía, ha bloqueado políticamente cualquier solución abierta del problema catalán.

Así lo ha entendido Duran Lleida, quien, como recoge hoy La Vanguardia, ha admitido que la única posibilidad de explorar la denominada tercera vía consistirá en que "algo se mueva antes o después de las elecciones, pero entre bastidores y no necesariamente en público". O sea que la tercera vía será subterránea o no será, apostilla el periódico.

Una solución democrática

El planteamiento debería sin embargo hacerse de otro modo: si se acepta que la democracia es, antes que cualquier otra cosa, un sistema de resolución pacífica de conflictos, habrá que admitir que el problema catalán tiene que tener necesariamente una solución democrática, es decir, dialogada, negociada. Y si se llega, como actualmente, a una situación de bloqueo que impida avanzar en una negociación pública ?Mas no puede renunciar sin más a la consulta ni Rajoy aceptar la negociación sobre la soberanía-, no quedará más remedio que negociar entre bastidores un cambio de las bases de partida, logrado a partir de concesiones de las partes.

En este caso concreto, Mas sí podría renunciar al referéndum a cambio de una reforma constitucional que consagrase la identidad diferencial de Cataluña, blindase algunas competencias clave ?cultura y educación- en un marco federal y mejorase su financiación en un contexto asimismo federal y lógicamente multilateral. Y Rajoy podría igualmente poner sobre la mesa de negociación dicha reforma, a cambio de la renuncia de los nacionalistas a seguir planteando la secesión en el futuro. El modelo quebequés ?la ley de la Claridad promulgada tras el dictamen del Tribunal Supremo de Canadá de 1998 sobre la secesión de la provincia francófona- puede servir de pauta.

Entre bambalinas

Lógicamente, los preparativos de una negociación de esta envergadura deberían ser discretos porque, de ser públicos, las presiones de contexto podrían frustrar fácilmente el diálogo mismo. Y ello no mermaría ni la calidad del método ni el valor de lo que se consiguiera por su intermedio.

Lo deseable sería, por tanto, que estas negociaciones subterráneas existieran, y desde hace tiempo, y que cundiera la intuición de que las partes, conscientes de lo que está en juego, están dispuestas a no levantarse de la mesa hasta conseguir resultados. Y, en principio, no puede descartarse del todo que estas conversaciones subrepticias, secretas, estén teniendo lugar. Pero, conociendo a Rajoy, la intuición asegura más bien lo contrario: que no hay negociación alguna; que no hay sutileza; que Rajoy, tan unidimensional, está convencido de que su estrategia inmovilista es la más adecuada y dará sus frutos, por cansancio del antagonista.

Ojalá el conflicto se resuelva solo, pero hay muchos motivos, la mayor parte obvios, para no creer en milagros en esta ocasión.

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