
El publicado acercamiento entre el Gobierno y Artur Mas puede distorsionar la tensión dramática que existe entre la Generalitat y el Gobierno central. Al menos de la parte de CIU y ERC que no han dejado en frenado en ningún momento su interés soberanista. La pregunta y la fecha de la consulta están a la vuelta de la esquina. Solo un plan activo de reformas por parte de Rajoy podría resolver esta distensión
Las últimas encuestas publicadas sobre el conflicto catalán parecen
confirmar que a).-el independentismo ha experimentado una relativa
inflexión a la baja y, b).-la 'tercera vía' ganaría a la opción independentista si se produjera una consulta con tres opciones.
Al propio tiempo, es conocido -puesto que no se ha ocultado- que el Gobierno ha adoptado una estrategia de apaciguamiento y no confrontación con las instituciones catalanas para enfriar el problema. Desde Montoro -tan poco delicado políticamente- hasta la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, los miembros del Ejecutivo han tenido gestos explícitos de acercamiento.
¿Un acercamiento?
De momento, sin embargo, los resultados son prácticamente nulos, aunque algunos medios, probablemente arrastrados por el entorno de Rajoy, han comenzado a propalar la idea de que estaría produciéndose un acercamiento entre los gobiernos catalán y español.
Ciertamente, el ejecutivo catalán ha moderado su discurso en los últimos días. Y la Generalitat ha difundido la especie -recogida con alarde por La Vanguardia- de que Artur Mas, en un voluntario cambio de estrategia para mejorar su imagen y recuperar fuerzas, habría decidido dar preferencia a la economía sobre la política soberanista con el fin de aprovechar el viento a favor del supuesto final de la crisis y mejorar la posición de la sociedad catalana, tan afectada por la adversidad de los últimos años.
Con independencia de que este mensaje sea descabellado -reconocer que se ha abandonado la tarea de gobierno encaminada al bienestar común por dar primacía al ímpetu independentista es sencillamente un disparate de juzgado de guardia-, los hechos no parecen acompañar a esta teórica distensión. De hecho, los presupuestos catalanes para 2014, cuyo borrador ya se conoce, incluyen diversos y onerosos desafueros exigidos por Esquerra que alarmarán sin duda al paciente electorado de CiU; y, en otro orden de ideas, siguen las especulaciones sobre la materialidad de la consulta, gracias a la insistencia de ERC en que antes de final de año se conocerán la fecha y la pregunta del referéndum. Además, mientras Duran i Lleida espera su oportunidad, Miquel Roca ha sorprendido a todos proclamando en sede parlamentaria su adhesión al ejercicio del 'derecho a decidir' de los catalanes.
La relajación de Rajoy
Así las cosas, podría pensarse que Rajoy y su gobierno confunden el deseo con la realidad. Desean la distensión para conseguir un acuerdo suave que desarme la tentativa secesionista pero están muy lejos de haber conseguido tal cosa. Porque las propias encuestas confirman que los porcentajes de los independentistas y de quienes se conformarían con una mejora sustancial de la autonomía catalana son semejantes -del orden del 40% en cada caso-, frente al 15% de quienes prefieren que todo siga como está; en otras palabras, el 80% está disconforme con el actual statu quo, por lo que resulta impensable que el conflicto se aplaque sin hacer nada, o casi nada.
El problema tiene, en fin, solución, y la relativa distensión ayudaría a resolverlo, pero para ello tiene que existir un plan activo, imaginativo y audaz de reformas, incluso constitucionales. La 'tercera vía' es, en definitiva, reformista, y a estas alturas es difícil creer que la sociedad catalana se conforme con cualquier reforma.