Política

El análisis| La mujer del César en la hoguera de las falsedades

Mariano Rajoy, en una pantalla, ayer en su comparecencia. Imagen: Reuters

Comenzaba Mariano Rajoy su comparecencia en el Congreso reconociendo la imposibilidad de convencer a quienes, de antemano, proclaman que "mis explicaciones no coinciden con la verdad". Y es verdad, no se puede convencer a quienes no les interesa escuchar. Pero es que el presidente, salvo a sus convencidos, tampoco convenció a quienes le escuchaban sin prejuicios ni posturas predeterminadas. |ENCUESTA: ¿Quién cree que ha ganado este debate?

Porque explicaciones, lo que se dice explicaciones, no dio Rajoy. Reconoció errores, pidió disculpas, negó la mayor al calificar de falsedad que hubiera una doble contabilidad en el PP. Y eso le honra, pero más allá de la negación no aportó nada.

Tampoco aclaró si había sobresueldos en B y, lo que es más relevante, si él los cobró; pasó de puntillas sobre unos SMS que, cuando menos, revelan una estrecha vinculación y su solidaridad con el que ahora llaman delincuente. Y, amparándose en la presunción de inocencia ratificó de palabra lo que ya estaba demostrando con los hechos: que "no es mi tarea demostrar la falsedad de lo que dicen otros".

Lo que está en entredicho

Pero es que también en democracia, o mejor dicho más aún en democracia, la mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo. Y lo que está hoy en entredicho es la honestidad de Rajoy y de su partido, probablemente por falsedades como él dice y como queremos creerle muchos. Pero su comparecencia de ayer ni despejó las dudas ni nos dio razones. Sigue siendo su palabra contra la de Bárcenas.

Y no se trata de hacer juicios paralelos o pedir dimisiones inmediatas que, cómo dice el presidente, hay que esperar a que la Justicia acabe su trabajo. Lo que se demanda, por parte no de la oposición sino de la ciudadanía, son explicaciones políticas y medidas contundentes para acabar con esta lacra de la corrupción que, a la vista está, afecta a casi todos y está minando la credibilidad de la clase política y, aún peor, las propias raíces del sistema de libertades y del Estado de Derecho. En palabras del propio Rajoy, "tenemos que conseguir que los españoles vuelvan a sentirse confiados en que la política es limpia y honesta". Fin de la cita.

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