Política

Análisis: ¿Y si Rajoy no habla del 'caso Bárcenas'? Las opciones de la oposición

Alfredo Pérez Rubalcada y Mariano Rajoy Imagen de EFE

Este jueves, Rajoy acude al Parlamento para evitar una moción de censura del Partido Socialista y, de paso, aplacar la demanda de explicaciones que le formula la opinión pública, no con la contundencia que cabría imaginar -el país está inexplicablemente adormecido, o lo parece- pero sí de forma cuando menos audible. De cualquier modo, la petición de comparencia no menciona el 'caso Bárcenas': oficialmente, Rajoy va a la Cámara Baja para hablar de la situación económica y política de España. Es decir, sustituye su habitual comparecencia ante los medios de cada fin de curso por esta comparecencia parlamentaria.

Pues bien: ante este anuncio genérico, cabe preguntarse si Rajoy está efectivamente dispuesto a explicar las declaraciones del extesorero y a dar su versión de los hechos.

Existen varias hipótesis, pero la más sólida, de momento, es la que se atiene a los antecedentes: Rajoy ya ha dicho que todo lo que ha divulgado/denunciado Bárcenas "es mentira, salvo alguna cosa", es decir, salvo algunos apuntes contables de la supuesta 'contabilidad B' que tenían contraste documental. No cabe, pues, imaginar que ahora vaya a decir otra cosa, a pesar de que la inmensa fortuna de Bárcenas deberá provenir de alguna parte.

La oposición está beligerante y, con toda probabilidad, no admitirá que Rajoy haga una larga divagación sobre la economía y la política, para dejar caer al final la guinda de un comentario breve sobre el 'caso Bárcenas'. ¿Qué ocurrirá si Rajoy trata de evadirse de las explicaciones que le reclaman sus adversarios políticos y gran parte de la ciudadanía (según las encuestas, casi toda la ciudadanía)?

Podría ocurrir que, tras las muestras explícitas de desaprobación, la oposición abandonara la sala del Senado donde tendrá lugar la reunión del Congreso. La campanada internacional sería resonante y supondría un serio revés para Rajoy. Pero Rubalcaba es muy institucionalista (y hace bien) y es poco probable que acepte representar este papel heterodoxo. En cuyo caso, no tendrá más remedio que presentar la moción de censura.

Puestos a imaginar, cabe también la suposición, nada improbable, de que PP y PSOE, Rubalcaba y Rajoy, hayan negociado previamente el acto parlamentario del jueves. No en todos sus extremos pero sí en lo que se refiere al alcance de las explicaciones del presidente del Gobierno y al grado de contundencia de la respuesta de la principal minoría. Con el acuerdo se trataría de que los dos, Rubalcaba y Rajoy, salven la cara. Lo que requiere que Rubalcaba tenga un mínimo botín que llevarse a la boca y que Rajoy, indemne, haga algún gesto de arrepentimiento y reconozca algún error que, sin damnificarle demasiado, le haga más humano y vulnerable.

Si éste fuera el desenlace, más les valdrá a los dos que no se note el apaño porque la opinión pública se irritaría hasta el paroxismo si llegara a intuir la connivencia. Porque la crisis de los dos grandes partidos, que es también la crisis del modelo bipartidista, no se resolverá hasta que ambos logren el único pacto que a estas alturas no resultaría sospechoso: el que desembocaría en soluciones contra la corrupción, en la apertura y democratización interna de los partidos, y en la reforma profunda del sistema constitucional de representación. Todos los demás acercamientos, en las circunstancias actuales, son sospechosos.

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