
No todo el PSOE está de acuerdo con la jugada de Griñán, que ha vuelto a poner de manifiesto la crónica falta de democracia interna del partido en las primarias fallidas que han terminado entronizando a la candidata oficial a la sucesión sin necesidad siquiera de votar.
Y es posible que los seguidores de Rubalcaba no terminen de perdonarle a Griñán que ni él ni quien será presidenta de la Junta Andaluza a la vuelta de agosto, Susana Díaz, apoyasen su candidatura en el Congreso de Sevilla y se decantaran por la opción alternativa de Carme Chacón?
Todo ello sugiere que la permanencia de Griñán, como proyecta, en sus cargos de partido ?presidente del PSOE federal y secretario general del PSOE-A- puede no ser pacífica. Sobre todo si, como se prevé, la declaración del exinterventor general, Manuel Gómez, le deja a los pies de los caballos (en fase de instrucción, ha declarado que no menos de quince veces advirtió a la Junta de que el procedimiento para pagar los EREs era irregular, ilegal). Tampoco puede descartarse que Griñán sea a la postre imputado.
No merece el puesto de honor en el PSOE
La presidencia del PSOE es honorífica y no ejecutiva, pero no parece adecuado que la ocupe quien no ha saldado completamente su responsabilidad política en un asunto tan grave como el de los EREs, probablemente la mayor lesión ilegal a las arcas públicas en toda la democracia. Porque con la misma claridad con que cumple defender la honorabilidad personal del personaje, que no está en duda, hay que decir que la familia socialista de Andalucía no ha resuelto con la debida ejemplaridad este turbio asunto.
En cierto modo, la desgracia de Griñán ayuda internamente a Rubalcaba, quien ya no tendrá que mantener la ficción del actual equilibrio, pero tampoco será fácil sustituir al todavía presidente andaluz del frontispicio del partido. Con la particularidad de que, con Griñán donde está, el secretario general del PSOE tiene asegurado el control de la potente federación andaluza, mientras que si Griñán se eclipsa, la tendrá enfrente.
En estas circunstancias, no será fácil encontrar a un exministro de peso que quiera asumir la presidencia del PSOE con Rubalcaba al frente? Y con una pugna en puertas entre quienes quieren celebrar primarias verdaderamente abiertas y quienes, aún en la vieja cultura, pretenden que el 'aparato' guíe todos los pasos futuros.
Es probable, en definitiva, que el PSOE no tenga más remedio que perder las cautelas actuales para que cese al menos la actual sangría y precipite de una vez el proceso de renovación que Ferraz reprime con argumentos bien poco convincentes que exasperan cada vez más a la maltrecha militancia y a la cada vez más exigua clientela.