Política

El análisis: El PP, sin respuesta a su corrupción interna

El exsenador y extesorero del PP Luis Bárcenas. Foto: Archivo

Tras la oleada de escándalos que asolan al PP -véase 'caso Bárcenas', 'caso Gürtel', sobresueldos de sus dirigentes- su dirección y su presidente se han mostrado incapaces de ofrecer una respuesta y de asumir responsabilidades ante este caos de desgobierno 'popular'.

El silencio de Rajoy

Las sucesivas averiguaciones policiales, judiciales y periodísticas sobre la financiación del PP han sacado a la luz un abyecto caso de generalizada corrupción -el 'caso Gürtel'- que ha hecho estragos en las comunidades valenciana y madrileña, un espectacular escándalo de presuntos cohechos y de enriquecimiento ilícito -el 'caso Bárcenas'-, y un clima de relajación dineraria cercano a la indecencia en las zonas más encumbradas del partido, que dio lugar a generalizados sobresueldos -probablemente legales en su mayoría pero indecorosos en su totalidad-, a regímenes de vida suntuarios -por ejemplo, Javier Arenas viviendo temporadas a cuerpo de rey en un hotel de lujo a cuenta del partido- y, en general, a un poco explicable desbarajuste financiero, impropio de un partido de gobierno que debe demostrar un alto sentido de responsabilidad.

Ante este espectáculo, la dirección popular está respondiendo con la más absoluta falta de explicaciones, sin que nadie asuma la responsabilidad del desgobierno que ha hecho posible toda esta retahíla de desmanes, sin que se explique cómo fue posible el comportamiento de Bárcenas, sin que se aclare lo que parece ser una sistemática financiación ilegal, que permitió a la cúpula política disfrutar de un nivel de vida notablemente superior al que tenían quienes tan sólo vivieron de sus cargos institucionales.

Un recuento apresurado de beneficiarios permite afirmar que los elegidos que gozaron de los frutos de este derroche fueron pocos -el aparato de Génova, especialmente-, por lo que los primeros agraviados son quienes, partiéndose el pecho por el partido en las tareas políticas que les correspondieron, no recibieron prebendas. Como ha dicho con razón Arantxa Quiroga, mientras en el País Vasco algunos se estaban jugando la vida, otros en Madrid se enriquecían a manos llenas. En otros lugares, quizá no se jugaban la vida los militantes del PP pero en todas partes trabajaron duro sin contrapartidas extrañas mientas la corrupción campaba por sus respetos con repulsiva prodigalidad. La indignación de hoy es, pues, perfectamente lógica, y el hecho de que nadie pida siquiera disculpas por lo ocurrido produce inevitablemente en los cuadros periféricos una gran desazón. De hecho, ya ha habido algunas significativas dimisiones de personas que huyen de semejante escándalo.

Más allá del partido

Pero no sólo los militantes del PP deben sentirse escocidos por esta indignidad: todos los electores que han depositado históricamente su confianza en el Partido Popular habrán torcido el gesto al enterarse de que algunos de sus dirigentes eran corruptos, en tanto bastantes más percibían emolumentos incontrolados y opacos que los convertían en políticos privilegiados.

El PP tiene, en fin, obligación de resarcir a todas esas gentes por unos hechos comprometedores que han salido a la luz y que dejan en evidencia a todo un sector de la clase política. Lo sucedido genera abundante y generalizada desafección ya que es comprensible la indignación de la ciudadanía. Pero el rechazo habrá de ser mayor entre los votantes populares y hacia su partido. Sin una petición sincera de perdón, que debería ir acompañada de medidas radicales para evitar que se repita lo sucedido en el futuro, el PP se expone a una postergación muy dolorosa, que no sería buena noticia para nadie porque debilitaría gravemente todo el sistema representativo.

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