Política

El análisis | Aznar, jefe de la oposición

El expresidente del Gobierno, José María Aznar. Imagen: EFE

El expresidente Aznar ocupó ayer el prime time de una de las grandes cadenas para erigirse en líder de la oposición. Ante las horas bajas del partido socialista, que no consigue encontrar ni el discurso ni el tono en la tarea que debería corresponderle, el sucesor de Fraga al frente de la formación conservadora llevó a cabo un inclemente ajuste de cuentas con el actual líder del PP, tras ubicarse al frente de la minoría ultraliberal del partido, que como se sabe no ve con buenos ojos el moderantismo de Rajoy, aunque tampoco se muestra capaz de contradecirle a cara descubierta. El Gobierno calla ante Aznar

Aznar, responsable de muchas cosas dentro y fuera del PP, afeó a Rajoy sus incumplimientos, olvidando quizá que la destrucción del sector de la construcción residencial, con la consiguiente pérdida de casi el 15% de la capacidad productiva del país, se debió a la línea política emprendida con la Ley del Suelo de 1998, seguida de la política expansiva que se aplicó en el sector y que el PSOE, en sus siete años de gobierno, tampoco supo desactivar.

Con evidente malicia, el expresidente, que permaneció agazapado después de la abrumadora mayoría absoluta de Rajoy, critica ahora que éste no baje impuestos, cuando es evidente que no puede hacerlo por ahora si quiere poner en rentabilidad los sacrificios realizados. Cuando se espera que las duras políticas de ajuste rindan frutos, la andanada de Aznar contra Rajoy-Montoro sólo puede calificarse de golpe bajo, propinado con el peor estilo.

Él lo designó

Y en un rapto de profunda deslealtad, camuflada de patriotismo, no ha tenido más ocurrente que postularse como solución de emergencia, como hacen todos los populistas, olvidando sin duda que fue él mismo quien designó a Rajoy para sucederle y que el epígono tuvo que realizar un ímprobo esfuerzo para conseguir la rehabilitación de la opinión pública a aquella desastrosa gestión de los atentados de 2004, cargada de mentiras que indignaron a toda la ciudadanía y lanzaron al PP a una dura travesía del desierto.

Por añadidura, Aznar, irritado con el mundo por la mala acogida que ha tenido la evidencia de que durante su presidencia el PP tuvo un descontrol económico inaceptable, no considera ni siquiera chocante que un mafioso como Francisco Correa, entonces respetable todavía pero ya embarcado en negocios vidriosos, financiase más de 30.000 euros de la boda de su hija. Y atribuye la revelación de este escándalo a alguna malquerencia, cuando el error es suyo, al haberse rodeado de oportunistas.

Y para defenderse a fondo de no se sabe bien qué fantasmagóricas amenazas, no ha tenido inconveniente en cargar contra varios expresidentes con el peor estilo vindicativo. ¿Acaso por ello vamos a olvidar que él también, tras dejar la presidencia, se ha sentado en jugosos consejos de administración?

Parece mentira que este personaje, cuya segunda legislatura fue toda ella un arrebato bilioso de autoestima, no haya entendido que ni la derecha ni la izquierda de este país le necesitan para salir del atolladero. El PP cuenta hoy con suficiente legitimidad democrática para superar su propia crisis, sin apelar a mesiánicas trascendencias que se han desmigajado con el paso inflexible de la historia.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky