La travesía del desierto no ha hecho más que comenzar en el Partido Socialista de Euskadi. El VII Congreso de esta formación, celebrado el pasado fin de semana en Bilbao, dejó patente la incertidumbre y preocupación que existe entre sus delegados y militantes ante su pérdida institucional. En otoño pasado no sólo perdieron el Gobierno vasco, sino que un año y medio antes fueron desbancados del mundo foral y municipal. El PSE de hoy a penas gobierna en ocho municipios y no está muy claro su rumbo político.
López clausuró el Congreso apuntando que empezaba una nueva etapa con un partido renovado, pero esa renovación no se ha traducido en cambios claros entre los integrantes de su Ejecutiva. López ha vuelto a rodearse de sus compañeros de confianza.
Es cierto, como dice Patxi López, que su paso por el Ejecutivo marca un antes y un después en la política vasca, que era necesario tanto para el conjunto de la sociedad, como para el propio PNV, que ha tenido que regenerarse y de moderar su discurso tras la deriva indenpendentista de Ibarretxe.
Todo Ejecutivo tiene luces y sombras y ahora, cuando están en la oposición, tocan tiempos en que el PNV se va a empeñar en difundir las sombras de la etapa socialista. Les podrán de chivo expiatorio para todos los recortes que deba realizar el Ejecutivo de Urkullu o liderarán campañas como la del diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, y las indemnizaciones por cese de los cargos socialistas en Metro Bilbao y el Consorcio de Transportes de Bizkaia.
Por el lado del peso político, el PSE ve como os primeros pasos de Urkullu van hacia el PP, con quien parece que les resulta más fácil pactar temas económicos. De fraguar esta alianza PSE tendrá menos poder de influencia en las próximas cuentas del Gobierno vasco.
El único interés que puede tener ahora el PNV para acercase al PSE es la política fiscal para frenar la desarmonización fiscal que propugna Bildu desde Gipuzkoa y que está pudiendo salir adelante por el respaldo del PSE. He aquí donde el PSE puede hacerse oir.
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