Política

Análisis | El problema de la regeneración en España

Congreso de los Diputados. Imagen: Archivo

Es inaplazable una regeneración de la política si no se quiere que el sistema salte en pedazos. Pero que nadie se haga ilusiones: la clase política no la va a emprender.

Casi desde los primeros balbuceos de la democracia constitucional, dos proyectos tópicos han estado en todos los programas políticos: la reforma de la administración y la regeneración política. Aquélla era una obviedad puesto que en realidad nunca se ha emprendido un verdadero proceso de modernización y racionalización del aparato del Estado, ni antes ni después de la construcción del Estado de las Autonomías.

Y en cuanto a la regeneración, concepto muy vinculado al sentimiento republicano puesto que vertebró las mejores aportaciones de la Segunda República, la propuesta ha sido intermitente, siempre ulterior a los casos más graves de corrupción. Que han sido, muy especialmente, dos: el que aconteció durante la última etapa del largo gobierno de Felipe González, y el que hoy nos aqueja.

Voces por la regeneración

No es, pues, extraño que se pongan al unísono numerosas voces que claman por la limpieza democrática, por la regeneración. Mis colegas de este periódico han hecho una jugosa lista de peticionarios, entre los que se encuentran Aznar, Rosa Díez, Esperanza Aguirre ("Contad conmigo para una regeneración), Dolores de Cospedal, Albert Rivera, Piqué, Monago, el histórico Ignacio Camuñas? Y, por supuesto, Artur Mas, preocupado porque su aventura soberanista se está convirtiendo en una presunta vía de escape para muchos corruptos que quieren ponerse fuera del alcance de la Agencia Tributaria.

Las propuestas son lógicamente variadas y diferentes. Hay quien propone un gran pacto anticorrupción (lo que sería un escándalo: ¿ómo puede firmarse entre gente decente un acuerdo para no delinquir?). La mayoría piensa que lo que hay que cambiar es el sistema electoral, para introducir listas abiertas y desbloqueadas y debilitar así la fuerza endogámica de los aparatos de los partidos. Otros más reclaman un nuevo endurecimiento de las leyes, más medios para la inspección de Hacienda? La lista es larga y bastante obvia. Pero de momento, nadie se da por verdaderamente aludido y todos (o casi todos) recurren a la estratagema del 'y tú más': puesto que las grandes formaciones tienen larga historia de corruptelas, la manera de anular una acusación es reflejarla, devolverla con la correspondiente simetría.

El problema de la regeneración en España

La regeneración tiene sin embargo un problema: requiere una autoridad magnánima y poderosa que la encabece, mandando sobre su propio dominio y sin requerir a los demás que hagan lo propio para que no parezca una operación de carambola política. Y esta clase de personajes desprendidos y potentes no existe. Entre otras razones porque nadie quiere privarse de los recursos que proporciona la corrupción ?en la financiación ilegal de los partidos, por ejemplo- ni es capaz de aparecer reconviniendo a sus propios conmilitones porque piensa que ello dará ventaja a sus adversarios.

En definitiva, es altamente improbable que la clase política sea capaz de regenerarse a sí misma. Cuando se ha producido una catarsis de esta naturaleza ?el caso italiano es paradigmático- ha solido ser la Justicia la que obrado el milagro. La 'tangentópolis' fue obra de un fiscal, que movilizó a toda la judicatura, y ésta consiguió, influyendo sobre la opinión, enterrar el viejo modelo de partidos, de forma que tuvo que nacer otro nuevo. Aquí, sin embargo, ya hemos anulado al juez estrella que podía haber encabezado una iniciativa de esta naturaleza ?ya es casualidad que Garzón fuera liquidado precisamente cuando había comenzado a investigar el 'caso Gürtel'- y, por si hubiera dudas, ahora el ministro de Justicia, Gallardón, está procediendo a laminar el Consejo General del Poder Judicial, no fuese a ser que emprendiera o inspirara una operación semejante. Como es proverbial, el Ejecutivo está en todo momento al cuidado de impedir que la justicia saque demasiado la cabeza.

En resumen: es inaplazable una regeneración de la política si no se quiere que el sistema salte en pedazos. Pero que nadie se haga ilusiones: la clase política no la va a emprender.

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