Política

El análisis|Un panorama catalán endiablado: Mas condenado al ostracismo, en la búsqueda de un cómplice

El presidente de la Generalitat, Artur Mas. Imágen: EFE

El panorama político catalán es sencillamente endiablado, y tiene además la particularidad de depender de ciertos factores subjetivos que deberán decantar en las próximas semanas. En efecto, como ya sucedió con el caso Ibarretxe, el naufragio de una poco meditada propuesta soberanista, lanzada imprudentemente a consecuencia de un mal cálculo del líder autonómico de una formación nacionalista, tiene su coste para el promotor frustrado.

Es de esperar por ello que CiU no se limite a archivar la torpe estrategia de Artur Mas que ha puesto en peligro la hegemonía de la fuerza política e incluso ha comprometido su acción de gobierno. Artur Mas está condenado al ostracismo y será desplazado por sus conmilitones en cuanto éstos hallen oportunidad, aunque de momento reciba la condescendencia de sus compañeros. Puede que sean imaginaciones, pero el esbozo de sonrisa fáustica de Duran Lleida al asistir, junto al president y a Jordi Pujol, al triste espectáculo de Mas asomado al balcón del Majestic con un rictus de perplejidad en la expresión, tenía visos de macabro ajusticiamiento político a plazo fijo.

Dicho esto, es claro que habrá de ser Mas quien ahora saque las castañas del fuego a CiU. Quien padezca la burla más o menos solapada de sus adversarios y la conmiseración hiriente de los próximos.

Naturalmente, Mas no puede dar marcha atrás porque el populismo derrochado se lo impide. Después de criminalizar al Estado español, de soñar en voz alta con la 'mayoría excepcional' para producir la secesión, de emular el viaje a la Tierra Prometida, ya no puede reconvertirse en un pragmático autonomista. Y sin embargo, ahora será cuando sus ciudadanos le pidan cuentas por los recortes, le reclamen buena administración y le afeen la corrupción que seguirá su curso en los juzgados.

Las tareas pendientes

De entrada, Mas tiene que sacar adelante los presupuestos de 2013, que Montoro le reclamará con cajas destempladas, como condición sine qua non para seguir endosando sus facturas. Y para ello, con sus pobres 50 diputados, necesita un cómplice, difícil de encontrar, y en todo caso muy caro de conseguir. El PP, que ha apoyado al Gobierno nacionalista hasta ahora, está descartado porque se han dicho y hecho demasiadas cosas en esta campaña desatentada.

El PSC podría ser pero Pere Navarro sabe que, después del 'tripartito', si el socialismo no se desmarca de las veleidades nacionalistas, desaparecerá de la faz de la tierra en Cataluña. Queda ERC, naturalmente. Pero ya puede decirse que los requerimientos de Madrid, que son los de Berlín, en materia económica, son absolutamente incompatibles con los postulados programáticos de ERC, una formación radical y asamblearia todavía.

En la misma noche electoral, Mas ya emplazó a Esquerra que asuma sus postulados. No en vano si CiU perdió 12 escaños, ERC ganó 11. Como dijo la candidata del PP, Sánchez Camacho, Mas ha sido el mejor candidato de ERC. Y Esquerra puede servirle a CiU para aprobar en el Parlament todas las soflamas independentistas que precise. Pero no parece probable que ERC quiera sumarse al presupuesto restrictivo que deberá hacer Mas dentro de apenas unos días, con menos recursos para los servicios públicos, menos asistencia social, más desolación.

La sociedad ya se lo ha dicho a Mas: el proyecto soberanista debe ir a un cajón, al menos hasta que pase la tormenta. No hay prisa porque el Gobierno central será seguramente incapaz de entender que, o cambia radicalmente de estrategia con relación a Cataluña, o el sarpullido independentista se reproducirá. De momento, en cambio, no toca reivindicar soberanía sino ponerse a trabajar. Los laboriosos catalanes necesitan sosiego y mercados para recomponer la figura y la actividad.

Pujol, respira con alivio

Paradójicamente, Pujol habrá respirado con alivio. Él mismo, en sus 23 años largos de poder ?del 8 de mayo de 1980 al 20 de diciembre de 2003-, no se atrevió a dar el salto soberanista, que también hubiera fracasado, y hubiese sido ahora muy duro asistir al éxito de un epígono, del testaferro de la familia Pujol, del masover de la finca del patriarca, seleccionado por la señora Ferrusola porque era el más listo de los amigos de sus hijos.

Mas se tomó demasiado en serio el encargo de tensar la cuerda y llegó a creerse predestinado para no se sabe bien qué designios sagrados que sólo la aristocracia burguesa, con Pujol al frente, pueden oficiar en Cataluña. Mas ha probado fortuna y ha perdido. Lo que no significa que los instigadores se sientan derrotados: las elites catalanas del 'caso Palau', que encubren sus pasiones inconfesables bajo el manto patriótico, han dado la voz de aviso al Estado, que esta vez no ha reculado.

La guerra soterrada seguirá algunas generaciones todavía, aunque de momento haya que plegar velas y que guardar las armas en el armero.

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