
La anticipación electoral en Galicia, decidida el última instancia por Madrid -por Rajoy-, se hizo porque el PP, sorprendido por la anticipación vasca anunciada por Patxi López, no podía abrir un período de varios meses de inestabilidad.
Pero al parecer el propio Rajoy había intentado convencer con anterioridad a Feijóo de la pertinencia del adelanto, ya que la acumulación de recortes durante los últimos meses de 2012 terminarán de arrasar la ya destruida cotización del PP en las encuestas. Ahora es probable que Rajoy, oxigenado por el viaje de Merkel a Madrid, aplace hasta después del 21 de octubre las grandes decisiones que habrá que tomar en forma de recortes que nos acerquen al cumplimiento del déficit pactado (6,3% del PIB), tanto si hay petición de rescate -lo más probable- como si no, y ello ayudará in extremis a un exhausto candidato popular a la presidencia de Galicia. Pero no parece que vaya a servir de mucho la marrullería.
El balance de Feijóo es pobre, como reconocen sus propios correligionarios. Su mayor iniciativa, finalmente abortada, fue la de reducir el tamaño de la cámara gallega, de 75 escaños a 61. Tal reforma, que daría sobrerrepresentación a las provincias menos pobladas, beneficiaría objetivamente al PP, por lo que se puede calificar con propiedad de intento de pucherazo. El TC no hubiera digerido probablemente tan osada pretensión.
Gestión 'presidencialista'
Sin embargo, Feijóo, tan ahorrativo en diputados, no ha querido o no ha sabido reducir significativamente su corte presidencial: este agosto, Feijóo protagonizó una poco edificante disputa con un periodista que le recordó, presupuestos en mano, que el presidente de la Xunta tiene más de 40 asesores que cuestan 2,3 millones de euros al año, y que los asesores de todo el gobierno representan un gasto de más de siete millones de euros. Después del escándalo de los Audis de su predecesor, parece que el actual titular del gobierno gallego no ha hecho el suficiente ejercicio de austeridad.
El empeño personal de Feijóo de fusionar las cajas gallegas para tener una entidad de la región ha dado igualmente pésimo resultado. La fusión de Caixagalicia y Caixanova, que dio lugar a Novacaixagalicia, ha nacido marcada por el escándalo de las preferentes y por las multimillonarias y seguramente ilegales indemnizaciones a sus directivos, a los que provocaron su ruina. Este junio, la Fiscalía Anticorrupción presentó una querella contra estos directivos, que habían aprovechado el dinero recibido para la fusión para mejorar presuntamente sus contratos sin comunicarlo explícitamente al consejo de administración.
La Ciudad de la Cultura, el faraónico y descabellado proyecto de Manuel Fraga, sigue avanzando lentamente. En ella se han enterrado ya más de 400 millones de euros, y el primer consejero de Cultura de Fejóo huyó despavorido al comprobar la gran carga que este adefesio proyecta sobre la postergada cultura gallega.
Así las cosas, con un -posible- ascenso de los grupos de izquierda y la aparición incluso de candidatos como Mario Conde al frente de un partido que podría llegar a arrastrar a algunas de las familias del PP, las encuestas no acaban de darle la mayoría absoluta de escaños que necesita para gobernar.