Política

Zapatero, Solbes, Beteta, Echániz... los políticos se ahogan en un café

  • Un consejero de Cospedal ha sido el último en realizar una comparación desafortunada con su coste
El ex presidente Zapatero se toma un café en la cafetería del Congreso | EFE

Son muchas las personas que no pueden pasar un día sin tomar café, ya sea para desayunar, a media mañana, después de comer, por la tarde o incluso tras cenar. Y todo ello a pesar de que al café se le atribuyen numerosos efectos negativos, sobre todo si se toma en exceso. A saber: aumenta el nerviosismo, produce dolor de cabeza, aumenta el ritmo cardíaco, crea ansiedad, produce acidez estomacal... Por si fuera poco tiene otro importante efecto secundario: en la boca de un político puede provocar meteduras de pata, crisis y todo tipo de polémicas, con repercusión e indignación en la calle.

Para combatir los primeros síntomas basta con pasarse al descafeinado, o con reducir la dosis de café diario -no superar las tres tazas cada jornada-. Sin embargo, para el segundo problema, el de los mandatarios, aún no se conoce la solución.

El último en atragantarse con el café ha sido José Ignacio Echániz, secretario de Sanidad del PP y consejero de Salud de Castilla-La Mancha. El dirigente popular saltó a las primeras páginas de los medios el pasado jueves, tras asegurar que el copago farmacéutico a los pensionistas son "sólo cuatro cafés al mes". "Al pensionista que más le van a costar las medicinas al mes van a ser ocho euros; eso son cuatro cafés, un café a la semana, 0,20 céntimos al día", comentó ante las críticas de la oposición sobre esta medida.

La comparación fue calificada de poco acertada desde la sociedad y el resto de los partidos, tanto por el esfuerzo que suponen esos 8 euros para muchos pensionistas, como por el precio que atribuye a cada taza de café, dos euros, muy por encima del 1,18 euros que vale el café de media en España, según el portavoz de FACUA-Consumidores en Acción, Rubén Sánchez. "Invito al señor Echániz a intentar vivir con 400 euros al mes, que es lo que cobran muchos pensionistas, a ver cuántos cafés es capaz de tomarse él", insistió Sánchez.

"La medicina para un enfermo no se parece nada a un café", declaró Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE. Al día siguiente, Echániz salió a pedir disculpas: "Lamento la repercusión que ha tenido la comparación. Quizá no ha sido la más feliz y afortunada. Lo siento sinceramente si alguien ha podido interpretar una banalización del esfuerzo que se pide a los ciudadanos", declaró el consejero de Salud castellano-manchego.

Pero Echániz no ha sido el único cargo popular que ha tenido problemas con el café en los últimos días. Una semana antes, el secretario de Estado de Administraciones Públicas, Antonio Beteta, recibió numerosas críticas tras declarar que los funcionarios "deben olvidarse del cafelito y de leer el periódico", y ser "más productivos". El mandatario realizó las declaraciones en el Foro Aragonex, tras anunciar que el Estado ahorrará 2.500 millones de euros con el aumento de la jornada laboral de los funcionarios en 2,5 horas semanales.

Igualmente, Beteta tuvo que asumir días después el "error", tras reconocer en el Congreso de los Diputados que la frase fue "desafortunada", después de que el diputado de Izquierda Plural, Joan Coscubiela, acusase al secretario de Estado de "utilizar tópicos para legitimar determinadas políticas".

Solbes, por partida doble

Parece que el café sienta peor a los partidos en el poder. Si durante esta legislatura las meteduras de pata con dicha bebida caen del lado del PP, en la anterior fueron los socialistas los que se atragantaron. Es el caso del exministro de Economía, Pedro Solbes, que en una conferencia económica organizada por su propio partido en 2007, culpó de la inflación a los consumidores, por "tomar dos cafés y dejar de propina un euro".

En esa aciaga tarde, el por entonces titular de Economía se coronó al vincular la subida de precios con el aumento de precio del petróleo y de algunos alimentos clave, "como los cereales", por un crecimiento de la demanda en países que ahora cuentan con más recursos "y también tienen el vicio de comer".

Lejos de rectificar, Solbes defendió que sus palabras se habían sacado de contexto. De hecho, menos de un año después, volvió a apostar por el café para ejemplificar cómo funcionaría la reunión del G-20 en Washington, a la que por primera vez asistía España. "Uno no entra por la mañana a desayunar un café con churros y por la tarde está refundado el capitalismo, eso no funciona así", explicó el exministro de Economía, en declaraciones a Onda Cero.

Pero medio milenio después de que el café llegase a Europa -las primeras referencias en el Viejo Continente aparecen en 1583-, el más famoso sigue siendo el del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. El exmandatario participaba en marzo de 2007 en el programa Tengo una pregunta para usted, un exitoso espacio en el que ciudadanos anónimos interpelaban al presidente, emitido en TVE.

La metedura de pata llegó cuando un hombre -Jesús, trabajador de la construcción- le preguntó a Zapatero cuál era el precio de un café en la calle. "80 céntimos, aproximadamente", respondió el exgobernante, demostrando que no era realmente consciente del importe del café. "Eso era en tiempos del abuelo Patxi -en referencia al dictador Francisco Franco-", contestó Jesús, sin ser consciente de la repercusión de su pregunta.

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