
Hay que huir de los tópicos sin renunciar a poner en valor que dos mujeres, Esperanza Aguirre y Ana Botella, tengan las máximas responsabilidades políticas en la Comunidad Autónoma y en el Ayuntamiento de Madrid.
Cumplido este requisito, lo que corresponde es analizar las decisiones, los hechos y también las maneras de ambas gobernantes.
Esperanza Aguirre ha aprovechado la coyuntura de los primeros presupuestos de su tercera legislatura para armar el taco en materia de liberalización económica. Abajo licencias de apertura y de obra; libertad de horarios comerciales; liberalización de la venta de bebidas alcohólicas; desregulación de la cesión de suelo industrial y , en menor medida, residencial; tratamiento fiscal más favorable en el Impuestos sobre la Renta que en cualquier comunidad autónoma de España; pionera en la práctica eliminación del Impuesto sobre Donaciones y Sucesiones y patrimonio. Ya va siendo todo un historial al servicio de una comunidad business friendly.
Ahora le toca el turno de remachar la pieza a Ana Botella en el municipio más grande de España. Y parece que no hace ascos a seguir la misma estela de la presidenta de la Comunidad. Guerra a los papeleos y "dos huevos duros", es decir, no sólo para el comercio, sino para cualquier actividad económica que no exija una declaración de impacto ambiental (DIA).
La cuestión que se plantea es si el Gobierno central está dispuesto a hacer lo mismo en las leyes en las que no esté mediatizado por el difícil equilibrio de las competencias nacionales, regionales y locales. Le cabe un subterfugio político, que es, desde el PP, instruir a todos sus cargos a que movilicen todos los obstáculos en sus ámbitos competenciales para que la economía respire, para que emprender no sea peregrinar y para que crear riqueza no sea una actividad entre las sospechosas habituales.
No es condición suficiente, pero sí es necesaria, para que la legislatura que empieza bajo negros augurios vea como se aclara el horizonte .