
El claro triunfo en las urnas del Partido Popular en un contexto de nuevas turbulencias en los mercados europeos ha llevado al futuro jefe del Ejecutivo a intensificar su agenda nacional e internacional convirtiéndose más que nunca en un presidente en la sombra dentro, y fuera de España.
Las primeras horas tras la jornada electoral, la presión sobre Rajoy para que tomara una batuta que legalmente no tenía se incrementó debido a las crecientes tensiones financieras. En la recta final de la campaña, Italia había sido intervenida políticamente y la prima de riesgo española se había disparado a máximos históricos de 500 puntos básicos.
Las dudas sobre el futuro del euro eran mayores que nunca a la espera del importante Consejo Europeo de principios de diciembre y muchos analistas alarmados e incluso algunas voces del Partido Popular reclamaron un cambio legal -que habría tenido rango constitucional- para adelantar los trámites para la constitución de Gobierno. Se aceleraron los tiempos para que el cambio fuera efectivo antes de Navidad, pero el traspaso de poderes transcurrió con normalidad, de "forma modélica", según han asegurado las partes.
Un presidente en la sombra
En ese escenario, Rajoy ha optado en este mes por asumir un protagonismo discreto y en un segundo plano, aunque con reuniones del más alto nivel.
Las formas son importantes y el presidente del Partido Popular lo demostró la misma noche electoral. En el interior de Génova, realizó una primera declaración de intenciones en tono institucional. "Nadie tiene que sentir inquietud alguna. No habrá para mí otros enemigos que el paro, el déficit, la deuda excesiva, el estancamiento económico y todo aquello que mantiene a nuestro país en estas críticas circunstancias", aseguró como futuro presidente, en un mensaje que dirigió directamente "a todo el pueblo español". En el balcón, llegó la emoción como líder popular.
Horas después, Rajoy intervino ante el Comité Ejecutivo de su partido al que, por primera vez en años, acudió el ex presidente José María Aznar para felicitarle. Entonces Rajoy marcó el calendario. Sus primeras medidas y los nombres que conformarán su equipo no llegarían hasta mediados de diciembre, es decir, a su tiempo.
El día 23 se reunió en secreto con el presidente del Gobierno en funciones, José Luis Rodríguez Zapatero, para arrancar un traspaso de poderes que han liderado el ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui, y la mano derecha de Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría. En total, hasta el viernes pasado Rajoy y Zapatero han mantenido tres encuentros este mes.
Principales preocupaciones
En este periodo, el futuro inquilino de La Moncloa quiso poner de manifiesto cuáles son sus principales preocupaciones: el paro, el déficit y el sector bancario. Primero recibió en secreto a varios banqueros. Después, convocó por separado a los líderes de CEOE, Joan Rosell; CCOO, Ignacio Fernández Toxo, y UGT, Cándido Méndez, para ponerles deberes: quiere una reforma laboral pactada "en el entorno de Reyes". También puso tarea a sus presidentes autonómicos: el déficit tiene que cumplirse.
Reuniones con UE y EEUU
En el plano internacional, Rajoy también ha calculado al milímetro la lectura que podía hacerse de sus fotos antes de la investidura. En primer lugar, recibió al vicepresidente de la Comisión Europea, Antonio Tajani. Realizó su primer com- promiso formal con la estabilidad presupuestaria: España cumplirá sí o sí con Bruselas en materia de déficit público. En los 31 días transcurridos desde que fue elegido hasta que mañana sea investido, Rajoy ha mantenido además encuentros con dirigentes de las tres grandes economías europeas.
Primero se vio en Madrid con el viceprimer ministro británico, Nick Clegg. Después, viajó a Marsella para prometer una reforma laboral "profunda", además de una reforma financiera de calado en el Congreso del PP europeo. Además, mantuvo encuentros bilaterales con la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, así como con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el presidente de turno, el polaco Donald Tusk. El día anterior, se vio con el secretario de Estado de EEUU, Timothy Geithner, ante quien defendió la fiabilidad de España.