
El perfil político de Francisco Álvarez-Cascos no se adecuaba con la "regenaración tranquila de nuevos valores deseosos de asumir las responsabilidades de la España del siglo XXI" que el PP inició tras su Congreso de Valencia de junio de 2008.
Así lo confiesa un estrecho colaborador de Mariano Rajoy en una declaraciones en ABC donde señala los objetivos de "centro derecha moderno, abierto, reformista, patriota y volcado en trabajar desde la concordia" que desde la sede de Génova se plantean y que no encajaban con la figura de Álvarez-Cascos.
"Nos forzaba a tener un cristo en Asturias que no compensaba. Su proyecto era de enfrentamiento, de hacer lo que le diera la gana", confiesa esta fuente a la vez que apunta a la disconformidad de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, por dar poder a un político que representaba el antiguo PP. Los planes de remodelación del partido chocaban con esta candidatura.
Rajoy apuesta por los nuevos barones
Tras los resultados de Núñez-Feijóo y Antonio Basagoiti en Galicia y País Vasco, Rajoy decidió apostar por la 'sangre nueva del partido' y la ratificación a esta decisión viene de la mano de los resultados electorales de Sánchez-Camacho en Cataluña. "La apuesta por candidatos nuevos como Sánchez-Camacho, Núñez-Feijóo y Basagoiti había demostrado que los cambios han sido útiles y necesarios".
A partir de esta fecha, el líder del PP optó por apostar por otra 'cara nueva' para la candidatura al Principado y descartar la del antiguo secretario general del partido. Junto a esto, los apoyos de Cascos en el seno interno de la formación -con los que había compartido gobierno en las legislaturas de Aznar- comenzaron a reducirse salvo contadas excepciones.
En este sentido, la fuente reconoce que "se trabajaba con la idea de que si no le hacíamos candidato se presentaría por su cuenta y evaluamos esa posibilidad". Sin embargo reconoce que "nunca se pensó que en sólo dos días abandonaría el partido" en el que militó durante 35 años.