LONDRES (Reuters) - En Estados Unidos, dos inmigrantes chechenos están acusados del atentado contra el maratón de Boston. En Canadá, un estudiante de doctorado en la Universidad de Montreal es uno de los dos detenidos no nacionalizados acusados esta semana de un complot para hacer descarrilar un tren de pasajeros.
Los titulares en América del Norte la pasada semana se hicieron eco de un tema con el que las autoridades han estado lidiando durante más de una década: por qué una pequeña minoría de hombres de comunidades inmigrantes en Occidente parecen sentirse atraídos hacia la violencia islamista.
En muchos casos se necesitan buscar los motivos más en la psicología o la sociología que en la política o la religión, dijo Raffaello Pantucci, un especialista en antiterrorismo en el 'think tank' Instituto de los Servicios Unidos para los Estudios de Defensa y Seguridad de Londres (RUSI, por su sigla en inglés).
"Es una complicada mezcla de razones, usualmente en gran medida personales ya que son transnacionales o globales", dijo.
Los hombres jóvenes pueden llegar a ser vulnerables si sienten que no están avanzando en la sociedad, o quieren hacer algo por su comunidad y encuentran una forma equivocada de hacerlo.
"Las conclusiones generales son que tienden a ser menores de 40 años y son varones musulmanes, aunque ninguna de estas son reglas rígidas y rápidas - hemos visto mujeres implicadas y conversos muy recientes. Por lo general hay algún tipo de contacto con el exterior que les empuja a lo largo del proceso", dijo Pantucci.
Algunos pueden haber entrado en contacto con islamistas radicales en viajes al extranjero, una posibilidad que los investigadores están explorando en el caso del mayor de los dos hermanos chechenos, Tamerlan Tsarnaev de 26 años, muerto en un tiroteo con la policía.
Algunos se ajustan a la descripción dada por su hermano menor, Dzhokhar Tsarnaev de 19 años, muy querido y muy difícil para los que le conocían imaginárselo recurriendo a la violencia.
Por ejemplo Omar Sheij, uno de los primeros británicos en ser arrastrado a la yihad mundial. Como estudiante en el norte de Londres, le encantaba echar pulsos en los pubs - bebía solo leche - o jugar al ajedrez con sus amigos. El hijo de un comerciante de ropa, que había pasado parte de su vida de estudiante en Pakistán, estaba obsesionado con el éxito académico y soñaba con ir a Harvard.
"Omar era muy agradable en muchos aspectos. Cuando era más joven, tenía ese pícaro encanto y estaba lleno de pasión por la aventura", dijo Daniel Flynn que fue compañero suyo en el colegio.
"No solía pelear pero cuando lo hacía, luchaba para defender a otras personas. Si acosaban a algunos de los chicos más jóvenes, salía a defenderlos", dijo Flynn, ahora un periodista en Reuters.
Muchos años después, Omar Sheij, ahora en prisión en Pakistán, se hizo tristemente famoso tras ser condenado por su implicación en el secuestro y asesinato del corresponsal del Wall Street Journal Daniel Pearl en Karachi en 2002.
Después está el franco-argelino de 23 años Mohammed Merah, que disparó contra siete personas en Francia el pasado año antes de ser abatido por la policía. Procedía de un hogar roto de los barrios pobres, tenía un historial de pequeños delitos y prefería ir a las salas de fiesta que a la mezquita.
Inicialmente fue descrito como un "lobo solitario", pero la policía francesa dijo más tarde que había viajado a Afganistán y Pakistán y que había sido interrogado por agentes de inteligencia tras una denuncia en 2010 por mostrar a un niño un vídeo de decapitaciones.
"No tenemos capacidad de vigilarlos a todos", dijo el principal juez antiterrorista francés Marc Trevidic a Reuters a principios de este año. "Aceptamos que hay 4.000 muertes en la carretera cada año, que hay asesinos en serie... Es realmente la única forma de crimen en la que se exige el cien por cien de éxito y el cien por cien de prevención".
Más recientemente, tres hombres de la ciudad inglesa de Birmingham fueron acusados en febrero de planear ataques que los fiscales dijeron habrían sido los mayores desde las bombas contra el sistema de transporte de Londres del 7 de julio de 2007, que mataron a 52 personas.
Jóvenes británicos paquistaníes se han visto influidos por el predicador estadounidense-yemení Anwar al-Awlaki, muerto en un ataque de aviones no tripulados de EEUU en 2011, y por la revista que el creó. Los hombres fueron grabados discutiendo algunos planes mencionados en la revista, incluida la idea de conducir contra la multitud una máquina cosechadora revestida de espadas y puñales.
Como alguno de los autores de los atentados de Londres, habían viajado a Pakistán para entrenarse. Pero a diferencia de los cuatro suicidas de Londres, tuvieron poco apoyo una vez que regresaron a casa. Al Qaeda, según fuentes de inteligencia occidentales, había perdido su capacidad de dirigir desde la distancia.
Y después están aquellos que parecen no tener ningún tipo de dirección, como el checheno de 25 años Lors Doukaev, un ciudadano belga que se voló accidentalmente a sí mismo en un baño en Copenhague mientras preparaba una bomba.
Fue condenado por un tribunal danés en 2011 de planear un ataque contra el diario Jyllands-Posten, cuyas caricaturas del profeta Mahoma provocaron violentas protestas en Oriente Próximo, África y Asia en 2006.
DESDE EL CONFLICTO ÉTNICO A LA YIHAD GLOBAL
Agencias de Seguridad europeas y estadounidenses llevan años preocupadas por sus ciudadanos de las comunidades inmigrantes que viajan al extranjero, posiblemente entrando en contacto con grupos islamistas militantes de primera línea en sus países de origen.
Algunos de la gran comunidad británico-paquistaní fueron inicialmente atraídos a grupos con base en Pakistán centrados en la disputa de Cachemira con India, antes de cruzar a la órbita de Al Qaeda con su ideología antioccidental más global. Para los estudiosos de este tema, la ruta se hizo conocida como la "escalera mecánica de Cachemira".
Un programa insignia de Reino Unido para combatir la radicalización no logró sus objetivos, tanto es así que en 2010 los diputados británicos dijeron que la política había alienado a aquellos que se suponía que debía ganarse más.
Los hermanos Tsarnaev se habrían criado a la sombra de dos guerras con su pueblo checheno luchando contra Rusia en la década de los 90, y desde entonces se vieron expuestos a la propagación de la línea dura del Islam en el sur de Rusia.
"Las primeras indicaciones sugieren un joven miembro de una diáspora, Tamerlan Tsarnaev, sin afecto, incapaz de integrarse e insatisfecho con su vida, que buscó consuelo y explicación a sus problemas en una ideología extremista muy simplista", dijo Stephen Tankel, un académico en el Programa de Asia del Sur de Carnegie Endowment y autor de un libro sobre el grupo activista Lashkar-e-Taiba, con sede en Pakistán.
"Esa ideología explicaba no sólo su infelicidad y los fallos que percibía aquí en Estados Unidos de tal manera que le daba a alguien más a quien echar la culpa, sino también le conectaba con aquellos que sufren en lo que para era él era probablemente una mitificada patria, así como con una comunidad en general", dijo.
Si los países occidentales han ganado experiencia en desarticular estas tramas - a través de la cooperación de los servicios de inteligencia y la vigilancia interna y policial - han logrado poco para luchar contra las causas que llevan a los hombres jóvenes a la yihad.
Los ataques grandes y complicados pueden ser más difíciles de organizar para los grupos militantes, pero Al Qaeda está animando a personas con ideas afines a concebir sus propios planes a pequeña escala.
"No hay duda de que ataques tan sofisticados y grandes como el del 11-S o el 7-J son mucho más difíciles de organizar", dijo Stuart Osborne, coordinador nacional de antiterrorismo de Reino Unido, el mes pasado. Pero añadió que "sería justo decir que algunos de los líderes de Al Qaeda tienden a decir: 'Está bien si lo puedes hacer, pero si no, cualquier ataque, cualquier cosa que puedas, a cualquier escala es útil'".
Está creciendo una nueva generación desconectada en su hogar por la urbanización y en la diáspora por la inmigración, de su identidad familiar, étnica, tribal o lingüística, pero incapaz de identificarse con una elite occidentalizada no religiosa, dijo Huma Yusuf, una columnista paquistaní en el diario Dawn que estudió en Estados Unidos y vive en Londres.
"Esta generación tiene valores conservadores, y una experiencia profunda de desigualdades y falta de identidad que no tiene expresión política excepto a través del discurso de los grupos extremistas", dijo.
"En lugar de ver el surgimiento de un movimiento político de nueva clase media urbana que simultáneamente reconoce los 'valores islámicos' y abraza la modernidad, globalización, y pone énfasis en las aspiraciones de la clase media, estamos viendo nuevos actores políticos que se hacen eco del 'choque de civilizaciones' y posturas aislacionistas de grupos extremistas", dijo.
Las guerras en Afganistán e Irak también han acelerado un problema ya existente, dijo Pantucci.
"Las guerras tras el 11 de septiembre pueden haber hecho más fácil persuadir a la gente del discurso que decía que no sólo sucedía que a Occidente no le preocupaban los musulmanes, sino que iba a ir por todo el mundo a intentar matarlos".
Esa apreciación fue confirmada hablando con activistas en la ciudad de Birmingham. Aunque creían que Al Qaeda había dejado de ser relevante tras la muerte de Osama bin Laden en Pakistán en 2011 a manos de soldados estadounidenses, e hicieron hincapié en que no estaban interesados en la violencia, también veían que había que hacer frente a un Occidente decadente y corrupto.
"Al Qaeda ha sido destruida", dijo uno de los jóvenes, hablando en un café del centro del barrio de Alum Rock. "Esta no es una lucha islámica", dijo. "Es una lucha global contra la corrupción, el imperialismo y el sionismo".
/Por Myra MacDonald/