
El titular de Finanzas chino avisa de la amenaza que supone un conflicto para la economía global. Mientras, a ONU busca impulsar la diplomacia frente a las opciones militares en una conferencia de paz
Tensión en el Palacio de Constantino, en San Petersburgo. Ayer arrancó allí el encuentro de jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de los 20 bajo la presidencia rusa. Las sonrisas forzadas y caras de póquer de muchos mandatarios se esfumaron cuando se comenzó a debatir el monotema fuera del programa oficial de la reunión: la posible intervención militar en Siria.
La agenda estratégica del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quedó mermada después de que China se posicionase de parte de sus homólogos rusos oponiéndose a una acción militar limitada contra el régimen de Bashar al-Assad.
Durante una sesión informativa en el marco previo al G-20, el vice-ministro de Finanzas chino, Zhu Guangyao, dejó claro que una acción militar en Siria "tendría un impacto negativo en la economía global, especialmente en el precio del petróleo", que podría sufrir una escalada que pondría en jaque la recuperación mundial. En esta misma línea y, desde Pekín, Hong Lei, portavoz militar de China, incidió en que una acción militar unilateral viola el derecho internacional y complicaría aún más la situación.
Poder de veto
No hay que olvidar que, al igual que Moscú, uno de los principales aliados de Siria, China tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Dadas las circunstancias, es probable que Obama no encuentre el respaldo de la ONU en estos menesteres y por eso busca al menos la aprobación del Congreso de su país.
Las declaraciones chinas hicieron mella en la confianza de Obama, que desembarcó en San Petersburgo con la intención de ganar aliados suficientes para poder implementar su plan. Sin embargo, desde la Casa Blanca, su portavoz Ben Rhodes, ya avisó de que no anticipaban que todos los miembros del G-20 estuvieran de acuerdo sobre cómo actuar con Siria, especialmente teniendo en cuenta la posición de Rusia.
De hecho, el aislamiento estadounidense fue una realidad. Los países emergentes de primera línea, comúnmente conocidos como BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), se hicieron eco de las advertencias de Guangyao mientras que el Papa Francisco, quien lidera a más de 1.200 millones de católicos en todo el mundo, instó al G-20 a "dejar a un lado la búsqueda inútil de una solución militar".
El presidente ruso, Vladimir Putin, continuó apoyando su tesis de que quizás fueron las fuerzas rebeldes quienes podrían haber llevado a cabo el ataque con gas sarín el pasado 21 de agosto y que cualquier intervención sin el visto bueno del Consejo de Seguridad sería contrario al derecho internacional. De todas formas, el secretario de prensa de Putin, Dmitry Peskov, reconoció, según Reuters, que la división internacional es evidente e incidió en que ahora "no se puede decir que muchos Estados apoyen la idea de una operación militar".
El Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y el enviado especial de la ONU a Siria, Lakhdar Brahimi, también están en Rusia para impulsar la diplomacia frente a la opción militar y apoyar la organización de una conferencia internacional de paz sobre Siria.
En Estados Unidos, Obama tampoco las tiene todas consigo. Los miembros de la Cámara Baja necesitan tiempo para perfilar la resolución de acción militar y debatirla a fondo: a día de hoy no pasaría el escrutinio de los legisladores. Lo más probable es que el Senado no vote hasta final de la semana que viene la resolución aprobada el miércoles por el Comite de Relaciónes Internacionales de la Cámara Alta.