Sigue la escalada de tensión en Irán. Este fin de semana, Teherán vio nuevos enfrentamientos entre miles de manifestantes y policías que se saldaron con la muerte de al menos 20 personas. Mientras, la población se enfrenta a un 30% de inflación, al desempleo y a la caída del precio del crudo.
El Gobierno de Ahmadineyad se está enfrentando a todos. Ayer acusó de injerencia en la política del país y de alentar las protestas a EEUU, Reino Unido, Alemania y Francia. Incluso el Gobierno español salió ayer al paso al defender la postura de sus socios europeos, muy críticos con la actuación del Gobierno iraní, y afirmó que las acusaciones de injerencia planteadas por las autoridades iraníes "no contribuyen a la solución de la crisis política en Irán".
Pero, pese a los avisos, la marea verde sigue creciendo por todo el país. La chispa que ha desencadenado el estallido social ha sido la fundada sospecha de que pudo haber fraude electoral en los pasados comicios. Ello ha calado en una población iraní habituada no sólo a las restricciones políticas y a la falta de libertades sino, desde hace años, al zarpazo de una coyuntura económica cada vez más deteriorada. Por tanto, la crisis económica ha sido un factor decisivo -aunque no el único- en las revueltas.
"El régimen sabe que en una situación de debilidad económica es mayor la inestabilidad política", asegura Gustavo de Arístegui, diplomático y portavoz de Exteriores del Partido Popular. Y es que, junto al malestar por el dudoso escrutinio electoral, la población iraní se enfrenta en los últimos tiempos a los efectos de la recesión mundial, además de a los dos grandes ogros económicos que azotan su economía: la inflación y el paro.
Inflación altísima
"Las peculiaridades del control que el Banco Central ejerce sobre las variables monetarias han desembocado en una situación de inflación cercana al 30%, que está teniendo un impacto muy negativo en la población", reza el informe sobre el país elaborado por la Oficina Comercial española en Teherán.
El analista del Mundo Árabe del Real Instituto Elcano, Haizam Amirah Fernández, culpa también a la política de subsidios de Ahmadineyad. Éste ha sido especialmente generoso con los pobres, la población rural y las milicias islámicas radicales.
"Irán tiene un serio problema de inflación, en parte por la política seguida por Ahmadineyad durante el periodo de vacas gordas, consistente en dar ayudas directas a ciertos sectores sociales como la población rural, los funcionarios y los simpatizantes del ala ultraconservadora del régimen. A pesar de ellas, las dificultades económicas no han disminuido", apunta dicho experto.
La oportunidad de Musavi
Los subsidios absorbieron el 17% del gasto público total en 2007, año en el que sólo las ayudas a la gasolina (que debe importar por adolecer de infraestructura de refino) equivalieron al 2,2% de su PIB, según el FMI. Y, pese a la riqueza relativa del país y a que la mayoría tiene sus necesidades básicas cubiertas, la situación del empleo es cada vez más preocupante. El paro oficial ronda el 10%, pero los analistas estiman que la cifra se aproxima al doble: todo un drama porque dos tercios de sus 70 millones de habitantes son menores de 25 años.
Todo ese escenario pudo aprovecharlo el líder opositor, Mir Husein Musavi, para ganar adeptos entre los desencantados, principalmente la clase media educada que culpa al populismo de Ahmadineyad del deterioro económico. El reformista Musavi defiende la "liberalización de sectores profundamente intervenidos y rígidos como la banca, los seguros y la construcción", dice Gustavo de Arístegui.
En cualquier caso, a los males estructurales de la economía iraní -que incluyen la falta de infraestructuras e inversión en el sector energético pese a ser el segundo productor mundial de petróleo y tener el 10% de las reservas mundiales- se sumó meses atrás el hundimiento del precio del petróleo.
El problema del petróleo
Indudablemente, las fluctuaciones del precio del crudo afectan a Irán de forma decisiva: el petróleo inyecta el 61% de los ingresos al presupuesto nacional. Aunque, con el barril actual a 72 dólares, los estragos habrían empezado a remitir. "Por el precio del petróleo, que ya se ha duplicado desde su mínimo hace medio año, no hay presiones extra. Sí hay por la recesión global y por el malestar desde las elecciones", apunta Paul Isbell, director del programa de Energía del Instituto Elcano.
Con todo, las sanciones impuestas tanto por EEUU como por el multilateral Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), en represalia por el programa nuclear iraní y la aparente connivencia de Teherán en la financiación del terrorismo, habrían tenido un impacto importante. En ese sentido, India, Rusia y, sobretodo, China ejercen de válvula de escape.