Los riesgos de la recuperación económica
Rafael Hurtado
Tras la fuerte contracción provocada por el Covid-19 a inicios-mediados de 2020, se produjo un debate sobre cómo sería la recuperación económica. Se debatía hace un año si la actividad económica tras la gran depresión sería en forma de "U, V, W, L" o el símbolo de Nike, donde tras una fuerte caída la recuperación es progresiva.
Finalmente, desde los últimos meses de 2020 y principios de 2021 podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la recuperación ha sido en "V" en Estados Unidos y China, y en Europa va camino de una recuperación también muy pronunciada, aunque con algo de retraso respecto a Norteamérica. Por ejemplo, en Estados Unidos el PIB está, en el segundo trimestre, por encima de finales de 2019. En 2020 la economía norteamericana cayó un -3,4 %, sin embargo, el FMI estima que en 2021 crecerá un 7%, la tasa más alta desde los años 80.
Las bases de esta fuerte recuperación están en la reacción que han tenido los gobiernos y bancos centrales durante la pandemia. Los gobiernos han tomado medidas de política fiscal expansivas mucho más profundas que en otras recesiones como la de 2008-09. Ejemplo de ello es el Plan de Recuperación para Europa conocido como Next Generation, dotado con 750.000 millones de euros. Por otro lado, los bancos centrales han actuado con una contundencia y celeridad no conocida en la historia monetaria. Los principales bancos centrales (Fed, BCE, Banco de Japón, Banco de Inglaterra…) inundaron los mercados de capitales de liquidez al mismo tiempo que reducían las tasas de interés, llegando a niveles desconocidamente bajos, cuando no negativos.
Los bancos centrales han enfrentado la crisis con rapidez y contundencia
Adicionalmente al apoyo monetario y fiscal, hay que destacar otros dos elementos que han contribuido de forma decidida a la recuperación. En primer lugar, el progresivo manejo de la pandemia que viene de la mano del avance en la vacunación, el cual es especialmente relevante en los países desarrollados. En segundo lugar, el consumidor, que lejos de comportarse con miedo o de forma retraída, una vez que se han relajado las medidas que restringían la actividad, ha tomado una actitud claramente progasto, en un principio, muy centrado en bienes industriales, pero posteriormente en servicios (todo lo que son experiencias, es decir, viajes, cenas, etc., tenía una importante demanda no satisfecha a causa de las medidas de distanciamiento social). El consumidor también se ha visto apoyado por un exceso de ahorro provocado por los confinamientos y parte de dicho ahorro se está canalizando en la actualidad hacia el consumo.
En el caso de España, todo lo comentado anteriormente es válido. A la fuerte recesión le sigue una expansión de gran calado basada en política fiscal y monetaria y apoyada en el manejo de la pandemia y en el comportamiento del consumidor. No obstante, en la economía española hay que hacer algunas matizaciones. En primer lugar, España fue una de las economías que peor se comportaron en 2020. El PIB cayó un 10,80%. En torno al 60% de esta caída se explica por el turismo, un sector clave en la economía española y que por razones obvias sufrió mucho (el turismo internacional disminuyó cerca del 80%). Adicionalmente, España tiene un tejido muy basado en pymes, que en líneas generales han sufrido más que las grandes empresas. Este año 2021 la economía española crecerá con fuerza (el FMI pronostica un crecimiento del PIB del 6,2%, igual que la Comisión Europea y el Banco de España, mientras el gobierno cifra el crecimiento en 6,5%). Para 2022, aunque las estimaciones son más inciertas, seguramente el crecimiento roce el 6%. Y en 2023 se alcanzarán cifras previas a la pandemia.
La alta deuda pública es un peligro que estará presente durante mucho tiempo
Obviamente, este escenario de fuerte recuperación, en el que los principales organismos internacionales y analistas creen, también presenta algunos riesgos que tal vez sean poco probables, pero no insignificantes. Los dos más importantes, en mi opinión, son la aparición de nuevas variantes del Covid-19, que podrían limitar la movilidad y la actividad económica, y, en segundo lugar, un error de política monetaria, es decir, que los bancos centrales retiren los estímulos monetarios antes de tiempo o incluso suban las tasas de interés, provocando una contracción de la economía. Este riesgo es especialmente cierto en caso de que durante meses se consoliden altas cifras de inflación, lo que a su vez generaría presión para poner fin a la política monetaria ultra laxa que existe en la actualidad.
No obstante, en mi opinión, en el momento actual más que analizar los riesgos de que el escenario de gran recuperación no se cumpla (los cuales parecen ser limitados), conviene fijarse en los "legados" que la crisis económica nos dejará, en algún caso durante lustros. A pesar de la fuerte recuperación, aspectos como la alta deuda pública o el enorme tamaño del balance de los bancos centrales (lo que equivale a mucho dinero en el sistema) estarán presentes durante mucho tiempo. Además, como es lógico, la recuperación no será simétrica e igual para todos los sectores. Muchos analistas hablan de recuperación en "K", donde hay sectores que crecerán mucho (entre otros los ligados a la tecnología) y otros que no recuperarán nunca los niveles pre-Covid.
En cualquier caso, el Covid-19 tiene visos de parecerse, en cierto modo y salvando las grandes diferencias entre hoy y hace un siglo, a la mal llamada gripe española (que no tuvo origen en España), donde tras la pandemia se produjo un periodo de intensa actividad económica: los conocidos como felices años 20.