Toda la verdad ante el populismo eléctrico
Amador G. Ayora
Si Marx, Engels o el mismo Lenin levantaran la cabeza quedarían encantados con ver lo que pasa en España. Dos ministros del Gobierno, Irene Montero y Alberto Garzón, y el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, utilizan el alza excepcional de la luz por culpa de Filomena para intentar derribar el sistema eléctrico y sustituirlo por otro estatalizado, al más puro estilo de Maduro, con nacionalización de eléctricas incluida. Y la oposición en las batuecas.
Que el coste de la electricidad se dispare con eventos extraordinarios como la tormenta de nieve y hielo de esta semana no debería extrañar. Es algo común en cualquier país occidental como el nuestro, cuya economía se rige por los principios de oferta y demanda.
Otra cosa distinta es si el Gobierno quiere o no tomar medidas extraordinarias para corregir puntualmente el alza del 27% en la luz en estos días, como hizo este viernes Portugal para los más vulnerables. La vicepresidenta de Transformación Ecológica, Teresa Ribera, señaló el jueves que se creará "un colchón" para evitar estos picos.
Hay algunas nociones básicas que debemos tener claras, para entender la situación: ¿por qué se disparó el precio de la luz? Sencillamente, porque la ola de frío produjo una sobredemanda de electricidad y obligó a tirar para su generación del gas, que es mucho más caro que las renovables. Para colmo de males, coincidió con que Argelia redujo, por problemas aún inexplicados, el suministro de gas a la Península y que uno de los barcos metaneros que esos días debería haber descargado sus tanques en Bilbao fue desviado hacia China, donde el precio duplica al de Europa.
¿Qué puede hacer el Gobierno para impedir estos vaivenes? Poca cosa, porque ni las tormentas ni la regulación del precio del gas está en sus manos. Una prueba de que los mecanismos de mercado funcionaron correctamente es que el coste de la electricidad evolucionó a la par que el de países vecinos como Francia o Alemania.
¿Si nacionalizamos las eléctricas acabaríamos con estas subidas? Al contrario, se agravarían, porque el sector privado es mucho más eficiente que el público. El ministro de Transportes, José Luis Ábalos, que tiene las cosas muy claras en este sentido, estuvo fenomenal cuando cortó cualquier posibilidad de nacionalización. Los aeropuertos o los trenes y sus vías son públicos en España y siguen sufriendo aún retrasos por la nieve y los hielos.
Echenique o Montero salieron en tromba contra su propio Ejecutivo porque la luz es de la más cara de Europa. Eso es así, somos el quinto país por precio de luz de los 27, por detrás de Alemania, Holanda, Bélgica e Irlanda y un poco por delante de Italia o Portugal. En Francia es mucho más barata por las nucleares. Pero no es algo extraordinario. Una de las quejas eternas de la industria española es que sus costes son más altos que los de competidores de países con mayor poder adquisitivo.
Filomena, como los grandes temporales, dejó al aire el esqueleto del sistema eléctrico español, como un gran barco inmovilizado en la arena por el paso del tiempo. Una asignatura pendiente, que ningún Gobierno se atreve a cursar: la reforma para quitar de la tarifa los cargos por las renovables, la cogeneración, los costes extrapeninsulares o el impuesto al carbón. Las reformas en la legislatura se limitaron a las exigidas por Bruselas. Aunque Ribera prometió cambiar la tarifa el 1 de abril, ya veremos si cumple.
Veamos cómo se forma el recibo de la luz y qué se puede hacer para rebajarlo. La parte del león, el 40% de lo que pagamos, sufraga esos cargos de las renovables o el carbón. Este último en vías de desaparecer.
Ni los socialistas ni Podemos jamás se preguntarán por qué tenemos que pagar por las renovables
La última modificación de Ribera es trasladar el coste de las renovables desde el recibo de la luz a las gasolinas, con el argumento de que son energías contaminantes. Hasta 10 céntimos subirán los combustibles por este motivo, según señaló esta semana a elEconomista el presidente de BP, Luis Aires.
Una curiosa manera de redistribución para un gobierno de izquierdas. Los mayores usuarios de los combustibles fósiles son las clases medias y bajas, que todavía no tienen acceso a tecnologías más caras, como el coche eléctrico, por la falta de infraestructuras para su funcionamiento. El coste extra lo vamos a seguir pagando entre todos.
Lo que deberían preguntarse en el Gobierno es por qué gastamos miles de millones en sostener las renovables. Pero eso no lo van a hacer los socialistas, porque las subvenciones fueron otorgadas por el anterior Ejecutivo de Zapatero. Ni tampoco Echenique y compañía, porque en su acervo está defender las energías limpias, cuesten lo que cuesten.
Ahí está otro de los problemas que no queremos reconocer: se nos ha ido la mano con la subvención de las renovables y ahora es complicado retroceder, porque los tribunales de arbitraje internacional adoptarían sanciones onerosas contra España, por poner en riesgo la seguridad jurídica de las inversiones.
Otro 35% del recibo de la luz, la segunda parte más importante del león, se financia en el mercado mayorista. En este punto también existen dos mecanismos perversos pendientes de reformar. El precio mayorista del megavatio lo marca la última energía, que es adquirida en el pool gestionado por Omel. Eso provoca que las energías baratas, como las renovables, las nucleares o la hidráulica entren primero al pool, como ocurrió estos días, y las caras, las últimas.
En esta ocasión fue el coste disparado del gas el que marcó los precios mayoristas (el minorista incluye, además, peajes e impuestos). Ribera reconoció que estudian modificar el sistema, pero es complejo para cumplir con "los requisitos de la UE".
Además, en Podemos reclaman que se graven los "beneficios caídos del cielo". ¿Qué es esto? La energía hidráulica, producida por el desagüe de los embalses y, en menor medida, la nuclear. Las eléctricas maniobran, además, con la utilización de estos recursos para optimizar su precio de venta al pool, en un ejercicio legítimo de mercado. Ribera prepara cambios, que aún están en la coctelera, al tratarse de un mercado complejo.
El último tramo del 15% del recibo, la cola del león, es el de impuestos. El trío calavera de Podemos (Echenique, Montero y Garzón) se quejó del IVA. De nuevo, chocamos con la estadística. El IVA está en la tabla media de la Unión Europea. Hay países como Portugal o Francia que introdujeron mecanismos correctores para las clases humildes. ¿Se puede replicar aquí? Por supuesto, ese es el colchón que mencionó Ribera.
En este aspecto, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, mintió cuando echó la culpa a Bruselas. Los Estados miembros tienen margen de maniobra para poner el IVA, el problema que tiene es que hay muchos productos de hostelería con IVA reducidos y ahora es el peor momento para tocarlo.
No nos dejemos llevar por el populismo. La titular de Industria, Reyes Maroto, con buen criterio, acaba de aprobar un estatuto para rebajar la luz a las grandes industrias para mantener los empleos. ¿Quién tiene que pagar todas estas rebajas? Si no son los más vulnerables, ya beneficiados con el bono social, será el resto de consumidores, la clase media, que somos la mayoría, los que carguemos con ello.
El propio Echenique se vio obligado a rectificar el jueves, cuando se dio cuenta de que tiraba piedras a su tejado, porque reducir los impuestos perjudicaría la recaudación y habría que subirlos en otra parte. Los ministros de Podemos no quieren reconocer que la energía, como todas las cosas, tiene un precio hasta en Venezuela.
Iglesias, en este caso, envió a sus perros de presa por delante para liarla. Con su silencio cómplice quiere demostrar que desde Podemos no pueden modificar las leyes y echar la culpa a los socialistas.
Cualquier atisbo de duda sobre la nacionalización de la economía se interpretaría de forma muy negativa por el mercado. Con la pandemia desbocada, el momento es muy delicado. Lo peor está por llegar, como explicamos la semana pasada. Tenemos que asumir que la economía depende de las ayudas de Bruselas y del oxígeno que insufla el BCE desde Fráncfort, mediante la compra de deuda.
Esta semana, el vicepresidente del BCE, el español Luis de Guindos, desveló un dato escalofriante, que pasó inadvertido para la mayoría de los analistas. Toda la deuda neta emitida por el Gobierno el año pasado, 110.000 millones, fue adquirida por el BCE. Y aún hay más. El Estado bajó el coste en 2.000 millones, pese a que emitió un tercio más.
¿Se imaginan qué pasaría solo con que el BCE redujera las compras a la mitad? Que la deuda sería imposible de financiar. Ríanse del alza de la luz, España se vería abocada a pedir el rescate y, entonces, nos enteraríamos de lo que son subidas de impuestos y recortes de programas sociales, como en Grecia.
Calviño tiene que presentar antes de fin de mes sus planes de reforma a Bruselas para obtener los primeros 27.000 millones de ayudas. De esto, y de la vacuna, pende la economía.
Propagar el populismo energético desde las propias filas del Ejecutivo encabezadas por el vicepresidente Iglesias es como jugar con fuego. Una cosa es presionar para que modifique el sistema de formación de precios eléctricos y otra es llamar a las barricadas a la población y a saquear a las grandes empresas, como hace Iglesias en un gesto muy parecido al de Trump, cuando incitó a asaltar el Congreso. ¿Cuánto puede durar así el Gobierno? Con luchas internas por doquier o, lo que es aún peor, ¿qué margen tiene para afrontar con seriedad los problemas?
PD.-Tampoco es de recibo que desde el partido de Pablo Casado o de Santiago Abascal no hayan salido a protestar contra los exabruptos de Podemos por intentar hacer saltar los plomos del sistema eléctrico y, encima, se dediquen a defender los confinamientos domiciliarios, que mandarían al guano a la economía.