
Tras la muerte de Hugo Chávez, el pasado 5 de marzo, el Consejo Nacional Electoral convocó las elecciones presidenciales para el 14 de abril. El presidente interino, Nicolás Maduro, y el opositor Henrique Capriles, junto a otros cinco candidatos, se medirán en los comicios convocados para elegir al presidente que culminará el periodo 2013-2019 iniciado el pasado 10 de enero. Nicolás Maduro acusa a la oposición de Venezuela de ser "herederos de Hitler"
Oficialmente, la campaña electoral en Venezuela no comienza hasta mañana, 2 de abril. Pero los dos contendientes principales, Maduro y Capriles, ya han empezado a medir sus fuerzas. Y lo hacen entre insultos, acusaciones de traición y guerra sucia.
El fantasma de Chávez parece dirigir la precampaña de su heredero, quien invoca su nombre unas 200 veces al día en estadios y canales de televisión. Maduro, de 50 años, está sacando el máximo partido al cuerpo insepulto del presidente, que reposa en un mausoleo construido para él. Considera que sería "imperdonable" permitir un triunfo de la oposición, pues sería una "traición a la memoria sagrada" de Chávez. Con todo, desestima las críticas de la oposición sobre el uso y abuso de su imagen.
Sus desesperados intentos de imitar el tono y estilo de Chávez solo subrayan su falta de carisma. Sin embargo, el oficialismo, amén de ilimitados recursos estatales, cuenta con cadenas nacionales que no han cesado de emitir. Con este enorme apoyo, es capaz de alternar el fervor cuasirreligioso por la figura de Chávez con el ataque frontal a los "enemigos de la revolución bolivariana". Denuncia la "conspiración" de la oposición ayudada por "golpistas estadounidenses" contra la patria. Tacha a Capriles de "burguesito", "fariseo" y "príncipe de Nueva York". Así, la estrategia de transfiguración le está dando resultado, por lo que Maduro afirma contar con una ventaja de entre 16 y 22 puntos sobre Capriles.
Lucha contra la corrupción
El gobernador del Estado de Miranda y joven abogado de 40 años, a quien la ley electoral apenas permite tres minutos pagados de publicidad en televisión, le ha pedido que haga campaña sin "abusar del poder". Capriles promete luchar contra la corrupción asentada en el aparato estatal y va a por todas. Esta vez, el aspirante de la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática no tiene enfrente al carismático Chávez. Se enfrenta a un candidato débil sin experiencia en la lucha electoral que se sostiene sobre el mito del difunto líder. La inseguridad ciudadana es la preocupación principal. Venezuela, con una población de menos de 30 millones, tiene una tasa de más de 45 homicidios por cada 100.000 habitantes, la quinta más alta del mundo. Otros problemas vitales que requieren urgente atención son la inflación, la escasez de productos en los supermercados, los apagones eléctricos y la falta de agua. Sin olvidar la pérdida de poder adquisitivo tras la devaluación del 8 de febrero, cuando el Gobierno decretó una devaluación del 32 por ciento del bolívar.
Si Capriles logra la victoria, tendrá que hacer esfuerzos para ordenar las cuentas públicas, buscar recursos para las indispensables obras de infraestructura y, en especial, invertir en la industria petrolera. A pesar de su retórica patriotera, el chavismo descuidó Petróleos de Venezauela (Pdvsa), aparcando inversiones vitales para seguir operando de manera no sólo segura, sino eficiente. Maduro piensa ante todo en el uso discrecional de las utilidades con fines clientelistas.
Una exigencia del próximo Gobierno debería ser la profundización de proyectos con empresas extranjeras que aporten experiencia y recursos, para explorar y explotar el crudo de la Faja del Orinoco.
La primera medida de Capriles sería aumentar en un 40% el salario mínimo. El candidato no está dispuesto a reducir de inmediato los subsidios y beneficios, porque la "población no está preparada para eso".