
Las formaciones tradicionales respondían por las ideas de un líder y la ley dificultaba las alianzas.
Si Grecia pudiera estar orgullosa de haber exportado una sola cosa al mundo, ésta sería sin duda la democracia. La palabra en sí, sin embargo, implica algunos conceptos como la tolerancia y la colaboración, que tradicionalmente escasean dentro del Parlamento helénico. Lo que es la cultura del pactismo, que en otros países de Europa es habitual, en Grecia se demonizaba durante décadas, desde la posguerra hasta hace cuatro años.
Las causas varían: una generalizada percepción de democracia atrofiada, la ausencia de cultura de entendimiento cultural y de diálogo, la presencia de partidos que más bien expresaban la perspectiva de su propio líder que de una cultura más amplia y, por último, la aplicación de leyes electorales que favorecían la formación de Gobiernos fuertes y sólidos de un solo partido.
Como resultado, en su grandísima mayoría, los Gobiernos griegos se formaban casi siempre por un único partido; y por otro lado, la vida de los eventuales gobiernos de coalición siempre fue corta y de carácter más bien transicional.
Si hablamos de cultura de pactismo en Grecia, ésta se limitaba hasta 2011 en dos principales expresiones: primero, en las elecciones municipales, cuando sí era (y es) habitual que algún candidato contase con el apoyo de dos o tres partidos distintos, especialmente en municipios y regiones de, digámoslo así, menor importancia. La segunda ocasión era la hora de elegir presidente de la República, cuya mayoría de 200 o 180 votos tradicionalmente requería el acuerdo de al menos dos partidos parlamentarios, que se conseguía siempre, a menudo como resultado de un diálogo privado. Sin embargo, en este nivel el pactismo acaba de fallar: es precisamente la falta de voluntad de pactar a la hora de elegir presidente lo que provocó la celebración de elecciones anticipadas del domingo en Grecia.
Pero las cosas cambian, las épocas de extrema polarización, cuando socialistas y conservadores (Pasók y ND) reunían hasta un 90 por ciento de los votos en elecciones generales, han pasado definitivamente y el pactismo surge ahora como la única solución a la hora de formar Gobierno. Yorgos Papandreu llegó a contar con 160 diputados (de los 300) en 2009, y ése fue el último caso de mayoría absoluta en el Parlamento heleno. La gente en Grecia opta por una representación más amplia, hasta el punto de permitir a siete formaciones políticas intentar conseguir el mínimo del 3 por ciento para entrar en el Parlamento.
Y es muy probable que una distribución de escaños de ese nivel vuelva a resultar tras las elecciones del domingo, según los últimos sondeos, que no dan a ningún partido mayor porcentaje que un 28-30 por ciento. Aunque siempre atractiva, la idea de un Gobierno monopartito ya no es el santo grial para los partidos. Es más, el ejemplo de los gobiernos de coalición bajo Lukás Papadimos en 2011 y bajo Samarás en 2014 muestra que buscar un pacto que permita gobernar puede solucionar más problemas de lo que se imaginaba. De hecho, de los siete partidos que entrarán en el Parlamento, según las encuestas, sólo dos de ellos quedan fuera de cualquier debate de pacto: primero, los comunistas del KKE, que se mantienen firmes en rechazar cualquier tipo de colaboración, incluso con el Syriza con que comparten raíces históricas, y luego el partido neonazi de Amanecer Dorado, con el cual nadie querría colaborar.