
Como en mayo, la supervivencia de la Unión Monetaria parece de nuevo en manos del electorado griego. El primer ministro de Grecia, Antónis Samaras, al adelantar las elecciones presidenciales, espera consolidar su frágil mayoría de Gobierno y estar en mejor posición de negociar condiciones más favorables con la troika.
Ciertamente, la economía griega muestra signos positivos. Tras 18 trimestres de contracción entre 2009 y 2013, su PIB real ha registrado tres trimestres de expansión. Por otra parte, su presupuesto primario, -excluyendo pago de intereses-, está casi equilibrado, condición necesaria para la estabilización de su deuda pública.
Efectivamente, el avance ha llegado a ser muy bien recibido por los mercados financieros y la rentabilidad a vencimiento de su bono a diez años ha llegado a reducirse desde el 8,5 por ciento en diciembre de 2013 al 5,6 por ciento en septiembre. Samaras, de hecho, ha pensado en una salida suave del programa de ajuste, como en Irlanda y Portugal. Si hubiera tenido éxito, habría sido visto como el hombre que sacó a Grecia de la crisis, lejos de la autoridad de la troika. Sin embargo, los inversores han vuelto a mostrar rápidamente la preocupación de que Grecia se quede sin la red de seguridad de la línea de crédito internacional y sin el impulso reformista, de manera que la rentabilidad a vencimiento del bono soberano griego a diez años ha vuelto a subir y ha llegado a estar en el 9 por ciento, mientras la bolsa de Atenas ha llegado a retroceder un 28 por ciento desde máximos.
El candidato a la Presidencia, Stavros Dimas, necesitaba mayoría de 200 escaños sobre 300, pero en la segunda ronda ha obtenido 168 diputados -ocho más que en la primera -. El partido Nueva Democracia (con apoyo del Pasok) aseguraba 155 escaños, pero es un reto conseguir el apoyo de hasta 24 independientes que dejaron la coalición porque se oponían a las reformas. Ahora queda una tercera votación este lunes, 29 de diciembre, en la que se requiere mayoría de 180 votos sobre 300. Si la coalición gobernante no logra suficiente apoyo, habrá elecciones, probablemente en febrero de 2015.
Al respecto las encuestas han llegado a situar a Syriza por delante de Nueva Democracia (con un 27,5 por ciento frente a un 20 por ciento), aunque Syriza necesita el 38 por ciento de los votos para una mayoría absoluta. Además, ha suavizado su posición en temas clave: ya no pretende abandonar la Unión Monetaria y su presidente, Aléxis Tsipras, no pide el impago de deuda, siendo más tolerante con el papel de la troika.
De todas formas lo que está en juego no es la Presidencia, sino la alta probabilidad de que, por primera vez en la crisis de la zona euro, sea elegido un Gobierno no-cooperativo de un país en dificultades. Si no sale elegido el candidato para la presidencia y Syriza gana las elecciones parlamentarias, las autoridades europeas, por primera vez en la crisis, deberán afrontar un difícil dilema: aceptar una reestructuración no negociada de deuda de un Estado miembro -en un momento en que los partidos antieuropeos están ganando impulso- o el riesgo de que, también por primera vez, un Estado miembro pueda salir de la zona euro.
Deuda sostenida por Europa
Como la deuda pública griega está esencialmente sostenida por los miembros de la zona euro, a través de instituciones multilaterales, una reestructuración implicaría a los Estados y los contribuyentes sufrirían. De momento las reacciones del mercado se han llegado a centrar sobre todo en los los valores griegos, con contagio limitado a países de la periferia. Pero existe el riesgo de que las instituciones y mecanismos europeos no estén a la altura.
A pesar de los progresos respecto a gestión de crisis y mutualización de la deuda (fondo europeo de rescate, unión bancaria, medidas no convencionales del BCE), la unión monetaria sigue siendo claramente sub-óptima, con falta de transferencias fiscales y unión política.
Hay que tener en cuenta que el gobierno griego probablemente necesite más de 20.000 millones en ayuda financiera los próximos dos años. Al respeto el programa del FMI seguirá hasta marzo de 2016, con otra ayuda de 12.000 millones. Sin embargo la troika se ha mostrado generalmente insatisfecha con el avance de las reformas, destinadas a abrir sus mercados de productos y trabajo y evitar la evasión fiscal. Aun así, el fondo de rescate temporal de la zona del euro ha aprobado una prórroga de dos meses del segundo rescate financiero concedido a Grecia.
En cualquier caso, en este entorno de bajo crecimiento económico y riesgos deflacionarios, los posibles efectos perjudiciales no son en absoluto desdeñables. La agenda electoral griega añade volatilidad a los mercados.