Global

La historia de Mike Malloy, el hombre imposible de matar

Mike Malloy. Foto: cookingideas.es.

Hay hombres cuyas vidas dejan un hueco en la Historia por alguna capacidad o habilidad que les hace diferentes de resto de mortales. Éste es el caso de Mike Malloy que, muy a su pesar, es recordado por ser una de las personas más difíciles de matar de los últimos tiempos.

Tal y como cuenta cookingideas.es, la vida de Malloy, un vagabundo y alcohólico irlandés, cambió para siempre en 1933 cuando se cruzó en Nueva York con Antonio Marino, el dueño de un bar que se compinchó con tres colegas para estafar a los indigentes cobrándose los seguros de vida (en este caso tres por un valor de 1.800 dólares) que les obligaban a firmar para después de matarles ellos mismos a base de golpes etílicos. Pero con Malloy todo iba a ser muy diferente.

Primero lo intentaron con anticongelante en las copas que le servían, pero a Malloy no le afectó. Al anticongelante le siguieron trementina y linimento de caballo con veneno, pero aquellos mortales combinados no hacían mella en el irlandés. Ante la estupefacción de Marino y sus socios, decidieron cambiar la fórmula y pasaron a la comida sólida.

Pero con esa táctica tampoco consiguieron nada. Malloy resistió como si nada las ostras empapadas en metanol que le sirvieron, y tampoco tuvo mayores reparos en comerse unas sardinas con virutas de estaño. Además de su hígado, su estómago también parecía indestructible.

Desesperados, los timadores se decantaron por que el frío de la Gran Manzana hiciese lo que el veneno no había conseguido: dejaron a Malloy borracho, desnudo y empapado en un parque. Su sorpresa fue mayúscula cuando comprobaron que al día siguiente regresaba al bar, y con un traje nuevo: una asociación benéfica le había recogido y le había proporcionado ropa nueva.

Este nuevo fracaso llevó a Marino y sus lacayos a pensar en ideas menos sutiles y contrataron a un taxista para que atropellase al vagabundo. No tuvo éxito en la primera, pero en la segunda ocasión que tuvo pudo embestirle con su coche. El resultado fue una fractura de cráneo, de hombro y una conmoción cerebral: contra todo pronóstico, Malloy había vuelto a sobrevivir.

Un paso más allá

En este punto, Marino decidió que tendrían que mancharse las manos ellos mismos si querían que Malloy desapareciese del mapa de una vez por todas. Así, emborracharon una vez más al irlandés y esta vez no se andaron con remilgos. Le pusieron una toalla en la boca y engancharon un tubo conectado a una llave de gas, consiguiendo por fin su objetivo. Con una autopsia falsa, enmascararon la causa de su muerte, que oficialmente fue por su adicción al alcohol y una neumonía.

Pero la victoria de la banda solo fue temporal. Uno de los socios de Marino, Joe Murphy, entró posteriormente en la cárcel por otros cargos, y al ver su historial, comprobaron cómo había cobrado 800 euros por la muerte de Malloy. Las sospechas de los policías, y la posterior autopsia al vagabundo hicieron el resto: los cuatro malhechores fueron condenados a muerte.

Ni sus excusas (dijeron que la mafia les había obligado y más tarde adujeron demencia) ni su estrategia de culparse los unos a los otros les valieron: la silla eléctrica hizo el resto. En un intento por honrar su memoria, se hizo pública la historia de Malloy, que a partir de ese momento pasaría a ser recordado "Iron Mike". El hombre cuya muerte llegó a ser un imposible.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky