
Un nuevo Gobierno que dure hasta 2018 para hacer las reformas. El flamante secretario del Partido Demócrata (PD) italiano, Matteo Renzi, toma la iniciativa y apea a su compañero de partido Enrico Letta de la Presidencia del Gobierno, preparando el enésimo cambio de mando de los últimos años en Italia. Una situacion de crisis que, sin embargo, no ha causado reacciones en los mercados.
Ayer se celebró el pulso final entre el primer ministro y el nuevo líder del centroizquierda italiano, que mal cohabitaban en la escena política transalpina desde que Renzi fue coronado secretario del PD tras las elecciones primarias del pasado diciembre. La dirección del PD, el principal partido de la amplia mayoría de Letta, aprobó ayer con 136 votos a favor y sólo 16 en contra, la propuesta de Renzi para "cambiar de paso", y formar un nuevo Ejecutivo que dure "toda la legislatura"-es decir, hasta 2018- enfrentándose a las emergencias del país.
Una bofetada en la cara del primer ministro, que el miércoles por la noche había presentado su agenda de reformas, con el objetivo de relanzar su Gabinete y mantenerse en el cargo por lo menos hasta 2015. Tras el voto de ayer, sin embargo, Letta no tiene más remedio que presentarse delante del presidente de la República, Giorgio Napolitano, y dimitir. El encuentro está previsto hoy, después habrá que ver si Napolitano nombra directamente a Renzi -que tendrá entonces que dejar la alcaldía de Florencia- o preferirá consultar antes con los diferentes partidos, como está previsto por la Constitución.
Confianza de los inversores
A pesar de las incógnitas, esta crisis de momento no parece tener reflejos en los mercados. La Bolsa de Milán cedió ayer un 0,17 por ciento, pero recuperando a lo largo del día -justo cuando se consumaba la lucha fratricida entre Renzi y Letta-, por lo que su índice Ftse Mibs pudo mantenerse por arriba de los 20.000 puntos. Al mismo tiempo, el Tesoro de Roma consiguió vender 7.500 millones de euros en bonos con una buena demanda (de estos 3.500 millones a tres años, alcanzaron el interés más bajo desde la entrada del euro).
Una tendencia que, según los analistas, tendría que mantenerse inmutada también durante las próximas subastas, indicando que de momento los inversores valoran más la promesa reformista de Reniz que los riesgos de ingobernabilidad.
Esto ocurre pese a que también Letta había asegurado cambios radicales para la economía italiana. Sin embargo, su plan anunciado el miércoles ha llegado tras diez meses muy difíciles para el Ejecutivo de amplia coalición.
El primer minisro, durante su mandato, siempre ha tenido que mediar con los diferentes lideres qu e le apoyaban, antes con Silvio Berlusconi (que finalmente decidió quitar su apoyo al Ejecutivo en noviembre) y luego con Renzi. El resultado ha sido un Gobierno que, más que reformas, sólo ha conseguido pequeñas componendas entre las diferentes partes políticas, levantando críticas por sus titubeos.
Por su parte, Renzi, que ha ganado las elecciones primarias del PD prometiendo reformar la política italiana, se ha demostrado cada día más impaciente, hasta decidir lo que hace unas semanas parecía imposible: llegar a la Presidencia sin el refrendo de las urnas.
El líder del partido demócrata dijo ayer que es "necesario y urgente" abrir una nueva fase con un Gobierno nuevo para Italia. Sin embargo, mientras el Parlamento italiano está debatiendo la reforma de la ley electoral -declarada inconstitucional por los jueces transalpinos-, no es posible convocar elecciones anticipadas, a menos de no volver a la misma situación de hace un año, cuando tras un empate de las principales coaliciones en las generales, el país experimentó dos meses de ingobernabilidad.
El mismo presidente de la República, Giorgio Napolitano, a quien competería disolver las cámaras, se pronunció en contra de un voto anticipado, instando, al contrario, a los partidos a hacer cuanto antes las reformas necesarias. Italia, de hecho, lleva desde hace años esperando salir de un atolladero causado por la crisis económica y el inmovilismo de la clase política. Una tarea en la que han fracasado varios Gobiernos, empezando por el Ejecutivo tecnócrata de Mario Monti. Ahora la patata caliente pasará a las manos de Matteo Renzi: el secretario del PD ya había presentado una lista de prioridades nada más ser coronado en las primarias. A la cabeza está la nueva ley electoral (inspirada en el modelo español) y una reforma del Parlamento que limite el poder del Senado, que ahora funciona como un duplicado del Congreso.
Mientras tanto, el círculo más cercano a Renzi trabaja también para presentar una reforma laboral que de un lado elimine la dualidad entre contratos tradicionales y contratos precarios y del otro estimule la creación de empleo, enfrentándose a la plaga del paro juvenil.
El problema del nuevo líder de centroizquierda, sin embargo, será encontrar una mayoría en el Parlamento para sacar adelante su agenda. Como Renzi ha excluido una nueva alianza con Berlusconi, los integrantes de su nuevo Ejecutivo tendrán que ser los mismos del gabinete de Letta, es decir, los partidos del centro liberal y los antiguos berlusconianos del Nuevo Centroderecha, liderados por el actual vicepresidente de Gobierno Angelino Alfano. Todos se han declarados dispuestos a trabajar con el nuevo líder, pero el riesgo más grande para Renzi es acabar como su antecesor: atrapado en un lento desgaste.