
El presidente cubano, Raúl Castro, era ratificado el pasado domingo 24 en la Asamblea Nacional para su segundo y último mandato de cinco años. Confirmó que se retirará del poder en 2018. Pidió que se establezca un límite de dos mandatos para todas las posiciones de alto rango, una idea que aún debe reflejarse en la Constitución. En el poder hasta 2018.
El Parlamento, donde sólo hay representantes del Partido Comunista, el único legal, eligió a Díaz-Canel, de 52 años, como vicepresidente primero del Consejo de Estado, órgano colegiado de poder Ejecutivo. Sustituye a José Ramón Machado Ventura, uno de los combatientes históricos.
El presidente de la Asamblea, Ricardo Alarcón, fue destituido. Versiones oficiosas aseguran que él y su esposa entregaban información a los servicios de inteligencia de los EEUU. No hubo en el discurso de clausura del presidente la menor referencia al destituido, quien además de dirigir el Parlamento durante 20 años, fue canciller y principal negociador de los acuerdos migratorios con los estadounidenses.
Alarcón es sustituido por Esteban Lazo, hasta ahora Secretario Ideológico del Partido Comunista de Cuba (PCC). Desde este secretariado se ejerce un control total sobre la prensa, el sector que ha mostrado la mayor inmovilidad al tiempo que el país ha empezado a transformarse. Cambios en este secretariado podrían llevar a una apertura. Raúl Castro quiere que la Asamblea pase a ocuparse de "cuestiones de mayor alcance, complejidad y profundidad". Con el nombramiento de Lazo, se asegura de una dirección experta y leal.
Razones biológicas
Tras 54 años en el poder, los hermanos Castro no han dado ninguna señal significativa de reforma democrática. En Cuba siguen existiendo el partido único, la supresión de las libertades y derechos fundamentales, la policía política y una familia controlando al país.
No hay voluntad política de cambio. El régimen se ve forzado por razones puramente biológicas a empezar de alguna manera un proceso de transición. Casi todos los guerrilleros de Sierra Maestra rondan ya los 80 años de edad. Díaz-Canel -quien no ha combatido en la revolución- es miembro del Buró del PCC, máxima instancia de poder en la isla.
Es la clara apuesta de la generación histórica de cara a la continuidad del socialismo en Cuba. El promedio de edad de los 31 miembros del nuevo Poder Ejecutivo colegiado pasa a ser de 57 años.
¿Se da con su promoción alguna expectativa de cambio? Cuba ha sido gobernada por una élite histórica que acompañó a Fidel Castro en la toma del poder. El proceso político cubano no se ha caracterizado por tener delfines. En el pasado, Carlos Lage Dávila y Felipe Pérez Roque, dos hombres de confianza de Fidel, fueron apartados del poder por verse envueltos en actividades incompatibles con la moral revolucionaria. El nuevo primer vicepresidente cubano no es un reformador. Representa la sucesión ordenada. Tiene la mentalidad militar y pragmática de quien lo ha apadrinado: Raúl Castro.
El legado de Raúl
Junto a la improbable apertura política lo más apremiante es la reforma económica, que requiere la modernización de una economía ineficiente controlada por el Estado. Raúl emprendió reformas estructurales insertando elementos de una economía de mercado dentro del sistema estatal, sin tocar el poder del Partido Comunista.
Y reformas sociales, como una nueva ley migratoria y la autorización desde 2008 para comprar teléfonos móviles y ordenadores, así como para hospedarse en hoteles, beneficios hasta entonces reservados a los turistas extranjeros.
El resultado más evidente de esta reforma, según las directrices de 2011, ha sido la proliferación de pequeños negocios, legalizados al tiempo que el Gobierno intentaba reducir los funcionarios pagados por el Estado. Aunque el monopolio estatal sobre las importaciones y la falta de un mercado al por mayor es frustrante, el trabajo del cerca de medio millón de autónomos muestra que las cosas están cambiando.
El siguiente desafío para el nuevo Gobierno: aumentar la eficacia de las grandes empresas estatales. Para ello hay que darles mayor autonomía. Con la aplicación de impuestos al ingreso, los cubanos van pasando, poco a poco, de depender del Estado a sostenerlo mediante sus impuestos. El cambio económico en Cuba no ha sido correspondido con una reforma política. Los autónomos son el elemento dinámico y el cambio vendrá más de ellos que de entidades políticas.